nosotrxs

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martes, 12 de enero de 2016

"EL ASTILLERO" DE JUAN CARLOS ONETTI

Fue un día de numerosas bajas entre convalencientes, cuidadorxs de enfermxs y probadores de los juguetes que les habían traído los Reyes, pero ¡¡¡LA TRAGULIA MUST GO ON!!! y allí estuvimos con bebidas y comidas exquisitas.


Nos comimos de postre un roscón de Reyes cuyo premio adjuntamos también

 

Que le tocó a Marta y decidimos que al haber sido una magnífica anfitriona y por tocarle el premio elegiría la próxima lectura El reino de Emmanuele Carrere y quedamos para comentarlo el domingo 21 de febrero.

¡Y la coronamos como Reina Mora!





¡¡¡Que aún no he comentado nada de Onetti!!!

A algunxs nos encantó y otrxs decidieron dejar de leerlo a las pocas páginas...a mí me sorprendió el universo Onetti, sin pasado, sólo hablando del presente, a pesar del narrador que conoce los sentimientos más íntimos de todos los personajes, muchas veces por la manera de actúar de éstxs aunque no transcriba sus pensamientos (estas reflexiones las tengo ahora y no en la sesión ;-))  y me quedo con varias impresiones que comentaron lxs asistentes, como la de Carmen sorprendida de todo lo que decía el autor en pocas palabras o Uje, afirmando que era imposible identificarse con cualquiera de lxs personajes, y Fer diciendo que el adjetivo que más habíamos repetido era sórdido...no recuerdo más, sorry...culpa del cava y la cerveza...

Adjunto el principio de uno de los capítulos
La glorieta III 
La casilla II 
(sobre la forma de numerar los capítulos no hablamos, pero es muy curiosa)



En aquellos días Larsen bajó hasta Mercedes, dos puertos hacia el sur, para vender lo único que le quedaba; un broche con diamantes y un rubí, recuerdo de una mujer no ubicable, y cuyo precio había ido corrigiendo durante años con satisfacción y paciencia.

Se dejó de robar de pie, levemente apoyado en el mostrador del negocio. Luego, por superstición, buscó una joyería pequeña, joyería para su voluntad y su memoria: estaba cerca del mercado, frente a cuadras de campo raso, y también vendían allí sedas y medias, revistas, zapatos de mujer. Separado por el mostrador angosto de vidrio de un turco bigotudo e impasible se abandonó al viejo placer de manosear regalos para mujeres, objetos inútiles o de utilidad sutil o tortuosa, que establecían una rápida amistad con cualquier clase de manos y ojos, que atravesaban los años desgastándose con lentitud y cambiando dócilmente de sentido.

– Todo caro y nada bueno -dijo, sin éxito, gastándose en el silencio premeditado y triste del turco.



Podéis hacer comentarios en el blog, que está completamente abierto si escribís como anónimo, luego podéis firmar en el texto para que sepamos quienes sois, o mandáis vuestra reflexión por mail y yo la cuelgo...por cierto también se comentó recuperar las actas y hacer una excursión a Matamala en verano con sesión traguliana incluída, ya informamos. Besos