nosotrxs

nosotrxs

miércoles, 19 de diciembre de 2018

"MIDDLESEX" DE JEFFREY EUGENIDES































21 de octubre de 2018: Middlesex / Jeffrey Eugenides

Reunidas: Soledad, Carmen, Lis, Ruth, Marta, Jorge, Mónica, Fernandinho y Eugenio

Antes de empezar la sesión, Mónica busca desesperadamente un cuaderno, y cuando le dicen que no se preocupe, que va a ser Jorge el encargado de tomar el acta, ella confiesa que lo que busca es el cuaderno con sus anotaciones de lectura sobre la novela…

Eugenio dice que eligió este libro porque “lo tenía en casa”; además, él pensaba que iba de un transexual pero pronto se dio cuenta de que, en realidad, el protagonista es intersexual. Le gustó el argumento, pero la novela se le hizo “pesada”. Mónica hace un inciso para decir que le encanta cómo le queda a Eugenio el sombrero; a continuación, el aludido puede continuar su comentario, y lo hace hablando de la transformación de la primera persona de la narradora al masculino, señalando que, después de transformarse en “narrador”, habla de nuevo en femenino cuando se queda cuidando de la abuela durante el funeral de su padre (a Ruth le ha parecido poco creíble esta escena del funeral del padre). Eugenio apunta que la escena que a él le decepcionó fue la de los mendigos, pues opina que el autor desperdició una buena oportunidad para ahondar en las nociones de sexualidad, permitiendo, por ejemplo, que alguno de los mendigos conociera la leyenda de Hermafrodito y la contara. Entonces se inicia un pequeño debate sobre la huida de Calíope cuando se entera de que no es una mujer normal, durante el cual Eugenio señala que, en cierta manera, y sin tener en cuenta su corta edad, la responsabilidad no deja de ser de ella misma, por haber falseado el sentirse mujer ante el sexólogo; al hilo, Soledad afirma que en el fondo Calíope se considera un hombre y Carmen recuerda que se va de compras con la madre.

Fer apunta que el padre estaba obsesionado porque iba a decepcionar a su mujer si le daba otro hijo; y lo que más le ha sorprendido es que el hermano de Calíope se llame Capítulo Once. Por otro lado, también le ha llamado la atención la palabra «croco».

A Ruth le ha gustado mucho el libro y recomienda encarecidamente a Jorge su lectura, no solo por el argumento principal, sino también por cómo va intercalando el autor toda la historia de la familia, apoyada en datos históricos realmente interesantes. Le ha gustado mucho la parte en que narra la vivencia de Calíope en el Instituto, así como le ha sorprendido especialmente la escena en la Biblioteca Pública, cuando ella, buscando la definición del término hermafrodita en el más clásico diccionario enciclopédico inglés, lee entre sus acepciones la palabra “monstruo”; a Eugenio le parece un tanto “redundante” la insistencia del término monstruo en el párrafo referido, y dice que le recuerda el efectismo de Stephen King cuando éste quiere remarcar la obsesión de un personaje por algo. Al respecto, Carmen señala que el uso de terminología especializada le ha parecido abusivo y cargante. Finalmente, Ruth destaca la descripción de las relaciones sexuales iniciáticas de la protagonista, y cómo se hace ver que está experimentando, a lo que Eugenio comenta que él resaltaría la experiencia imaginaria que tiene con el Oscuro Objeto, mientras cada una está con otro.

A Marta también le ha gustado la novela; piensa que trasmite muy bien las inseguridades de la adolescencia y todas las sensaciones asociadas (cuestiones familiares, emocionales, sociales…). Al hilo, Carmen evoca el episodio del doctor Philobosian y a Eugenio le parece exagerada la historia de esta familia, ante lo que recuerda Lis que matan a la familia porque los soldados no
sabían leer; en general, a Mónica le parece que la historia decae cuando termina la crónica de los abuelos. Entonces Marta pregunta cómo reaccionaríamos si ligamos con alguien y descubrimos que “no es lo que parecía”; Soledad apunta que a ella le sorprendería “cuando menos”, Lis dice que a ella le entraría la risa floja pero que, después, igual terminan follando; Mónica dice que tiene que ser curioso ligar con alguien y llevarte ese tipo de sorpresa, a lo que Soledad insiste en que a ella le daría un bajón de primeras y que luego ya se vería. Marta recalca que la sexualidad es un asunto cultural y Mónica apunta que en la relación de Cal con el Objeto no es lésbica, y recuerda que la narración retrospectiva comienza con la atracción mutua que sienten los abuelos entre sí, siendo hermanos; Marta señala que también el tema del incesto es un tabú cultural y Lis menciona que se conoce a una familia “endogámica” en El Escorial. Por su parte, a Fer lo que le sorprende que es haya pornografía titulada “Mi primera vez con papá”, y al hilo Mónica se refiere a la actual accesibilidad por medio de Internet a un porno agresivo y machista, calificándolo de asqueroso, y para respaldar su opinión señala que los medios rechazan el desnudo, pero son muy permisivos con la violencia. Soledad comenta que esto, a su juicio, es consecuencia de la cultura estadounidense dominante, mientras Mónica lamenta que adolescentes que aún no saben lo que es besar, ya consuman porno; por su parte, Fer flipa con lo que denomina «maquinofilia».

Mónica indica que la primera parte del libro le ha parecido genial, con la historia del viaje en barco a través del Atlántico y la boda en cubierta; también le ha gustado la historia anterior a la migración de los Stephanides, cuando ella trabaja la seda y se siente celosa de las salidas que hace él para venderla, pues sabe que le sirven de escape hacia las prostitutas y el jazz. Mónica repite lo dicho sobre el componente cultural del incesto, a lo que Ruth señala que en la Grecia rural de la novela se consideraba algo habitual en la comarca, aunque exista ese componente punitivo que obsesiona a Desdémona; Mónica también rescata de entre estas tradiciones la revista erótica que ha heredado Lefty, y repite las palabras del principio: “nací mujer y soy hombre”; a continuación comenta que le hubiera gustado saber más sobre el autor, y si hay algo de su propia biografía en el libro, en lo que narra sobre los orígenes griegos de la protagonista; entonces menciona la matanza de la familia del médico, la muerte del hijo atravesado por una carabina y los soldados que no saben leer, incapacitados para interpretar la cédula de protección que poseían los Philobosian. Mónica cree que la narración decae después, y más aún hacia el final, cuando la protagonista llega a la edad adulta; no obstante, le ha parecido muy bueno el pasaje en que Calíope decide salir del armario y se corta el pelo, pues le recordó a la historia del maqui Florencio Pla, conocido como «la Pastora», por lo que se pregunta si Eugenides sabría algo sobre esta historia de la Posguerra española, a lo que Lis matiza que la Pastora lloraba mientras se rapaba el pelo y Mónica recalca que, en la historia de la Pastora, ella se convierte en hombre cuando decide echarse al monte; Lis vuelve a comparar la novela con el libro leído sobre la Pastora y dice que éste transmite con mayor intensidad la metamorfosis. También menciona Mónica el episodio de las revueltas en Detroit, y el hecho de que Lefty terminara con éxito su empresa de pagar a varias aseguradoras por el local donde tenía el negocio; al hilo de esto, Ruth recuerda que el título de la novela proviene del nombre de la casa que compra la familia tras recibir la indemnización y Soledad apunta que realmente esta casa es una de las protagonistas del libro. Por último, Mónica vuelve a recalcar que la novela comienza excelente pero va decayendo, con lo que Lis y Ruth se muestran de acuerdo y coinciden en que cuando el barco les deja en Estados Unidos lo asombroso comienza a extinguirse, y que incluso a medida que avanza el final resulta precipitado, como si el autor tuviera prisa por terminarla, por lo que cabe la sospecha de que los editores le estuvieran presionando… Ruth subraya que le gustó la escena del bautizo de Calíope, cuando se mea
encima del padre Mike, y Marta reitera que la parte de los vagabundos le ha parecido exagerada; finalmente, Lis dice que, durante los capítulos en que está enamorada del Objeto, la narración parece filmada con un “súper 8”, y a partir de la huida de Cal, empieza el “cine de palomitas”. Mónica concluye: “Pero… bien”.

Lis dice que va a ser breve, y muestra su sorpresa porque, en contra de sus expectativas, el tema del cambio de sexo pasa a ser secundario; considera que la protagonista absoluta es la abuela, Desdémona, y le ha encantado, sobre todo, el párrafo en que el autor elabora la metáfora de los gusanos de seda. Lis cree que la historia está muy bien hilada, aunque se le ha roto la armonía por la velocidad a la que transcurre el Libro IV; le ha gustado mucho cómo se refleja la importancia del pasado, de los orígenes en nuestra forma de ser y de comportarnos, ante lo que Carmen se muestra escéptica y vuelve a comunicarnos que la novela le ha defraudado un poco, que no mantiene un pulso narrativo estable. Eugenio dice entonces que en un momento dado creyó haberse despistado perdiéndose la muerte de Desdémona, percepción de la que parece consciente Eugenides cuando en el último tramo vuelve a introducir al personaje acompañado de un comentario explícito al respecto; Lis disculpa esa ausencia dando crédito al narrador, que afirma que Desdémona, encerrada en su cuarto del pabellón exento, desaparece de su vida de adolescente desorientada, y Soledad apunta que hay temas sobre los cuales el protagonista pasa de puntillas porque, en realidad, no es un narrador omnipresente; Ruth recalca que, en esos momentos, Cal está obsesionada con el Objeto.

Carmen pensaba que el libro tenía todos los ingredientes para que le encantase pero, sin embargo, la segunda mitad le ha defraudado; cree que le falta intensidad narrativa, que pierde aplomo y se le va de las manos. Dice que, de vez en cuando, hay párrafos muy interesantes y muy bien escritos, de la misma manera que en ocasiones se muestra excesivamente intelectual, como cuando suelta sus apuntes sobre las causas químicas del hermafroditismo; señala que, afortunadamente, el final va rápido y termina sin más. Jorge apunta que la temática de esta novela es similar a la de El amante lesbiano, pero que después de escucharnos deduce que, “dónde va a parar, mucho mejor Sampedro”; por su parte, Ruth defiende las descripciones técnicas y datos médicos y fisiológicos que aporta el autor. Finalmente, Carmen afirma que le ha parecido rocambolesca la aventura de Calíope cuando se fuga, sobre todo el burdel donde se exhibe en el espectáculo morbo-erótico, y confirma que, a pesar de que en su opinión el autor escribe muy bien, el libro le ha defraudado.

Soledad opina que, en el episodio de la persecución final en coche, al autor se le ha ido un poco la pinza, a lo que Lis comenta que a ella lo que más le ha defraudado han sido los apuntes sobre la “Alemania permisiva” que el narrador adulto intercala al comienzo de la mayoría de los epígrafes; entonces Mónica insiste en que la primera parte está muy bien narrada. A Soledad, sin embargo, la novela le ha gustado de principio a fin; lo que más le ha sorprendido es que los migrantes que llegaron a Estados Unidos antes de la Segunda Guerra Mundial, puedan llegar a convertirse en ciudadanos tan reaccionarios como Lefty; al hilo, se abre un debate sobre el asunto, donde se lamentan los desafíos y el miedo al que deben enfrentarse los desplazados. Soledad dice que a ella le trasmitió una honda empatía la escena en que la protagonista lee el informe médico y busca las palabras que no entiende en la biblioteca, pero no porque use una Biblioteca Pública, sino porque hay mucha expresividad en la forma en que está escrita esta parte. Por último, Soledad quiere añadir algo pero se le “fue el hilo”.

Para la próxima tragulia, Carmen elige el Oblomov de Ivan Goncharov, porque el cuerpo le pide literatura rusa del diecinueve. Nos citamos para el año que viene: 13 de enero, en lugar por decidir.
FIN

jueves, 27 de septiembre de 2018

"LOS TRES MOSQUETEROS" DE ALEJANDRO DUMAS





5 de agosto de 2018: Los tres mosqueteros / Alexandre Dumas

Reunidas: Soledad, Marta, Carmen, Mónica, Ruth, Lis, Fernandinho y Eugenio.



Antes de comenzar la sesión, hacemos un homenaje a Constanza imprimiendo vida a los abanicos, herramienta muy adecuada para un día caluroso como éste; de la misma manera, queda solventado el incidente acontecido a Marta en Portugal con el ejemplar de Lis que ésta le había prestado, daño reparado con su reposición por otro ejemplar de distinta edición.

A continuación, Soledad abre la sesión respondiendo a la interrogación no capciosa de Mónica que le pregunta el motivo por el cual ha elegido este libro; entonces Soledad argumenta que hasta ahora no lo había leído pese a lo mucho que le han gustado otros del autor, y hace mención especial al que llama su favorito y no es otro que El conde de Montecristo. Seguidamente, Soledad comenta que Los tres mosqueteros es una suerte de libro para el verano y, en el caso de nuestra Tragulia, una obra refrescante menos profunda que las precedentes, donde abundan viajes a caballo y peleas de espadachines; Lis replica entonces que el estilo es un tanto bobalicón, a lo que Soledad replica que Dumas era joven cuando lo escribió y Ruth recuerda que está compuesto con el objeto de ser vendido por entregas, punto sobre el que Carmen comenta que el autor vendía en su época más que Follett ahora. Soledad reclama entonces la literatura de entretenimiento como género de pleno derecho, siempre y cuando esté bien escrita, como es el caso, a lo que añade Carmen que la lectura de esta novela se ve incentivada por el suspense de la trama. Entonces hacemos un paréntesis para servirnos un café bombón.

Soledad reanuda la sesión insistiendo en que a ella le ha gustado el libro, y que está de acuerdo en que hay que aprender y reflexionar con la lectura, pero también es lícito entretenerse; reconoce, por otro lado, que los personajes son bastante tontos, ante lo que Fer dice que él leyó este libro siendo muy joven, en Brasil, y que la literatura, al igual que la música, no debe restringirse a edades y lo que ha de distinguirse es si es buena o mala, matiz que Soledad corrobora al afirmar que Los tres mosqueteros es una lectura para cualquier edad. Fer pregunta a continuación en qué año fue escrita esta novela y Carmen responde que alrededor de 1840, ante lo que Lis comenta que en esa época no había una clasificación de la literatura por edades y Ruth señala que las ediciones juveniles corresponden a una decisión de las editoras, y que Los tres mosqueteros ha sido publicada por Cátedra en «Bibliotheca AVREA». Soledad comenta que los libros de aventuras son de lectura más sencilla para el lector inexperto y por ello se ha formado durante el siglo XX un canon para jóvenes basado en ellos, y en este sentido distingue el que tratamos de El conde de Montecristo, a lo que Lis apunta que son de trama muy diferente y Mónica evoca que el nombre dado a los puros «Montecristo» proviene de que durante las lecturas que se hacían en las fábricas de habanos para entretener el trabajo, la novela de Dumas era una de las más populares. Entonces Soledad prosigue la defensa de su elección confesando que durante la lectura de otra novela que ha leído recientemente, cuyo protagonista es un crítico contratado para hacer la reseña de un libro mientras disfruta de un crucero, se ha saltado varias páginas, y eso es algo que con Dumas no ha hecho, a lo que Carmen comparte algo dicho por Ruth con anterioridad a nuestra sesión, y es que Los tres mosqueteros sería una especie de “Juego de tronos del siglo XIX”.

Por otro lado, Soledad destaca la versión cinematográfica más actual, con la interpretación por Rebecca de Mornay del personaje de Milady, que a ella le encanta por su maldad autocomplaciente frente a la ingenuidad del resto; Lis señala entonces que esta mala de la literatura relata en la novela su propia historia, y Carmen recuerda que se crió en un convento, Ruth considera que se inventa la historia y Soledad opina que su ambición de dinero y poder, y la facilidad para apoderarse de ellos sin remordimiento, es su signo de identidad; por otro lado, Mónica habla de la típica mala seductora y Carmen menciona la estereotipada figura de la femme fatale, surgida por entonces, al tiempo que, acerca del componente histórico, nos informa de las críticas vertidas sobre el autor por “maquillar la historia”, así como la respuesta que éste dio, asegurando que eso era cierto, pero que así le daba cierto “encanto” al pasado; tras ello abrimos un intenso debate acerca de los tontos que desde tiempos inmemoriales han sido instalados en el poder, y evocamos el episodio del collar, subrayando Carmen que fue un acontecimiento real, obra y gracia del duque de Buckingham.

Finalmente, Carmen lanza una nueva pregunta no capciosa a Soledad en torno a su mosquetero favorito, a lo que la aludida responde que Athos, quien, según Mónica, es el más corpulento. Entonces comenta Carmen que las mujeres de esta novela lo solucionan todo y gastan sin límite, acuñando la filosofía de “vivir el momento”, y Soledad indica que los hombres acudían a ellas tratando de llenar su morral para marchar a la guerra, circunstancia que según Carmen ejemplifica Pontos, que se ha casado con una viuda rica, y muestra la perspectiva machista de la historia narrada, donde los personajes femeninos, señala Ruth, son esposas o amantes, hecho que a juicio de Mónica viene motivado porque en esta clase de literatura no hay espacio para matices y todo es blanco o negro.

Marta confiesa que no ha terminado de leerlo, que va por la primera parte del tomo uno de la edición  de Alianza, pero le está pareciendo entretenido, una novela aventuras, aunque ha notado ya cierta falta de continuidad en la trama, a su parecer debido a que fue compuesta con el objeto de ser publicada por entregas. Lis menciona entonces la última obra de Dumas, donde mejor se ve su indefinición política, narrando sobre la época napoleónica y tratando los acontecimientos como si la Historia fuera consecuencia de un juego de niños; Soledad corrobora entonces que el autor no se mojaba políticamente con el fin de vender más, cosa que actualmente hacen muchos escritores, y Lis recuerda que en la introducción que el mismo autor escribió a su novela, reconoce los errores de composición, a lo que Carmen menciona que disponía de negros trabajando para su obra y Ruth indica que alguno de ellos llegaron a alcanzar nombre propio; sobre este asunto tan polémico, Lis recuerda hoy en día a César Vidal y Soledad la serie «Alatriste», donde dice que hay notables fallos históricos; por último Carmen señala que es notoria la admiración de Arturo Pérez Reverte por Los tres mosqueteros, reflejada en su novela El club Dumas. Entonces abrimos debate en torno a la naturaleza del arte producido en cadena con fines lucrativos, y Marta nos habla de la especie de franquicia en que va camino de ser convertido el grupo musical Kiss; reflexionamos sobre el asunto hasta irrumpir la tarta de chocolate cocinada por Ruth.

Carmen dice que había leído el libro hace muchísimo tiempo y que en aquel momento le gustó bastante más que esta vez, aunque siempre ha preferido la serie de El conde de Montecristo; manifiesta que al principio se le hizo cuesta arriba la lectura, hasta que logró penetrar en la trama, y ha decidido que no es para su edad. Define los personajes como atractivos y maniqueos, estereotipados, a cuya descripción el narrador dedica cierto esfuerzo, y considera que no sobra habérselo leído, pues Dumas es un genio en la composición de folletines, marcando un estilo que hoy puede admirarse en obras como Juego de tronos, sin valores pero que engancha a los lectores, con mujeres maliciosas, liantas, que usan a los hombres aunque ellos las usan también. A propósito, Lis indica que el libro podría titularse Los usados, y Carmen subraya que sus valores máximos son la valentía y la lealtad a la reina, a lo que Soledad añade la lealtad entre los compañeros de uniforme y Fer recuerda el archiconocido “Uno para todos y todos para uno”.

Mónica señala que a los diez o doce años, ella leyó mucho a Dumas y quedó saturada, y que ahora al leerlo le ha resultado muy predecible, a lo que Carmen replica que también hay sucesos impredecibles, como la muerte de Constance. Mónica se muestra perpleja por la comparación que en el primer capítulo hace el autor entre su novela y el Quijote, y también le parecen irrisorios los retos iniciales D’Artagnan, escenas llenas de tíos pletóricos de testosterona, lo que Carmen contrasta con el rumbo que sigue posteriormente la narración y Soledad compara con los ambientes legionarios, donde sólo hay cabida para la pelea y la violencia. Por último, Mónica lee un párrafo donde el narrador “se mete con todos”, ante lo que Eugenio advierte que con unos más que otros, puesto que incluye a los hugonotes en la enumeración de ladrones, mendigos, lobos y lacayos.

Ruth agradece a Dumas que gracias a esta novela haya descubierto los audiolibros, que a través de una aplicación para móviles hacen que los viajes en coche puedan ser algo entretenido, a lo que añade Carmen la buena pronunciación de los nombres propios en el idioma original. Ruth dice que le ha resultado ameno, aunque las cien primeras páginas son algo difíciles; lo define como un folletín, con mucho enredo y un final inesperado que probablemente no aparezca en la versión de dibujos animados de los Mosqueperros. Soledad comenta entonces que tampoco en esta versión infantil saldrá tanto puterío, y Carmen recuerda que Milady seduce a D’Artagnan y él le cuenta los planes que luego ella desbaratará, lo que Soledad achaca a la ingenuidad de la juventud y Marta a que el protagonista de la novela estaba apollardao. Respecto al punto de vista de género, Ruth corrobora que ningún personaje femenino se salva, y que los hechos dan a entender que mujer inteligente es igual a mala mujer, a lo que añade Lis que por definición debe colegirse que la mujer buena es la tonta. Fer, por su parte, recuerda que el visionado en cine sólo refleja las peleas de espada, la acción.

Lis señala que la novela cumple su función como producto de entretenimiento, y menciona otros dos títulos menos conocidos de Dumas: el que inauguraría una trilogía que proyectó y dejó incompleta, susceptible de ser comparada con Los tres mosqueteros, y cuyo argumento histórico gira en torno a las conspiraciones contra Napoleón (y cuya protagonista es guapa y muy mala), y otro titulado La guerra de las mujeres, donde las dos protagonistas son mosqueteras que también rivalizan en el amor, y hay menos acción y más romance.

Fernandinho califica a Dumas de neutro en posición política para vender más, y reivindica determinada conciencia en el artista, a lo que Carmen replica que vender también es un talento, y pone como ejemplo a Lope y Cervantes, y lo importante que es saber contactar con el público. Al hilo, Fer recuerda el uso posterior que se hizo a las teorías físicas de Einstein derivando en la fabricación de la bomba atómica y Soledad recuerda la malísima versión de La casa de los espíritus llevada al cine, donde se modificó una generación de la saga con el fin de lucir a los actores principales.


La próxima Tragulia será el 28 de octubre, y hablaremos sobre Middlesex
de Jeffrey Eugenides.

domingo, 6 de mayo de 2018

"NOSOTROS, LOS RIVERO" DE DOLORES MEDIO


















   












15 de abril de 2018 (San Ruth): Nosotros, los Rivero / Dolores Medio

Reunidas (por orden de aposento comensal): Francisco, Eugenio, Fernandinho, Lis, Ruth, Elena, Julio, Carmen, Marta, Jorge, Soledad y Mónica.
P. d. 1º: Laura estuvo presente en la proyección-sorpresa de El gran dictador, de Charles Chaplin, celebrada horas antes en homenaje a nuestra matrona, pero ha tenido que ausentarse de la liturgia traguliana por motivos familiarmente justificados.
P. d. 2º: El escriba del presente Acta declara bajo juramento que las manchas de vino halladas en las hojas del cuaderno se deben únicamente a la torpeza de algún comensal o comensala que, sin ninguna intención aparentemente aviesa, ha vertido una copa distraída sobre su material de trabajo.

Como presidente de la mesa y promotor del Día de San Ruth, Francisco se disculpa sinceramente por no haber leído el libro; esgrime en su defensa que la misión que lo avala para esta convocatoria es velar por que recibamos la mejor acogida posible en los dos espacios donde hoy nos reunimos, además de procurar que la homenajeada, matrona nuestra, posea un ejemplar de la obra íntegramente editada, esto es, sin censuras ni recortes; esta edición es la que recientemente ha publicado Libros de la Letra Azul, novísimo proyecto editorial capitaneado por Ángeles Caso. Marta respalda la declaración de nuestro presidente, añadiendo que, además, él se encargó de ir a una librería de viejo para adquirir dos de los censurados ejemplares que hemos utilizado para esta tertulia; Francisco corrobora tan categórica afirmación, pero resta importancia a su mérito e insiste en excusarse de su inanición lectora, asegurando que el último libro que se ha leído hasta el momento ha sido Insolación, de Emilia Pardo Bazán.

A continuación, Eugenio trata de aclararnos por qué se está mostrando tan empecinadamente contrario al realismo, y para ello señala que ya desde el mismo concepto con que este estilo es etiquetado, se crea un equívoco en la expectativa, porque derivando del término «realidad» promete que va a reflejarla con mayor o menor fidelidad, transmitiendo a nuestra conciencia la visión errónea de que una ficción puede revestirse con estatuto de acontecimiento. Eugenio añade que probablemente él tenga un prejuicio incurable hacia el realismo, pero lo justifica diciendo que al leer somos propensas a identificarnos con el contenido y solemos derivar nuestro gusto estético de la simpatía o rechazo que sentimos hacia personajes y sucesos, obviando la forma de la obra y perdiendo su verdadero alcance artístico. Por otro lado, Eugenio recuerda que la autora, cuando recibió la notificación de que su novela había sido censurada, se saltó el procedimiento legal remitiendo una carta a las autoridades competentes en la materia donde rogaba que le fueran señalados los pasajes impropios con el fin de suprimirlos, y aunque más adelante, a propósito del informe censor de otra de sus novelas, Diario de una maestra, respondió Dolores Medio con un nuevo recurso donde ya sí reivindicaba la legitimidad de su texto íntegro, argumentando haber encontrado, en obras de otros autores publicadas por aquellos tiempos, alguna de las incorrecciones que se le imputaban a ella, no dejó de supeditar su expresión literaria a la necesidad de verse publicada; lo que, no obstante, Eugenio reconoce como perfectamente legítimo, pero insiste en que la intención reivindicativa de la autora, que tuvo suficientes motivos para rebelarse, habiendo sido maestra antes de la Guerra y posteriormente represaliada por ello, obligada a emigrar a Madrid y a trabajar y vivir en condiciones pésimas, se pierde tras la forma que da a su obra, de lo cual le parece muy significativo que en el informe censor se acuse a la narración de estar impregnada de «excesivo lirismo republicano y revolucionario», expresión que, según Eugenio, carece por completo de significado.

Fer pone cara de póker y pasa la palabra a su «meu bem», más conocida como Lis, después de desvariar ampliamente acerca de una película titulada La espera, que al parecer se vio obligado a ver la víspera, muy a pesar de que los personajes protagonistas, un italiano y un francés, no le inspiraban ninguna confianza. A juicio de Francisco, un italiano y un francés son de ese tipo de machos que «bien se quiere follar a todas, bien se las ha follado».

Lis afirma que a ella sí le ha gustado la novela, a pesar de haber tenido que leerse la versión censurada; argumenta que una parte de su interés por este libro se debe a que ella pasó su infancia en Asturias y siente afinidad por Oviedo, ciudad muy bien descrita en sus páginas, siempre bajo la sombra de la Vetusta de Clarín, nombrada en sus páginas explícitamente. A juicio de Lis, la autora es una mujer valiente dispuesta a contar lo que desea contar pese al riesgo que corre frente a la censura, siendo sincera y consecuente con sus sentimientos ideológicos; a ello, matiza Ruth que, en aquella época, era más fácil eludir la censura escribiendo desde el punto de vista de una mujer, a la que se le presuponía cierta ingenuidad e inocencia, incomprensión del funcionamiento del mundo, una especie de minoría de edad perpetua. Esta tesis es corroborada por Elena, que dice que el uso de una mujer joven como protagonista facilita la incursión de la autora en los terrenos más espinosos, como lo insulso de la vida social de posguerra, teñida por el miedo de los reprimidos y la sordidez de los represores; pone como ejemplos Nada de Carmen Laforet y Entre visillos de Martín Gaite, a los que Soledad añade la serie de Celia creada por Elena Fortún y Eugenio evoca La loca de la casa de Rosa Montero. Entonces, Soledad aprovecha que tiene la palabra para, acerca de la negativa de Eugenio a leerse el libro, recomendar que se haga el esfuerzo por leer aquello que en principio no entra bien, a lo que Eugenio replica que el esfuerzo debe hacerse cuando algo cuesta entenderlo y no cuando se tiene la sensación de que se está leyendo algo consabido; Fernandinho apoya esta afirmación añadiendo un ejemplo tomado de su experiencia como músico: asegura que a él le basta medio minuto para discernir si una composición, nunca escuchada antes, despierta su curiosidad o suena a refrito sin interés. Entonces surge un debate muy animado durante el que se expresan las diversas impresiones en torno a la manifiesta diferencia de estilo que existe entre la narración realista de Nosotros, los Rivero y la psíquico-onírica-filosófica de Orlando, libro de la sesión anterior.

Ruth comienza su intervención agradeciendo la sorpresa con la que ha sido agasajada esta mañana, y reitera que ha elegido esta novela porque en ella se muestra el inconformismo de una mujer hacia la realidad social, en unos tiempos tan hostiles como los de aquella época, y no sólo en España. Comenta que a ella también le ha gustado y nos recuerda que Dolores Medio, habiendo sido afín a la República, muestra sus reservas hacia la Revolución asturiana; sin embargo, Ruth se muestra crítica con la autora al considerar que la narración pasa “de puntillas” por todo el asunto de la desaparición o muerte del hermano de la protagonista, Ger, durante el conflicto social extremo arriba mencionado. Al hilo de los problemas de Dolores Medio con la censura franquista, por su afinidad con quienes perdieron la guerra, Soledad comenta que, dado este desencuentro, no entiende por qué recibió el premio Nadal; Eugenio por su parte señala que lo más antifranquista que hay en la novela es haber llamado al padre “Aguilucho” y Elena evoca el momento de su propia infancia en que descubrió que en casa había libros prohibidos disfrazados bajo la sobrecubierta de los que eran preceptivos.

Para Elena, la novela es plana y sin emoción, pese a lo prometedor del argumento; a su juicio, es una obra con muchas posibilidades que termina siendo anodina. También reprueba que la autora, como ha dicho Ruth, pasase de puntillas sobre los acontecimientos más notables, haciendo perder interés a su obra, despojándola de entidad literaria. Elena no descarta que todo esto se deba al peso del fantasma de la censura, y pone como ejemplo la escena en el interior de la catedral, donde la protagonista sufre una agresión sexual: en la narración queda en anécdota insustancial que ni siquiera causa indignación, y de su lectura no alcanzamos a saber si se ha tratado del típico acoso, de un abuso físico o ha habido violación.

A Julio, como diría Carmen, el libro le ha gustado “normal”; insiste en que, seguramente, se deba al problema de la censura, y hace sembrar la discordia entre Eugenio y Francisco cuando, a propósito de la escena anteriormente mencionada por Elena, plantea la diferencia entre sobar y sobetear.

Marta indica que, si no ha entendido bien, lo que Eugenio quiso alegar como justificación de su rechazo al realismo, se basa en la suposición de que el lector de novela realista pierde su capacitad de criterio evaluador y no puede eludir los prejuicios que el autor le transmite durante la lectura, considerándolos fruto de objetividad. Eugenio replica, por alusiones, que habitualmente se suele narrar con estereotipos prefijados en función del tipo de receptor al que se presupone que quien lo hace se dirige, pero que no hay que olvidar que esta intención puede ser sospechosa, por ejemplo comercial, salvo cuando se escribe con intención didáctica o testimonial, pretendiendo que lo que una ha visto, sabe o conoce, sea transmitido a los demás, a modo de herencia; pero Eugenio señala que esa no deja de ser una intención inmadura, y que el verdadero talento literario se logra cuando la autora escribe para satisfacerse a sí misma. Soledad muestra entonces su conformidad, y recuerda que, en los años cincuenta, lo único que preocupaba a Dolores Medio era que le publicaran su obra para poder dedicarse a ello profesionalmente; entonces Marta comenta que la cuestión es saber diferenciar la obra realista bien escrita de aquella otra que no es tal, e insiste en que, para cualquiera, afrontar la lectura de una obra realista implica el mismo esfuerzo literario que hacerlo de una naturalista, poética, onírica o lo que sea. Por último, reitera que Nosotros, los Rivero le ha parecido una novela digna, muy a pesar del velo de la censura que cayó sobre la versión que ha circulado durante más de cincuenta años, y aunque su autora no posea la maestría que llega a alcanzar Rafael Chirbes.

Carmen señala que a ella la novela le ha dejado indiferente, “ni fu ni fa”, y aunque no le resta interés a la historia que cuenta, considera que la forma de contarlo es más importante y en este caso no le ha llegado. Dice que por ello la trama resulta anodina, y que probablemente sólo durante una década tan gris como la de los cincuenta en España, se podía haber concedido un premio literario a esta obra; por otro lado, Carmen comenta que los personajes son bastante superficiales, muy estereotipados, y que resulta paradójico que la narradora no deje de insistir en anunciarnos que pertenece a una familia de aventureros, sin dejar de mostrarse ella misma tan sosa.

A Jorge le ha parecido un libro bastante insulso a pesar de que está bien escrito, ante lo que Carmen reitera que el personaje de Lena es bastante ñoño; Jorge incide a continuación en que, no obstante, le ha gustado bastante más que el anterior (Orlando) porque de éste no fue capaz de entender la narrativa onírica de Virginia Woolf.

A Soledad le ha gustado el libro, y argumenta que ella prefiere el realismo a la literatura fantástica, a lo que Eugenio señala que no es cuestión de oponer lo realista a lo fantástico, y hace alusión a la película El último guerrero, de Daniel Monzón, para ejemplificar que una historia de fantasía puede albergar metáforas que reflejen un punto de vista acertado sobre la realidad. Por otro lado, Soledad muestra su agradecimiento a Nuestra Matrona por habernos traído este libro a la Tragulia, ya que ello le ha posibilitado haber conocido a su autora.

Mónica se lo ha leído (¡y ya es el segundo!) pero dice que no le ha gustado el final, que tiene el cliché típico del protagonista que parece viajar en el tiempo para contar su historia y decir “Mirad: a pesar de lo mal que lo he pasado, aquí sigo”; también dice que le ha parecido insustancial el tratamiento de la historia, y que si hubiera sido narrado desde el punto de vista de cualquiera de los otros personajes (María, Ger, Heidi; sobre todo Heidi, que le parece un personaje fascinante), hubiera sido mucho más interesante. Por último, Mónica se pregunta el porqué de ese “Nosotros” en el título, si la mayoría de las integrantes de la familia son mujeres.

Para la próxima cita, Soledad elige Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas padre; concertamos como fecha el 22 de julio.