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lunes, 16 de septiembre de 2019

"CAPITANES DE LA ARENA" DE JORGE AMADO
















































14 de julio de 2019: Capitanes de la arena / Jorge Amado


Reunidas Jorge, Araceli, Elena, Marta, Mónica, Nuria, Lis, Fernandinho, Julio, Ruth y Eugenio.

Después de los postres, las infusiones y la oportuna ingesta de espirituosos, la sobremesa queda inaugurada por Mónica mediante generosa ofrenda de variados marcapáginas. Luego abre la sesión Fernandinho, prescriptor de la obra elegida para la ocasión; nos comenta que el autor, con quien comparte país natal, es un importante referente literario en las escuelas de Brasil, donde se utiliza su obra para fomentar la lectura entre adolescentes y jóvenes.


FERNANDINHO muestra la edición en portugués de la novela, que a Ruth le parece entrañable, y a continuación señala que eligió el libro porque le interesa conocer la opinión traguliana sobre un autor tan importante en su país, así como hacerse una idea de lo que pueda representar Jorge Amado en España. Fer señala que él prefiere el clásico Gabriela clavo y canela, pues es «otra historia», y que la obra de Amado es muy extensa, pero el título que ha elegido tiene un encanto particular por haber sido ambientado en Salvador de Bahía, cuya cultura es bastante particular: con un ochenta por ciento de población negra, podría decirse que a cualquier hablante del portugués le es imprescindible usar un diccionario para entender el dialecto, al que compara con el gallego en España, lo que a Elena le sugiere que se trata de un idioma hermético y a Mónica le hace evocar a un «gaditano ebrio»; Fer añade que en Bahía existe una percepción distinta del tiempo, lo que se muestra tanto en la impuntualidad de sus habitantes, capaces de retrasarse asiduamente más de dos horas por cita, como en el ritmo que imparten en la ejecución de la samba, cuyo frenesí carnavalesco se transforma en una pausada cadencia muy similar al reggae. Al respecto, Lis comenta que esta particularidad rítmica de los brasileños permite que algunos se presenten de visita en tu casa sin avisar y, según Jorge, también es motivo de conflictos internacionales para sus gobiernos e instituciones; Julio se imagina la inquietud que debe suponer acudir al médico y, tras breve debate sobre la cortesía y los protocolos, Fer confiesa que cuando se ofrece para trabajar como «percusionista brasileiro», anuncia entre sus virtudes la puntualidad.


Fernandinho considera que Jorge Amado ha compuesto un reflejo poético de Salvador de Bahía; como miembro del Partido Comunista, trató de trasladar sus ideas políticas en Capitanes de la arena, por ejemplo dibujando un personaje como el Cura, que «ayuda pero poco»; comenta entonces Araceli que este sacerdote es un ingenuo, y Lis destaca su bondad y pureza, añadiendo Fer a continuación que los sacerdotes católicos tienen su origen en las misiones a la Amazonía, y que en su mayoría siguen impregnados de intenciones pedagógicas, aunque uno de ellos, salesiano, le obligó a él mismo cuando era niño a escalar un barranco a pesar de sus manifiestas limitaciones físicas; recuerda entonces Elena las misiones emprendidas por los jesuitas, a lo que Mónica señala que los misioneros son más clasistas y Araceli los llama elitistas. Así, respecto a la educación religiosa, Fer comenta que no tienen nada que ver los salesianos brasileños con los de España, y cuenta que la población del Brasil llegó a constar de doce millones de esclavos procedentes de la costa occidental africana, y que por aquellas fechas era Salvador de Bahía el principal puerto receptor de tan vergonzoso comercio. Elena pregunta si en el año en que está localizada la novela estaba Brasil gobernado por una dictadura, a lo que Fer responde que era un régimen dictatorial controlado por la burguesía y aún basado en la esclavitud; entonces Mónica apunta que le ha parecido una novela ñoña y también critica el tratamiento de héroe que se le da al protagonista, a pesar de ser un violador; Fer comenta que hay que tener en cuenta dos aspectos más del contexto: por un lado la época de la novela y por otro el tratamiento que recibe la mujer en aquella sociedad. Elena puntualiza que tal vez no sea una cuestión de épocas, sino de clase social, y a continuación señala que los personajes están un poquito idealizados y que no le resultan creíbles, pero Araceli dice que no está de acuerdo porque hay que considerar el contexto social y temporal (Salvador de Bahía en el año 1937); Ruth señala que también hay que tener muy en cuenta la edad del autor al escribir esta obra: 25 años. A continuación se entabla un debate acerca de los personajes y Lis recuerda que algunos de los secundarios están basados en personas reales que fueron célebres en su momento, y menciona al Profesor, que a su juicio es una especie de alter-ego del autor. Fer recuerda entonces a la protagonista femenina, Dora, de quien Elena dice que es un personaje muy naif y Mónica la llama «pitufina»; entonces Araceli señala que hay cierto idealismo épico en la narración.


Por último, Fernandinho añade que existe una película basada en el libro, con música de Carlinhos Brown, que es bastante popular en Bahía y refleja las costumbres del lugar, y nos anima a verla aunque advierte que lamentablemente no ha sido doblada al castellano y, aun conociendo el portugués, el dialecto en que se ha rodado es difícil de entender; dice que sorprendentemente le gustó más la película que el libro, y concluye recordando el problema social trasfondo de la obra, que describe el gran número de «niños sin ley» que se drogan esnifando pegamento, van armados y carecen de cualquier tipo de escrúpulo; Araceli remarca este hecho: que el autor pretenda reflejar una durísima circunstancia social y logre hacerlo de una manera poética, y respalda esta afirmación citando el pasaje de Carrusel. Por su parte, Ruth pregunta a Fer si sigue existiendo esto en Salvador de Bahía, a lo que Fer asiente y añade que ahora ves más niños pidiendo comida, y que el nuevo presidente, el ultraliberal Bolsonaro, mantiene un manifiesto contacto con la mafia encargada de asesinar a los niños que custodian los barrios chabolistas.


MARTA comenta que no le ha gustado el libro debido al estilo literario, a base de frases cortas, a modo de cuento o literatura juvenil que no le ha entusiasmado; argumenta que le ha resultado demasiado sencillo, aunque se pregunta si será culpa de la traducción; Nuria señala que es muy repetitivo y Elena ve cargante el exceso de lemas, que sin embargo Araceli asume como una manera de aleccionar a los lectores sobre lo que se está narrando. Pero a Marta sí le ha gustado conocer una realidad diferente, la de la cultura brasileña, de otra época y de otro hemisferio; sobre todo destaca el tema de las distintas religiones. Sobre este asunto, Fer recuerda las diferencias entre los diversos rituales de la cultura africana afincada en Brasil: el candomblé, la santería, el vudú… Jorge recalca la importancia de la percusión en estos ritos y Fer puntualiza que la percusión se considera sagrada por ser puerta de acceso a un estado anímico superior, cuando los asistentes alcanzan el éxtasis, por lo que allí se impone en los mismos ritos católicos frente a la tradicional liturgia cristiana, ya que el instrumento de percusión se identifica con el propio cuerpo humano; habla entonces Elena del tambor sagrado y Nuria de los orishas. Al hilo comenta Jorge que en la religión local parece que se entremezclan los misioneros y la magia negra, a lo que Fer recuerda que aquellas personas que usan la magia negra deben pagar sus efectos «con la misma moneda», y menciona la sangre animal de los sacrificios y a la diosa Yemanjá, habitante del fondo del mar, que Jorge califica de diosa madre mientras Araceli nombra al dios Oxalá. Añade entonces Fer que el autor comenzó a introducir el candomblé en la literatura, así como la capoeira, creada por esclavos angoleños, a lo que Jorge señala que con este tipo de baile se ejercitaban los esclavos como entrenamiento para la rebelión, lo que a Mónica le lleva a recordar la escena del Reformatorio donde las autoridades proveen a los internos de machete y hoz para que trabajen, detalle que a ella le parece una incitación a la rebelión, aunque Jorge indica que los presos están bajo una especie de síndrome del elefante atado, que pese a su enorme fuerza no se ve capaz de liberarse de la cadena, por haber sido atado a ella desde pequeño. Mónica señala entonces que las escenas de tortura en el Reformatorio le han resultado de una violencia gratuita, pues no parece eficaz dejar inútil a quien deseas sacar información, a lo que Fer opina que la tortura es por encima de todo un castigo. Finalmente, Marta destaca el final heroico de los protagonistas, aunque también le ha parecido excesivo; por su parte, Araceli concibe como lección final el hecho de que cada cual ha de seguir con sus penas a cuestas.


ELENA comenta que le ha resultado demasiado tópico e indica que, aunque el autor pretenda reflejar una situación social muy dura, a su juicio se queda en la intención, que no alcanza a reflejarlo todo y que esa lucha de los oprimidos resulta muy estereotipada. Critica que de la huelga sólo se haga una simple mención y no obstante sea el hecho que convierta a los protagonistas en revolucionarios; también le parece censurable el tratamiento que en el texto se da a la violación, que parece que la justifica, a lo que Araceli subraya que es el reflejo de una realidad social y que ésa es la imagen que la sociedad impone de la mujer; por su parte, Mónica replica que el autor termina colocando al violador en el papel de héroe de la novela. Fer comenta entonces que la sociedad brasileña es rematadamente machista, pero Elena plantea si ante eso debe exponerse la aceptación o la resignación ―en plena controversia sobre el tratamiento denigrante hacia las mujeres, Eugenio propone un debate filosófico de hondo calado: «¿Tiene alma la mujer?»―. Elena continúa su intervención señalando que a su parecer la novela justifica la existencia de violencia, en ese entorno de pobreza y orfandad, e insiste en que la descripción que hace el autor de la violación, rodeándola de cierta sensualidad, da la impresión de mostrar que a la víctima le ha gustado, ante lo que recuerda Araceli que en la ignorancia muchas jóvenes violadas creen que en ello consiste el placer. Mónica evoca la escena en que se expulsa del grupo a los homosexuales, «pero sólo a los pasivos», a lo que Fer remite a la traducción.


A RUTH le ha gustado leerlo, aunque también le ha parecido bastante infantil, repetitivo y poco “profundizador” en los personajes y en los temas importantes. También le ha decepcionado el “final feliz”, que considera un desenlace rápido, así como le ha llamado la atención que el autor margine a las chicas, ya que ellas también están sujetas a esa condición miserable y a ese mismo destino cruel que amenaza a los protagonistas, incluso más miserable y cruel que para ellos, dada su condición de mujeres; evoca entonces Mónica el pasaje en que Dora va a pedir trabajo. Fer comenta que el voto femenino se alcanzó en Brasil antes que en España, y al hilo nos metemos en un debate sobre la historia patria donde comentamos lo reaccionaria que es la juventud en nuestros días, respaldada tal opinión por algún caso afrontado por una amiga psicóloga con que nos documenta Nuria.


NURIA señala que le ha impresionado la penosa realidad de los niños, consecuencia de la nefasta educación que reciben y de la falta de afecto, localizando en estas carencias el límite de su desarrollo como personas; Julio recuerda entonces que cuando Sin Piernas es acogido en una casa, no soporta la ausencia de la pandilla y regresa con ellos, lo que Fer interpreta como que el chico ha entrado en un círculo vicioso del que no puede salir, Mónica considera que tiene el odio arraigado y Elena ve el origen de su rechazo en la rabia adquirida, aunque también señala que la familia de acogida no le quiere tanto a él como al recuerdo del hijo perdido. Nuria comenta que en todo caso se trata de un fuerte problema de autoestima y pone como ejemplo los casos de buying en los cuales no es tanta la fortaleza del agresor como la del grupo que le apoya, y Jorge piensa que se sigue el principio de que para las personas criadas en un ambiente hostil, «lo que no mata, hace fuerte». Destaca Nuria que en la novela Pedro el Bala pase de ser un capullo a convertirse en líder del grupo, aunque lo achaca a cuando el chico conoce la historia de su padre, ya que esto le sirve de estímulo, convirtiéndose en un referente para hacer crecer su humanidad; Lis señala la importancia de los orígenes en la formación de la personalidad, pero Mónica considera que la novela no muestra bien esa metamorfosis, lo que lleva a un desenlace artificial, y Elena habla de una fallida evolución ideológica; no obstante, Nuria ve que en la búsqueda del arraigo se rompe el pesimismo de los personajes, que en un principio tienen muy asumido que para ellos no existe posibilidad de cambiar de vida, a lo que Jorge señala que en esas circunstancias te vas cerrando puertas tú mismo y Fer indica que lo que necesitan es poder tener esperanza. Nos cuenta entonces Araceli que hay una exposición en el Museo de América donde la escultora ha añadido al retrato los antecedentes de la persona modelo, y Jorge habla de una angoleña casada con colega suyo que quería salir como fuera de su país; «para ser feliz», añade Marta.


A LIS le ha gustado porque en su opinión, aunque le da mucho coraje el tema de los niños-soldado, el tratamiento que da el autor al asunto es lírico; coincide con Nuria en que este tema le da rabia y que los niños, en el fondo, se comportan como mala gente, pero destaca que los protagonistas de la novela, al alcanzar cierto nivel de madurez, sean conscientes de su situación y se planteen su futuro. Lis recalca la importancia de contextualizar el contenido del libro, y pone como ejemplo el tratamiento que se hace de la huelga en su descripción; por otro lado, recuerda que hoy en día viven muchas personas cuyas abuelas han sido esclavas, y que estas personas no han tenido infancia ni recibido el cariño necesario. Añade que la violación sistemática de niñas es una realidad que aún existe, incluso en Occidente, circunstancia que Nuria identifica con casos recientes en nuestro propio país, y Julio considera que, hoy en día, se ve empeorada con el consumo y tráfico de drogas, lo que hace recordar a Elena que en la novela no se mencionan las drogas, y Mónica apunta que sólo se habla del consumo de alcohol. Finalmente, Lis menciona los nefastos mecanismos coercitivos del Reformatorio, cuyo nombre parece un horrible sarcasmo al no existir ni atisbo de intención educativa, observación que Nuria corrobora llamándolo «criadero de esclavos».


ARACELI insiste en que a ella le ha gustado el libro y nos recuerda que pretende ser un documento social, aunque con tratamiento poético y espíritu divulgativo, que muestra las eternas diferencias entre Norte y Sur y describe una sociedad muy polarizada, hablando de «los ricos»; Nuria recuerda que la peste la envían «los de abajo». Araceli señala por otro lado que en la novela se refleja bien que los protagonistas, aunque traten de comportarse como hombres, son niños, manifestándose por ejemplo en su noción del robo como aventura; asimismo destaca la descripción de los lugares, que el narrador hace vívidos. Respecto al punto oscuro ―la violación de Dora―, Araceli señala que la niña cumple el papel de «la mujer» en la novela, papel al que Lis ve identificado el de proveedora de afecto para el grupo, «virtud femenina». Por último, comenta Araceli que le ha gustado mucho el recurso literario que emplea el autor al iniciar y finalizar la novela mediante crónicas periodísticas o recortes de prensa, ante lo que confiesa Nuria que al principio llegó a preguntarse si en algún momento comenzaría el relato, si habría alguna historia.


A JULIO le ha parecido bien que el libro nos haga ver la cruda realidad social de la zona y de la época; también recuerda que, posiblemente, en la época en que está escrita la novela existiera una censura que obligara al autor a dulcificar y maquillar su narración. Confiesa que ha sentido compasión por los niños protagonistas, que se ven obligados a comportarse como hombres para sobrevivir, y califica el Reformatorio de una trituradora donde los internos son la carne que la alimenta. Respecto a la forma de la obra, Julio también opina que el relato es repetitivo y se hace cansino, aunque insiste en tener en cuenta que el autor tenía veinticinco años cuando lo escribió, detalle que en este sentido parece determinante; Araceli señala entonces que Jorge Amado es una especie de «humanista conservador». Por último, Julio desea destacar la cuestión urbanística respecto a la separación por barrios y clase social que se produce en las grandes ciudades, y se pregunta hacia dónde irá este segregacionismo, a lo que Fer comenta que en la actualidad se está produciendo la concentración de los barrios obreros y Eugenio recuerda que se ha puesto de moda la construcción de muros; por otro lado, Fer cuenta que es ejercicio común entre las bandas de ladrones hacer incursiones multitudinarias a las playas turísticas, a modo de saqueo, y que en otras ocasiones usan maneras de los antiguos salteadores de caminos, cerrando la salida de un túnel de carretera para robar a los automovilistas que quedan atrapados dentro.


MÓNICA recalca que se ha leído todo el libro y que no le ha gustado, que la historia le parece ñoña y que la narración se vuelve molesta cuando trata la denuncia con un estilo mediocre; señala que el toque «Robin Hood» se le antoja extraño, sobre todo teniendo en cuenta que en la idealización final del protagonista se ensalzan virtudes heroicas después de mostrarle como responsable de una violación. Respecto a ese final de la novela, le ha parecido inverosímil, a lo que Nuria comenta que su objeto es dejar abierta la puerta a la esperanza, Lis señala que es una manera de especular con el pasado de algunos héroes populares que existieron realmente y Julio menciona el final del Pintor; pero Mónica insiste mencionando el caso de Pedro el Bala, de quien no le resulta creíble un amor platónico, o al que llaman el Gato, de quien Araceli dice que es el típico «chulo-putas», Nuria lo llama «delincuente majete» y a Jorge le lleva a evocar aquel “Soy un truhán, soy un señor”. Respecto a otros personajes, Nuria menciona al Cura, de quien dice que siempre se pone de simple, a lo que Jorge recuerda que tiene una noción distinta del dinero, y Lis, que vive una realidad diferente; Araceli señala entonces que hay en él una personificación de la Teología de la Liberación, Mónica menta a los curas obreros de los barrios del Madrid franquista, Ruth opina que los niños se acercan a él atraídos por cierta bondad ingenua y Nuria cree que es porque les trata como a personas, sin juzgarles, lo cual les sorprende. Por último, Mónica nos cuenta que se ha acordado de la experiencia transmitida por una amiga suya que estuvo trabajando como cooperante en La Paz, Bolivia, y que le dijo que allí los ricos viven en el valle y los pobres en el alto, lo que sorprendía a su amiga y le provocaba una gran inseguridad, a lo que Marta responde que a los pobres no se les ocurriría amotinarse, pues tienen una mentalidad servil; Mónica concluye la anécdota señalando que su amiga sufrió el llamado «síndrome del cooperante», que consiste en tener que vivir en destino como si pertenecieras a la clase pudiente.


Para EUGENIO, el realismo social que denuncia los males de unos sectores pero está destinado a lectores de otra clase, no cumple su deseo de cambiar la sociedad, por eso no cree que esta novela llegue a cumplir su objetivo, aunque Araceli considera que esto no es del todo cierto, puesto que poner en conocimiento de una clase más culta los males de otra analfabeta, al hacer conscientes a sus miembros de lo que está pasando a su alrededor, es un paso adelante para la transformación de las circunstancias; Eugenio señala, no obstante, que nunca debemos perder de vista que la literatura es ficción, y por tanto invención humana cuando no mentira, y que precisamente esa conciencia de la falta de realidad verdadera diferencia, por ejemplo, a la literatura con mayúscula de la de mercado; Marta, por su parte, considera que no debe juzgarse todo el realismo social en base a Capitanes de la arena, y pone como muestra de alta literatura en este género la obra maestra de Luis Martín Santos, Tiempo de silencio. Por último, Eugenio cree que la señalada mención a la huelga no es una forma digna de homenajear la voluntad del pueblo, sobre todo teniendo en cuenta que Brasil reúne gran tradición de una fiesta como el carnaval, que sí merece considerarse manifestación popular.


Con vistas a la próxima sesión, Francisco elige Autorretrato, del francés Édouard Levé. La fecha: el 13 de octubre.