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miércoles, 4 de abril de 2018

"ORLANDO" DE VIRGINIA WOOLF





















 



 

 





4 de marzo de 2018: Orlando / Virginia Woolf

Reunidas: Jorge, Mónica, Soledad, Eugenio, Francisco, Elena, Fernandinho, Lis, Carmen, Greta, Ruth, Julio y Marta.

Eugenio abre la sesión señalando que le ha gustado mucho la novela, y que con esta lectura ha crecido su admiración por Virginia Woolf, cuya obra considera una de las más importantes de la primera mitad del siglo XX. Respecto a detalles concretos del contenido, comenta que le ha resultado muy curioso el episodio en el que el protagonista se esfuerza por acrecentar la herencia recibida, como un legado moral del que decide responsabilizarse y después abandona; también recuerda la incorporación de Jonathan Swift a la nómina de clásicos siglos XVII-XVIII que la protagonista hace pasar por su salón. Por otro lado, Eugenio destaca el personaje de Greene, que al principio aparece como poeta isabelino habitante de los barrios más marginales, como era el caso de Shakespeare y, sobre todo, de Marlowe, para después aparecer como el erudito literario típico de la Ilustración, una vez que el Imperio británico ya está establecido y hace propaganda de su bagaje cultural; Marta recuerda que este Greene es quien critica en un primer momento el poema que está escribiendo Orlando, La Encina, para después publicarlo con todos los honores, y también llama la atención sobre cómo el protagonista va rompiendo con todo en su vida excepto con su poema. A propósito de poemas, Eugenio comenta que el crítico español Esteban Pujals señala en su Historia de la literatura inglesa que Orlando es una obra inspirada en el Don Juan de Byron, cosa que él no ha percibido en ningún momento, y le parece un apunte tendente a minimizar la obra de Woolf, consecuencia del conservadurismo de la crítica, por lo que resalta la originalidad e independencia de la autora, así como su espléndida entidad literaria, al margen de que tenga alguna importancia por ser pareja de Leonard, el editor, mérito con que hace poco leyó que se la evoca en un ensayo sobre Wittgenstein. Al hilo, Carmen señala que Woolf se propuso escribir lo que le apeteciera sin tener en cuenta ningún precepto dado, y que en sus composiciones no llama la atención sobre el sexo sino que giran en torno a roles; sin embargo, Jorge se muestra sorprendido de que alguien sea capaz de entender “a la loca esta” y no se haya entendido a José Luis Sampedro en El amante lesbiano, teniendo en cuenta que esta novela también trata de la cuestión de roles marcados por la vestimenta. Entonces la mayoría de los presentes, menos Jorge, comentan la dificultad y limitación que impone la moda femenina para hacer frente a según qué actividades, y a ese respecto se pone de relieve que la protagonista se muestra encantada con lo bien que le sienta su recién estrenado traje de seda, a pesar de que corre el riesgo de ser la primera persona en hundirse en caso de naufragio; Mónica menciona entonces la anécdota de una novia que se ahogó por haber estado haciéndose las fotos de la boda en la playa y ser sorprendida por una inesperada subida de la marea, y recuerda las ataduras en las rodillas a las que se sometía a las mujeres a principios de siglo XX, para que llevaran faldas de tubo sin raja, lo que las obligaba a andar con pasos cortos; a ello Jorge señala que eso ya lo habían inventado los japoneses muchos siglos antes, con los vendajes en los pies de las geishas. Siguiendo el hilo, Soledad reconoce que le gusta usar tacones de vez en cuando, porque opina que le sientan muy bien y camina más erguida, a lo que Mónica replica que si hay un incendio será la primera víctima y Jorge apunta que, como aparezca el violador, puede darse por jodida, añadiendo a continuación que esto es algo similar a esa cierta predilección de algunas mujeres por conducir todoterrenos, porque sentirse más elevadas les confiere (irrealmente) seguridad; por su parte, Fernandinho, apoyado por Francisco, confirma que los tacones acentúan los gemelos y el culo, lo que ambos aprueban emitiendo sonidos guturales. A colación de todo esto, Marta nombra el desastroso culo de Yoko Ono, y demuestra la apreciación exhibiendo documentación gráfica comparativa con el de John Lenon.

Elena apunta que lo que más le ha sorprendido de esta novela es el lenguaje poético que usa la autora para elaborar las descripciones, y cita como ejemplo de ello las que reflejan el paso de las distintas épocas sobre el río, con los grandes cambios climáticos, incluidas una gran helada y el proceso de humidificación del ambiente que atravesó Inglaterra. Para ella, la muerte de Orlando se produce en el episodio final, cuando se recalca la fecha de un día exacto de octubre de 1928; al hilo, Eugenio hace mención a que en ningún momento hay una datación concreta, salvo alguna referencia histórica y con excepción del momento a partir del cual Orlando viaja de regreso a Londres desde Turquía, ya convertida en mujer. Mónica comenta entonces que en la época en que Orlando habría viajado a Constantinopla, quien está escribiendo en Londres es Aphra Behn, dramaturga y novelista muy popular en la Inglaterra previa a la reina Ana, y que hasta ahora ha sido muy poco traducida al castellano, y Carmen señala que, a pesar de que a Woolf se la menta como escritora liberal y feminista, ella se limita a reivindicar el malestar de las de su clase social, por lo que en sus novelas las mujeres de clase trabajadora continúan siendo ignoradas. Elena habla a propósito de la coincidencia con que la protagonista se siente identificada con el momento histórico, cuando empieza a mencionar el «Espíritu de la Época» y sus esfuerzos, en ocasiones irónicos, por responder a los postulados; y Soledad recuerda que en aquellos tiempos en que la mujer se incorporaba a la literatura, la poesía era un arte mayor reservado a los hombres y sólo para la novela, como arte menor, tenían determinado acceso.

Fernandinho denuncia la existencia de prejuicios “laborales” en función del género, que tratan de mantener las ventajas del sexo masculino sobre el femenino, ante lo que Eugenio menciona que el argumento principal de quienes defienden estos roles se apoya en una supuesta división ancestral del trabajo social basada en condicionamientos naturales según los cuales el hombre ha sido dotado para la caza y la mujer para la crianza. Pero Fernandinho deriva el tema del machismo hacia la situación actual y Lis apostilla que a una mujer que ha accedido a un puesto de responsabilidad, se le presupone una elección entre su vida privada y la profesional, habiendo tenido que anteponer ésta y renunciar a algo de aquélla, mientras para un hombre no habría necesidad de prescindir de nada personal, pues se considera que existe una compatibilidad automática entre lo que el trabajo y la sociedad le exigen que cumpla. Mónica, Fernandinho y Julio corroboran a su vez que en países no occidentales existen distintas ONGs que conceden microcréditos sólo para mujeres porque son ellas quienes se encargan de administrar y hacer progresar las economías domésticas y regionales, y Fernandinho añade que cuando todos asumamos la igualdad de capacidades, habrá una igualdad de derechos efectiva. Marta le pregunta entonces por qué piensa él que los hombres no terminan de asumir esta igualdad, y que una pueda llorar, maquillarse o expresarse según sus predisposición, preferencias y con entera libertad, sin sentirse juzgada por la malintencionada observación que inmediatamente califica sus actos como «femeninos»…; Mónica añade que la raíz del problema de nuestras sociedades está en el patriarcado como sistema y no los actos machistas en sí.

Lis comenta que le han llamado mucho la atención los distintos cambios de época que transcurren en la novela, manifestados entre otros motivos a través de la evolución de los transportes, así como en las alteraciones que se dan en la mansión familiar del protagonista; también destaca la imposibilidad legal que tenían las mujeres para heredar propiedades inmobiliarias, representada en el litigio judicial en que Orlando se ve envuelto cuando regresa a Inglaterra convertido en mujer; también apunta Lis que le han gustado las situaciones que se dan en la tertulia cultural de Lady R., y equipara estos encuentros a nuestras tertulias. Mónica resalta la importancia discriminatoria de la indumentaria femenina basada en los miriñaques, muy de la época, Jorge añade que aquella moda la actualizó Agatha Ruiz de la Prada con su famoso vestido “hula hoop”, muy apto para viajar en autobús, y Soledad indica que ella, sin ir más lejos, hizo la comunión con un vestido semejante a los miriñaques, aunque era lo suficientemente flexible como para permitir que una se sentara sin que la parte delantera del vestido le tapase la cara. Finalmente, Lis apunta que a su juicio Orlando es inmortal, así como otros dos personajes de la novela: el marido que continuamente está naufragando en el Cabo de Hornos y el poeta-crítico literario Greene.

Carmen confiesa que, cuando leyó Orlando por primera vez, en sus tiempos universitarios, le encantó, pero ahora, en una nueva lectura, le ha cansado un poco; añade que a su juicio la autora está buscando la fama y el reconocimiento, introduciendo en la novela ese exotismo que atrae a los lectores ingleses, e insiste en que Woolf se obcecó en el anhelo de éxito y por ello acabó refugiándose en sus perros. Para Carmen, esta obra recoge una buena dosis de reflexiones sobre el arte, el amor, etc., y para ella es “pura literatura”, aunque considera que está destinada a lectores más exigentes; al hilo comenta Eugenio que para los lectores ingleses del XIX era muy importante toda la imaginería exótica, y que el padre de la autora fue un mediocre intelectual que pasó la mitad de su vida escribiendo un diccionario biográfico.

A Ruth no le ha gustado el libro, y señala que hubo varios fragmentos del mismo que no comprendía; dice que, a pesar de que empezó a leerlo con interés, llegó un momento en el que se perdió y lo achaca a que es una novela demasiado poética. Jorge comparte plenamente su opinión, aunque Ruth manifiesta que esto no le quita mérito a la novela, pero insiste en que para ella su lectura resultó cansina. Por último, menciona una conferencia de Laura Freixás en la Fundación March acerca de Virginia Woolf, titulada «Huerto, jardín y campo de batalla», cuyo visionado recomienda.

Julio, en su primera sesión con nosotras, manifiesta su incomodidad por el «lenguaje rebuscado» en que está escrita la novela, pero promete volver; Jorge sospecha que es por las viandas y el bebercio.

Marta dice que aunque ella no va a hablar mucho sobre el libro, le ha gustado: es la tercera vez que se lo lee y en las dos anteriores no captó significados con tanta claridad, aparte de que esta vez le ha agradado mucho el lenguaje literario tan retórico, así como el juego con la identidad de géneros. Marta insiste en que, a pesar de la dificultad para adaptar Orlando al cine, la película de Sally Potter es una buena versión, y las transiciones temporales que tanto destacan en el libro están muy bien llevadas. Fernandinho comenta que está de acuerdo con Carmen en la necesidad de que el autor sea capaz de transmitir a través de un lenguaje determinado la esencia de la historia que pretende comunicar, y Mónica recuerda a propósito la obra de Cortázar en que éste da instrucciones para subir una escalera, a lo que Marta comenta que a ella Cortázar no termina de engancharla, y que prefiere algo más realista, poniendo como ejemplo de ello a Chirbes; entonces Mónica insiste en que a ella no le engancha la poesía y sin embargo le ha gustado mucho el estilo de Orlando. Soledad, por su parte, opina que la clave puede estar en la traducción, sobre todo teniendo en cuenta que en este caso es Borges quien la firma, a lo que Elena añade la importancia del condicionamiento cultural en la comprensión, reiterando que en ocasiones el texto no se entiende bien; a ello señala Soledad que a su juicio se pierde el trasfondo feminista que tiene el original, y Elena está de acuerdo en que los matices de la interpretación que refleja el cambio de idioma hacen variar los significados. Entonces Mónica menciona a Laura Pujol, que es la traductora que ha hecho la versión de Una habitación propia editada por Austral, y Julio comenta que quizás el castellano de Borges sea el más adecuado para verter del inglés, a lo que Jorge subraya que a pesar de lo difícil que es versionear este libro, la película le ha resultado bastante cansina y decepcionante.

Mónica comenta que para un libro que consigue leerse completo le ha encantado, y ha llegado a la conclusión de que todas las mujeres antiguas que han llegado a los manuales académicos son “la polla” (¿?). Elena indica que le parece sorprendente que al hecho de haber tenido un hijo por parte de la protagonista, Woolf dedique únicamente una línea, y Mónica recalca que le ha encantado que Orlando se haga inmortal cuando se transforma en mujer, matizando que hasta después de ser embajador en Constantinopla, el protagonista tiene más o menos una edad coherente; al hilo, señala que le han encantado las recepciones como Embajador ―lo define como «ambiente Ferrero Roché»― y llama la atención sobre esa necesidad de emparejarse que sufre la protagonista al poco de convertirse en mujer, quizás parodiando uno de los mitos sobre el «eterno femenino» a que nos tienen acostumbradas los novelistas masculinos. Por último, añade que ha encontrado alguna clave para comprender el concepto de «lo sublime», como contemplación de la naturaleza que se cumple en los pasajes en que Orlando se extasía ante el horizonte o cuando se dobla un tobillo, ante lo que Jorge recuerda que él tiene un cuñado búlgaro que opina que no es necesario viajar cuando se tiene Internet; entonces la conversación deriva hacia la situación de contacto entre hombres, tan diferente entre el mundo árabe y el occidental.

Soledad comenta que le ha gustado bastante el libro y compara la situación del largo sueño de siete días del protagonista con el cuento de Félix Albo de la abuela durmiente, que “ronca que te ronca”; también dice que ella lleva cinco años sin fumar y ha disfrutado muchísimo el cigarrillo que se fuma la protagonista en la página 225. Entonces Marta insiste en que este libro ha dado mucho de sí y Ruth, haciendo uso de su derecho a elegir, anuncia que para la próxima lectura (cuya puesta en común celebraremos el 15 de abril) ha decidido acercarnos a la literatura de posguerra, para lo cual leemos a Dolores Medio en Nosotros, los Rivero.

Terminamos la sesión con la lectura por parte de Mónica de un fragmento de Orlando donde se recalcan los privilegios masculinos.