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viernes, 22 de diciembre de 2017

"EL PRÍNCIPE NEGRO" DE IRIS MURDOCH



  



  



 

 


 


 



26 de noviembre de 2017: El príncipe negro / Iris Murdoch

Reunidas: Carmen, Jorge, Laura, Eugenio, Lis, Fernandinho, Elena, Ruth, Marta, Mónica y Francisco.


Francisco abre la sesión confesando que ha leído unas setenta y pico páginas del libro, y que le está gustando; le parece que tiene un estilo muy británico, haciendo gala del humor ácido que para él caracteriza a esta literatura. Sobre la autora, manifiesta que es sorprendente que haya logrado un personaje principal tan hombre, a lo que Carmen añade que este personaje es un misógino; entonces Fernandinho señala que muchos autores brasileños abordan la escritura de sus novelas desde el punto de vista de una mujer, y así también tratan de lograr lo que para ellos es una escritura femenina, y Mónica por su parte comenta que muchos hombres tratan de identificarse con las mujeres y creen conocer su manera de sentir, pero que todo, incluso la música, se percibe de forma distinta en función del género, a lo que Jorge advierte que no hay que descuidar lo que se dice ni dónde y Lis corrobora que existe una forma de sentir como mujer que no puede dilucidarse mediante el análisis. Francisco continúa matizando que el protagonista es una especie de antihéroe, y que se muestra celoso por el éxito de otro escritor, Arnold, aunque asegure que el motivo por el cual lo considera inferior es por ser mediocre y asquerosamente comercial; también hace mención a los malos tratos en la pareja, que al comienzo del libro se desvelan, a lo que Carmen indica que el narrador deja entrever que la naturaleza del matrimonio es esa, y Mónica evoca el ojo morado de Rachell y Eugenio recuerda que la hermana del protagonista sufre un maltrato psicológico brutal, a lo que Mónica replica que el protagonista no es consciente de que su hermana Priscilla lo sufra. Entonces Carmen se recrea en la historia de Priscilla y Lis hace hincapié en el visón que ella reclama como la pérdida que más desea recuperar, símbolo de la anulación de personalidad que sufre, de la inmensidad del mal que arrastra.

Mónica declara que ella ha leído hasta la mitad del libro y le ha sorprendido mucho que la voz narrativa sea masculina; también le ha gustado la tan embrollada trama que se desarrolla, con la hermana, el cuñado, la ex mujer... Destaca que el protagonista esté tratando de cambiar de aires pero siempre haya algo que se lo impida, y le parece un argumento de folletín; se ha quedado en el momento en que Rachell se desnuda delante del protagonista, quien parece que terminará volviendo con su ex, suposición de la que se desengaña Mónica cuando le notificamos que el protagonista se lía con Julian; entonces lo califica como un acto de pederastia, pero Jorge rechaza la calificación porque ella no es menor de edad. Mónica habla entonces de cuando Arnold se va con Christian porque se ha formado un buen lío en casa de Bradley, y también menciona la escena en que éste visita a su cuñado, donde el protagonista adopta, a su juicio, un aire cómicamente teatral, muy visceral, a lo que Lis resalta su hipocresía porque en realidad no tiene ningún interés por lo que le pueda estar pasando a su hermana, salvo que ella se le ha acoplado en casa. Entonces Marta recuerda cómo reacciona Bradley cuando le comunican que Priscilla ha muerto.

Lis señala que la primera incursión en el libro le ha causado un poco de agobio, porque al principio no lograba ubicarse en la historia; le ha resultado especialmente significativa la trama que se trenza en los prolegómenos, con el texto firmado por el editor, al modo de las novelas del siglo XIX; por otro lado, también le ha parecido un tanto misógino el protagonista, a lo que Marta comenta que la autora perfila claramente un personaje misógino, y Carmen indica que tiene los rasgos típicos del género. A continuación, Lis menciona los malos tratos que se dan en la pareja y son asumidos por ésta con naturalidad, y Carmen advierte sobre la relación que se establece entre Bradley y Julian, clásica entre un hombre adulto y una apenas adolescente a quien deslumbra el sentirse objeto de la atención de un hombre mayor, y señala que en la práctica se produce una violación cuando él, al final, supuestamente «ha podido».

Laura confiesa que ha leído veinte páginas y que en todo momento el protagonista le ha caído mal, es egoísta y lo demuestra sintiéndose molesto con todo lo que hay a su alrededor. Le parece muy relevante que la autora sea mujer y también destaca la crítica a la pareja bien avenida, representada por Rachel y Arnold, con su permanente apariencia de felicidad; también señala que, según se deduce, la agresión no ha sido un episodio nuevo en sus vidas, a lo que Mónica señala que es la normalización de los malos ratos. Por último, Laura opina que Bradley se siente solo pero en realidad no echa de menos una pareja.

Carmen asegura que el personaje principal no le ha gustado nada, que le parece realmente patético; respeto a los diálogos, le han parecido muy ingeniosos, recordando al talento de Shakespeare, a lo que Eugenio evoca las varias páginas que dura la escena donde muchos personajes hablan sin mencionarse quién, pero donde queda muy patente quién se está expresando en cada momento. Carmen destaca el tratamiento de lo que a su juicio son los temas principales de la novela: el amor y la envidia; y también se muestra satisfecha con los personajes, sobre los que afirma que son de vodevil pero creíbles, dando especial relevancia a la descripción del artista vanidoso, aunque por otro lado considera que el debate estético está demasiado metido en la trama. Finalmente resalta el título, El príncipe negro, del que Marta indica que procede de Hamlet.

A Marta le ha gustado, y considera que esa envidia que puede ser calificada de normal, se ha descontrolado y entonces se vuelve malsana. La descripción de los personajes le parece estupenda y los rasgos del carácter bien definidos, como ocurre con los razonamientos de Bradley cuando se está enamorando de Julian; también subraya Marta el sentido del humor que destila la obra, al que Francisco llama socarrón. En torno a ello, Mónica menciona dos escenas: la de los calcetines de Bradley que terminan en los pies de Julian y cuando Priscilla se mete en la cama de su hermano con los zapatos puestos; por su lado, Eugenio recuerda cuando Francis diagnostica a Bradley que es homosexual y está enamorado de Arnold, pero destaca sobre todo la maestría psicológica que muestra la autora durante la escena en que Bradley termina entregando a Rachell la carta de Arnold.

Ruth dice que no le ha gustado, que los personajes le parecen todos bastante miserables y que ninguno se salva, lo que corrobora Lis llamándolos mezquinos y señalando que la autora se esfuerza por resaltar el lado oscuro de las personas. Ruth recuerda a Francis, que se muestra sumiso en todo momento y dispuesto a ayudar a quien sea con tal de tener un sitio para dormir, y sin embargo en el texto del epílogo que la autora escribe en su nombre, parece otra persona, completamente segura de sí misma, incluso pedante. Considera también que la novela expone cierta crítica al ego de los escritores, a lo que Eugenio añade que la vanidad de los escritores se modela en función del mundillo editorial al que pertenecen. Por último, Ruth menciona la película que se ha hecho sobre la autora, donde se habla de cuando empezaba a estar enferma de Alzheimer, a lo que Eugenio recuerda que esa película está basada en el libro que escribió su marido, que recibió duras críticas por haber mostrado un perfil de Iris Murdoch que ocultaba lo que ella realmente fue mientras estuvo en plenas facultades.

Finalmente, elegimos para la próxima sesión leer a Virginia Woolf, en concreto Orlando, a instancias de Mónica; hablaremos sobre ello el próximo 25 de febrero.


P.D. Comentario enviado por mail por Soledad que no pudo venir:

Acabo de terminar El príncipe negro de Iris Murdoch. Siento no haber podido estar en noviembre con vosotros, y voy a intentar aportar mi granito u opinión sobre el libro, aunque es corta. No me ha gustado mucho. Hasta la mitad del libro más o menos me tuvo interesada, pero antes de que empezase la segunda parte me empezó a costar seguir leyendo, pero lo leído entero. Vamos, que me han sobrado muchas páginas. No me ha caído bien ninguno de los personajes, la ex mujer de Bradley, Christian para mi es la más cargante, Francis un aprovechado, Arnold un pedante, Rachel una histérica y Bradley un estúpido, sólo salvo a Julian. Todo esto según lo que nos cuenta Bradley, claro. Sé que los personajes de los libros no tienen que caer bien, aunque a mi me gusta empatizar con alguno, aunque sea un canalla, pero en esta novela no salvo a ninguno. Los hubiese matado a todos. Está muy bien escrito, eso sí, pero no me ha entretenido, y yo quiero divertirme, pasar miedo, reirme, llorar o algo.

Bueno, no se me ocurre nada más, espero no pareceros yo muy cargante.
Besos y Feliz Navidad, nos vemos el 14 de enero en mi casa.

sábado, 14 de octubre de 2017

"MEJOR HOY QUE MAÑANA" DE NADINE GORDIMER

































Mejor hoy que mañana / Nadine Gordimer

Reunidxs: Francisco, Carmen, Laura, Ruth, Marta, Lis, Fer, Mónica, Jorge, Jorge Irati y Eugenio.
Abre la sesión Mónica advirtiendo que ella sólo ha leído setenta y seis páginas del libro, pero lo sitúa en Sudáfrica, durante el final del Apartheid, allá por 1994, época de la que todos nos acordamos; añade que ha estado leyendo ―en otras fuentes, porque el libro no terminó de engancharla― sobre la historia de Sudáfrica como país, y comenta que está estrechamente unida a la de los afrikáners, colonos holandeses, desde la guerra que estos mantuvieron contra el Imperio Británico (“de los Bóers”), a finales del siglo XIX, hasta la agresiva resistencia que ahora hace frente al nuevo régimen antisegregacionista; Francisco recuerda que Churchill participó como soldado en aquel conflicto bélico. Mónica señala que la vida de la pareja protagonista, formada por un hombre blanco y una mujer negra, es el hilo conductor de la novela, en la que no ha visto mérito para el premio Nobel, no sólo por ser posterior a su consecución, sino porque considera que más bien el Nobel ha posibilitado que Gordimer escribiera algo tan mediocre: a su juicio, la autora no relata bien, y aunque le parecen interesantes las partes en que sitúa al protagonista en la lucha antiapartheid (recuerda Carmen que era de origen judío), cree que no enfoca bien estos saltos al pasado, a lo que Jorge Irati comenta que quizás se trate de un deja-vu inverso, que daría a quien lo padece la impresión de no haber estado. Mónica continúa su crítica señalando que cree que la autora no saca partido a los personajes, aunque los hay con muchas posibilidades, como el hermano gay, al hilo de lo cual Carmen señala que los personajes en esta novela son simplemente anecdóticos, que la verdadera intención de su autora al componerla parece ser difundir la historia de Sudáfrica desde su punto de vista. Por último, Mónica destaca que en las páginas que ha leído nota cierto discurso antirreligioso, y termina corroborando que los personajes no están aprovechados, circunstancia que a ella ha llevado a evocar la estructura de El camino de Delibes, donde los múltiples personajes, que se reparten el protagonismo de los distintos capítulos del libro, enriquecen y colman la obra; Marta señala que está de acuerdo con Mónica, aunque ella se ha leído 200 páginas, y finalmente ésta propone que cuando se quiera leer un autor que ha logrado el Nobel, se elija un libro que haya escrito antes de haberlo recibido.
Jorge indica que él sólo se ha leído el título, y que está muy bien: Mejor hoy que mañana; se excusa de no haber continuado la lectura porque se encontraba despistado leyendo otro libro, Memorias de África, que empezó a leer después de ver la película y de sentirse enamorado de la historia que se cuenta sobre la discípula del aviador, por lo que cuando le toque elegir libro, propondrá las memorias de la aviadora Markham Beryl, Al oeste con la noche, abandonando entonces su propósito de seguir insistiendo en San Manuel Bueno mártir, aunque Laura asegura entonces que si Jorge finalmente elige la obra de Unamuno, ella se compromete a volver a leerla.

Jorge Irati tampoco ha leído el libro (de hecho, se une a nuestra sesión de forma espontánea), pero en lo que se refiere al asunto principal del mismo, indica que el final del Apartheid hay que relacionarlo con el reinicio del capitalismo en Sudáfrica, y que en realidad no supone la extinción del anterior régimen, tal como se demostró durante la celebración del Mundial de fútbol en 2008, durante el cual pudo verse en los estadios a blancos ocupando el palco mientras negros limpiaban el césped; corrobora que la segregación ya no es ilegal pero sigue existiendo, a lo que Marta añade que Gordimer lo refleja en la novela, y Carmen señala que la autora es muy crítica con el resultado de la transición a pesar de que la hija de la protagonista ya pueda estudiar. Entonces Jorge Irati se pregunta qué es lo mejor para los educandos, ya que todos los niños tienen la posibilidad de estudiar en instituciones educativas, pero se debe tener en cuenta los valores que éstas promueven, y recuerda que en Sudáfrica siguen existiendo guetos, a lo que Carmen matiza que la posibilidad, cuando no se desea la integración en el sistema, es emigrar, y añade que en otro contexto de la novela, el hecho de que las niñas pudieran estudiar se ve como una mejoría del sistema, aunque al final tengan que marcharse (indica Marta que el final de la novela queda abierto a otras posibilidades). Entonces Mónica cambia el tono de su crítica al afirmar que la autora narra y explica estos acontecimientos con buena letra, ante lo que Ruth recuerda a los amigos negros y gays del protagonista, a quienes llama “delfines”; Mónica evoca entonces la imagen de la fiesta gay en una urbanización que anteriormente había pertenecido a la clase de los blancos heterosexuales, y Francisco añade que esta urbanización se había abierto a otra clase social al tiempo que se producía la apertura del régimen. No obstante la última crítica favorable, Mónica insiste en que la narración adolece de estímulos y Carmen mantiene que es una obras de circunstancias, Ruth opina que es un libro de denuncia, Lis comenta que tal vez se trate de una mala traducción y Carmen reitera que Gordimer no ha alcanzado un logro literario con esta novela, aunque no deja de alabar los cambios de persona en la narración y, a continuación, recupera el asunto religioso para recordar que el padre de la protagonista era un pastor protestante, lo que a Mónica sugiere que a lo largo de la novela se profundiza en la cultura afrikáners, y plantea una pregunta sobre si existe tratamiento sobre ello en la novela, que Ruth responde negativamente y da pie a Francisco a recordar que los holandeses que se asentaron en Sudáfrica eran calvinistas, y que los ingleses llegaron después.

Eugenio asegura que no ha podido leer la novela porque está enfrascado en lecturas acerca del mito de Isis, aunque también confiesa que la obra de Gordimer no despertó su interés.
Por su parte, Francisco reconoce haber llegado hasta la página 200, hasta el pasaje en que la protagonista se desplaza a su lugar de origen para visitar a su padre; pero, a pesar de la corta existencia que le augura a este tipo de literatura, considera que es un libro necesario, que levanta acta de una época, de todo periodo marcado por la lucha y la revolución que coincide con el final de los regímenes totalitarios. Al hilo, Francisco cita a Tocqueville, quien consideraba la democracia como un estatus de mediocridad, fuente de vida sin sobresaltos pero insípida, siempre considerando la perspectiva de quienes han luchado contra una dictadura; recuerda entonces Carmen que el protagonista había hecho bombas para la resistencia política, y Lis que la protagonista estuvo en la cárcel por el color de su piel. Francisco señala que las dificultades sociopolíticas y económicas que adolecen los individuos provoca que ellos tengan más posibilidad de superarse al afrontar esa vida de compromiso, bien sea en su evolución profesional o bien por el cuestionamiento moral que aprenden a sostener sobre los hechos de su entorno, y ello posibilita que su integridad ética progrese con mayor soltura, lo que para Carmen explicaría que el regreso de los emigrantes de un exilio político o económico implique contrariedades a la hora de reintegrarse, que para Francisco es un problema común y conlleva una situación de estrés y para Lis es fuente de decepciones que también afecta a quienes lucharon desde dentro, pues la frustración les alcanza cuando no obtienen las libertades esperadas. Francisco señala a continuación que hay entonces dos posibilidades: o se sigue en la misma lucha o se busca lo anhelado por otra vía; para Jorge Irati, el caso concreto de la represión en Sudáfrica es muy particular, ya que en otras descolonizaciones británicas como la de la India, no hay un racismo tan exacerbado, y eso a pesar del sistema de castas, que se quiera o no tiene profundas raíces religiosas; Francisco se hace entonces eco de una afirmación ajena acerca de lo aberrante que es el racismo por ser una diferenciación basada en la apariencia más superficial, y por ello más injusta, y Lis señala que en la novela se produce un debate universitario donde se plantean reacciones xenófobas a causa de la llegada de inmigrantes de Zimbaue, a lo que Carmen advierte que más se trataría de rechazo a la pobreza que al color de la piel o a la cultura ajena, y que por tanto es clasismo. Al cabo, Lis recuerda que aquella circunstancia se produce cuando ya Mandela no es presidente y Jorge Irati comenta que, al margen de escenarios políticos, el rechazo al inmigrante es una cuestión económica que aumenta cuando la población receptora siente amenazados sus medios de subsistencia e por instinto se violenta para proteger lo que tiene.

Carmen comenta que la pareja protagonista sufre una especie de aburguesamiento a medida que avanza la nueva situación del país que describe la novela, aunque no se sienten a gusto y se plantean irse a Australia, lo que a juicio de Ruth podemos llamar desilusión, pero no quieren irse y sentirse culpables de abandonar el país; Lis advierte que en la novela, las mujeres no tienen opinión al respecto y deben hacer lo que dicen sus maridos. Carmen sostiene que no le ha gustado que la autora cuente con excesivo detalle las impresiones de los personajes, guiando de esta manera lo que percibe el lector y dejándolo sin posibilidad de formar su propia interpretación, pues aunque la narración parezca elaborada sobre la objetividad, los personajes quedan poco desarrollados y a merced de lo que piensa la autora sobre la situación de Sudáfrica; al hilo de esto, Francisco comenta que el protagonista no vivía como un judío y Mónica sostiene que la madre de él es una figura muy interesante y tiene muchas posibilidades que se quedan en nada. Por ello Carmen insiste en creer que Gordimer se ha sentido en la obligación de escribir sobre esta época concreta de su país, que a través de la ficción convierte en acontecimiento único, lo que para Lis ha sido motivo de disfrute, pues ella tiene interés por el tema; pero a Carmen le ha supuesto un esfuerzo a la hora de leer esta novela, que califica de normal tirando a mal, aunque reconoce que es un punto de apoyo o impulso para interesar a una por el tema, y animarte a buscar más datos para ampliar información al respecto; finalmente, Mónica señala que a ella no le hubiera extrañado que esta novela la editara Plaza&Janés, pues parece más de su ámbito editorial que del de Acantilado, y vuelve a reprochar a la autora que no se lo haya trabajado lo suficiente, por ser un tema de interés, por un lado, y por haberle sido ya concedido el Nobel.

Laura no ha leído esta novela, pero reitera que leerá San Manuel Bueno, mártir si finalmente Jorge se decide a elegirla cuando le toque.

A Ruth le ha gustado la novela, principalmente por su temática, que para ella era desconocida hasta ahora: la Historia de Sudáfrica entre el Apartheid y el Mundial de fútbol, por lo que siente que al respecto le ha aportado cierto conocimiento sobre el país, aunque reconoce que de alguna manera la autora construye un informe, descuidando el tratamiento de los personajes, lo que para Carmen se manifiesta en la escasez de diálogos. Ruth destaca las contradicciones que sufre la familia protagonista, que después de haber estado activamente implicada en la lucha social contra el régimen segregacionista, pasa al formar parte de la pequeña burguesía, lo que en ocasiones acarrea un llevadero cargo de conciencia; recuerda que los protagonistas viven en un barrio residencial y que sus hijos van a un colegio privado, dato que a Jorge Irati le empuja a comentar que la situación de los colegios privados en determinados países como México, obliga a una parte de la sociedad a trasladar a los hijos en coche o autobús, y evoca al poeta que dice que “son los ricos quienes viven en guetos”; por su lado, Carmen señala que la instauración de un nuevo poder que se ha opuesto al precedente, obliga a los partidarios de aquél a cerrar los ojos cuando los tuyos comienzan a ejercer el poder, lo que en el caso de la novela conlleva un distanciamiento entre el padre y la hija, cuando aparecen los primeros casos de corrupción. Ruth insiste en que los que progresaron tras el cambio de régimen, comienzan a transformarse en élite, y hace referencia a la discriminación positiva que se produjo en educación, donde la necesidad de cubrir los cupos antisegregacionistas implica que en la universidad ingresan personas desprovistas de formación académica conveniente, e inferior a la de otros que quedan fuera, lo que Carmen entiende como una premisa inevitable para que personas que han sufrido opresión y no disfrutado de oportunidades de aprendizaje, puedan entonces acceder al sistema educativo. Concluye Ruth comentando que también influye el hecho de que la lengua materna de los afectados no sea la oficial, en ese caso el inglés.

Marta también ha leído hasta la página 200 y dice que literariamente no le ha gustado, porque a su juicio carece de continuidad y la narración se desarrolla a ráfagas; pero indica que le atrajo la idea de leer algo sobre Sudáfrica, aunque cree que no volverá a emprender ningún otro libro de la autora; Carmen reincide entonces en su queja de que a esta novela le ha faltado una historia de verdad que sirva de atractivo vehículo para describir el periodo histórico. Marta comenta que le ha gustado el empeño que muestra el protagonista por conocer la cultura de su pareja, y al hilo Carmen recuerda que la hija de ambos estudia en un colegio griego y Lis señala que le resultó muy sugerente la presencia de la civilización griega en aquella cultura de apariencia tan antagónica. Por último, Marta llama la atención sobre la omnipresencia en el ámbito de las colonias británicas del espíritu de la India, y Francisco rememora que Gandhi estuvo en Sudáfrica; a su vez, Carmen menciona el racismo del que hacia la raza negra adolecía Gandhi y Mónica hace alusión a los casos de corrupción de los que se acusó al gobierno de Mandela, a lo que Lis replica que la corrupción política siempre debe ser contextualizada.

Entonces Lis habla de la novela para indicar que no le ha gustado la forma en que está escrita, pero sí le pareció interesante su temática, ya que obliga al lector a plantearse un debate interno sobre qué es lo que sería conveniente o necesario hacer en el supuesto de encontrarse en una situación similar. Comenta que la crítica a los amigos que se han exiliados o lo han sido a la fuerza, es inevitable en estos casos, a lo que Carmen añade que se les presenta la disyuntiva de si es mejor irse a Inglaterra en lugar de a Australia y Francisco retoma una cuestión que para él es clave en estas circunstancias: cuándo está uno preparado para regresar a la patria, o si realmente se desea volver una vez que dejaron de darse los hechos que empujaron a marchar. Carmen comenta que es difícil llegar a conclusiones tan delicadas si no se ha sufrido la circunstancia, pues ésta crea tal estado de inseguridad que no puede experimentarse con especulaciones, y Francisco pone como ejemplo al hermano del protagonista, quien después de producirse el cambio de régimen gira hacia la tradición familiar y se agarra al judaísmo. Finalmente, Lis cierra su intervención evocando su reciente lectura de Volver a casa, de Yaa Gyasi, escritora estadounidense de origen ghanés, que muestra cómo hoy en día continúa siendo muy problemático el color de la piel; Carmen puntualiza a ello que los inconvenientes se agudizan cuando además se es mujer.

Fer sitúa el racismo en su personal experiencia en Brasil y recuerda que allí el hombre blanco es de clase media trabajadora, a pesar de que en el resto de países que él ha conocido se cree que en Brasil no existe racismo; amplía datos comentando que hasta 1985 existían bares donde no se dejaba entrar a los negros, y la esclavitud no se derogó oficialmente hasta finales del siglo XIX. Al hilo, Marta cuenta que conoció a una pareja formada por un israelí y una cubana blanca, y que ésta, ante una anécdota sobre músicos cubanos negros, confesó que para ella todo artista era por regla general negro, mientras que si se hablaba de una profesión liberal, consideraba automáticamente que se estaba tratando de un blanco.

Para la próxima sesión, a celebrar el 26 de noviembre, Marta elige El príncipe negro, de la escritora irlandesa Iris Murdoch.

martes, 8 de agosto de 2017

"INSOLACIÓN" DE EMILIA PARDO BAZÁN
















16 de julio de 2017: 

Insolación / Emilia Pardo Bazán


Reunidxs: Francisco, Carmen, Jorge, Lis, Uje, Mónica, Ruth, Marta y Fernandinho.

Para empezar hacemos un ejercicio de memoria que nos remonta hasta junio de 2014, hace poco más de tres años, cuando dimos inicio a este club de lectura de tintes festivos y gastronómicos, que nos ha reunido, con ésta, en dieciséis ocasiones.

A continuación, Francisco abre la sesión por voluntad propia y aclamación popular, comentando que envía un fuerte abrazo a Soledad, hoy ausente, por haber propuesto este libro: Insolación, de Emilia Pardo Bazán; entonces Eugenio hace un inciso poco afortunado para proponer que llamemos a la autora “Pardo Bazón”, tras un error de dicción de Mónica, quien no se muestra orgullosa del desliz. Francisco comenta a continuación que lo que él propone como homenaje a la autora es que tras la comida nos tomemos un jintónic, que sería una manera de hacer honores al elenco de personajes gallegos que aparecen en sus páginas, y de entre los cuales Eugenio destaca al cochero que transporta a los protagonistas y Ruth menciona a los criados. Después de este paréntesis, Francisco señala que por descontado conocía a Emilia Pardo Bazán (en adelante, Emilia), pero hasta ahora no había leído ninguna de sus obras; comenta que al principio de su lectura tuvo que vencer una especie de prejuicio que lo maldisponía, pero pronto comenzó a vislumbrar otra novela, una distinta a la esperada. Subraya que en cada frase de la obra se muestra la autora, haciéndose presente en todos y cada uno de los personajes, tanto por los rasgos de su vida personal como por sus opiniones acerca de la sociedad en que vivió, de esta manera, Francisco considera que ha disfrutado con la precursora de aquella mentalidad regeneracionista que, consumado el desastroso fin de siglo, se iba a convertir en la etiqueta ineludible de quien se preciase de ser intelectual en el país donde escribir es llorar. Indica que se nota que en estas páginas se hace más hincapié en la percepción femenina, denunciando que socialmente se encontraran desfavorecidas en cuanto a las exigencias de su fama, destacando que la misma ligereza en asuntos amorosos que a ellos se les justifica, a ellas no se les perdona, a lo que Eugenio matiza que a los hombres, más bien, se les obliga a mostrar su hombría; ampliando el tema, Francisco recuerda que Emilia pone el énfasis en los clichés sociales basados en el género, y por tanto el sector masculino también debe seguir las normas evitando que su comportamiento se desvíe de lo que de cada uno se espera. Como ejemplo de ello pone a la protagonista principal, Asís, y a su pretendiente más tradicional, a quien llama Pardo, ante lo que Carmen señala que hay en este personaje una cierta hipocresía, pues en sus discursos, que abundan, se muestra partidario de un tratamiento igualitario a nivel personal, entre hombre y mujer, repudiando las normas sociales, pero después en su pensamiento, al ser rechazado, saca a la luz sus prejuicios hacia ella, a lo que Ruth añade que entonces a Pardo le sale una voz que es producto de los celos, y así en su reflexión leemos que él “pensaba que Asís era distinta”; esto ocurre durante la última vez que ambos se encuentran en la novela, indica Ruth, y Lis a continuación califica la reacción de él de “resentida”, a lo que Francisco insiste en considerar que Pardo mantiene su mirada ecuánime cuando, tras los exabruptos, termina concluyendo que, ante todo, “somos personas”.

A raíz de la evocación de este monólogo de Pardo, Ruth recuerda que la autora no habla por boca de Pacheco, que es el pretendiente gallardo e impetuoso, a lo que Mónica añade que Pardo le reprocha a Asís que a Pacheco lo conoce desde hace tan sólo “quince días”, y Ruth dice que Pardo espeta en su pensamiento un significativo “¡me ha engañado la viuda!”; por último, Eugenio recuerda que Asís, como mujer decidida a ser independiente, desea algo distinto a lo que Pardo, como hombre de posición, le ofrece, o sea que prefiere un lance pasional. Francisco retoma la palabra para subrayar el discurso de Pardo, en el que éste justifica que Asís pueda enamorarse de Pacheco porque ha sido víctima de un “amor ciego”, a lo que Carmen replica que la figura del apasionado Pacheco es patética, Eugenio dice que su lenguaje produce diabetes ―destacando entre los vocativos que utiliza para dirigirse a ella el de “cachito de gloria”― y Lis recuerda que Pacheco le habla a Asís de las al menos cuatro mil mujeres con las que ha estado, destacando sin embargo que, entre todas ellas, “yo me quedo contigo”. Entonces Francisco retoma el tratamiento de los personajes que hace Emilia, comentando que aquéllos recogen en sus intervenciones lo que la autora desea expresar, por lo que él ha notado ausencia de tópicos en las descripciones y un enorme afán por presentarlo todo, mostrando con su pluma un “costumbrismo feroz” del que destaca la conversación en el salón de la Sahagún, cuando Pardo se declara contrario a los toros por considerarlos una tradición salvaje, punto al que Francisco otorga el sentido crítico de la época que encabeza Jovellanos, a lo que Carmen recuerda que en aquellos tiempos era relevante la crítica a lo taurino; por su parte, Mónica sitúa la escena en que Asís deja su intención de presenciar una misa en la ermita a cambio de irse a la feria del brazo con un chulazo, como gustaban de hacer las damas de la monarquía afrancesada convertidas en majas, y Eugenio señala que aquellas modas provienen de una conversión del casticismo popular que se originó tras caída de los Austria, como reacción del pueblo de la Villa contra los Borbones, y que estos volvieron a su favor a través de la propaganda cultural de su Corte, tal como inmortalizó Goya; recuerda entonces Francisco que el comentario de “soy muy españolaza” y Mónica se hace eco de la escena en que Pacheco penetra entre un tumulto de la feria enseñando su revólver como objeto de identidad de clase social, a lo que Francisco recuerda que en varios pasajes de la novela se habla de la “gentuza”, en general, y que es en la pradera de San Isidro donde aquélla se mueve a placer, bajo el calor como es una de las señas de identidad de la narración, tal como dice Ruth que deriva del propio título y del mal que la protagonista justifica que le aqueja, pudiendo sin embargo haber sido la soleá, como señala Mónica, o también llamada jaqueca, como añade Lis; en todo caso, dice Ruth, Asís termina reconociendo que se ha dejado llevar por la vorágine del ambiente desmedido de la chusma, vomitando como recuerda Carmen, y durmiéndola en una pensión, como dice Jorge. Francisco concluye su intervención destacando el prólogo de la edición de Espasa que él ha leído, donde se cuenta que el escritor Valera tachó Insolación de pornográfico, lo que muestra claramente la hipocresía de la época, aunque también en ella encontramos el idilio público que sostuvieron la propia autora y Galdós; luego Mónica lee el principio de la novela, cuando se describe la resaca de Asís, y Francisco corrobora que le ha gustado mucho, que le parece una muy buena visión de aquella sociedad “caspaza”, relatada por alguien que no tuvo aversiones, y siendo a su parecer una buena muestra de espíritu racional en el arte literario; Jorge comenta que suscribe todo lo dicho por Francisco y Fernandinho recuerda que la burguesía de aquella época era capaz de convivir con todo eso.

Carmen reconoce que no le ha gustado tanto como esperaba, dado que siente atracción por la autora, a quien llama “señora de rompe y rasga”, figura de su entorno y mujer pasional, a lo que Francisco recuerda que tuvo una hija de quien apenas se ocupaba, ante lo que a Mónica se acuerda de que Asís también tiene una hija que no convive con ella y de quien Pacheco comenta que podría enamorarse en caso de emparejarse con la madre; Carmen señala entonces que en esa época era normal que los hijos se criaran a través de terceras personas, a lo que Jorge replica que este hecho no es cuestión de época sino de estatus, y que esto tiene como consecuencia que exista falta de cariño en muchas personas bien situadas. Carmen habla entonces de carencia psicológica y comenta que de esto somos más conscientes en nuestros tiempos; entonces Mónica recuerda que antes era más difícil encariñarse con los hijos por la elevada mortandad infantil y Fernandinho se sorprende de la cantidad de mal que ha hecho la pronatalidad en España, habida cuenta de que de cuantos estamos presentes ―la mayor parte pertenecientes a una generación de baby-boom― sólo uno es padre. A continuación Carmen recupera a Pacheco para insistir en que es un personaje bastante patético, a lo que Jorge añade que es un estereotipo de chulo de verbena y Carmen se muestra convencida de que Emilia no maneja a Pacheco de manera que se haga creíble al lector, al hilo de lo cual Lis recuerda cuando baila con las gitanas. Mónica considera que la autora lo ha construido así para que los lectores se mofen de él, siendo una especie de parodia, ya que de los otros protagonistas se encarga de transmitir pensamientos, mientras a Pacheco le delega a una simple apariencia. Carmen evoca aquí el ambiente de la feria de San Isidro, que a su juicio está muy bien descrito en la novela, y señala que Pardo es el personaje más complejo, lo que da pie a Francisco a leer un pasaje donde Pardo reflexiona sobre el apasionamiento de las gentes meridionales, y destaca como característica masculina la molestia que les causa que una mujer les hable bien de otro, principalmente si de ese otro se dice que ”nos trastorna la cabeza”; tras esto, Carmen confiesa que tenía intención de leer otras novelas firmadas por Emilia, pero cree que con esta ha sido suficiente.

Jorge suscribe y resuscribe la intervención de Francisco, y asegura que si ha leído un tercio de la novela y no la ha terminado, fue por haber sufrido una sibilina influencia para abandonar la lectura; sin embargo, comenta que lo que ha leído le ha gustado mucho, a lo que Marta le pregunta si tiene intención de acabarlo; entonces Jorge sospecha que ha sido víctima de una conspiración bibliotecaria, ya que vio en el catálogo a través de Internet que un ejemplar estaba disponible, pero cuando esa misma tarde fue a cogerlo prestado, le dijeron que otro usuario acababa de llevárselo: la hipótesis de Carmen es que el ejemplar no estaba en la estantería, y que más vale decirle al usuario que está prestado antes que extraviado. Por último, Jorge subraya que Emilia le parece una mujer adelantada a su época y Carmen recuerda que debía de poseer mucho carácter.

Lis anuncia una intervención superbreve y dice que esperaba mucho más de la novela porque ésta le ha parecido demasiado normalita, pero destaca la descripción de las costumbres de la época y la de la propia función de la novela, a la que considera un “examen de conciencia de la humanidad”, ya que se plantea la consecuencia de los hechos no sucedidos.

Eugenio afirma que creyó haber comprendido la diferencia entre Naturalismo y Realismo mientras leía la novela, pero que de nuevo se le ha escapado; Carmen indica que esta novela es demasiado psicológica para ser naturalista y Ruth comenta que para que haya naturalismo debe haber un ineludible determinismo en el acontecer humano, y que la novela típicamente naturalista de Emilia es La tribuna. Por su parte, Jorge considera que en el naturalismo determinista hay una raíz de carácter aristocrático que justifica la estabilidad jerárquica de las sociedades, a lo que Eugenio comenta que no es exacto que exista ese determinismo, pues descendientes de analfabetos pueden terminar analizando novelas burguesas, ante lo que Lis asegura que entre sus antepasados hubo personas de sangre azul. Finalmente, Eugenio menciona a Pacheco para recordar el tono empalagoso de sus diálogos, representativos de su personalidad, y Mónica destaca el lenguaje que utiliza la gitana que practica la quiromancia.

Para iniciar su intervención, Mónica lee el texto que ha enviado Soledad por mail, para mitigar su ausencia; en el mismo hay también fotos que causan sensación entre los presentes, y Francisco queda fascinado por el que reproduce la Carrera de San Jerónimo tal como estaba en la época. Mónica comenta que le ha gustado mucho la novela, que le parece muy valiente lo que cuenta y que el enfrentamiento comparativo con La Regenta en una suerte de trifulca entre novelas sobre adulterio femenino, le parece irreal porque en Insolación no existe adulterio, ya que ella es viuda (recuerda Francisco que, además, la protagonista habla siempre bien del matrimonio que la unió a su tío). Mónica continúa señalando que culturalmente se pretende que la naturaleza de los hombres tiende a ser racional, mientras que las mujeres serían, también por naturaleza, seres más pasionales, por lo que Emilia le ha parecido innovadora en el sentido de haber cambiado las tornas en esta novela, en la que ella es quien razona mientras él se deja llevar por el deseo incontrolado, a lo que Carmen puntualiza que ella siempre es muy racional en presencia de Pacheco y Mónica sigue insistiendo en que Asís se comporta como tradicionalmente lo hace un hombre al fijarse conscientemente en otros tíos cuando están buenos, cosa que normalmente las mujeres no reconocen en voz alta. También destaca Mónica los cambios de persona en la voz narrativa, y confiesa que le ha encantado el final, cuando ella sale al balcón después de pasar la noche con él y, “con su maromo al lado, parece que grita: ¡Me lo he tirado!”; Lis puntualiza que se queda con el más guapo, aunque sea menos inteligente que ella. A continuación, Mónica lee un texto de la última parte de la novela, y también resalta que el final no es trágico, al contrario que muchos textos de la época que versan sobre una temática similar; para terminar su intervención, recuerda el diálogo entre las cigarreras, cuando los protagonistas discuten a la vista de ellas y una entonces asegura que él está a punto de pegarla, a lo que la otra le contradice con el argumento de que “a las de su alcurnia, los hombres no las pegan”.

Ruth manifiesta que la novela le ha gustado, pero no encantado; dice que también considera que Emilia es una persona adelantada a su época, y que en su obra se mostró claramente a sí misma. A continuación lee una carta escrita por la autora a Pérez Galdós, donde se disculpa de su relación Lázaro Galeano; Carmen comenta entonces que Emilia se había separado de otro, antes de iniciar su relación con el escritor canario, y cuenta entonces la anécdota del casino de Santander. Por su parte, Mónica señala que a la autora la han sacado siempre en los libros de textos en retratos poco favorecedores, mientras a Galdós le sacan “apañaete”, y Ruth indica que en las Historias de Literatura española sólo aparecen Pardo Bazán y Rosalía de Castro como autoras clásicas, a lo que Jorge opina que se debe a que ambas son gallegas y por allí se lleva el matriarcado.
Marta abre su intervención considerando que también la novela le ha sabido a poco, que esperaba más después del entusiasmo que despertó en ella un reciente montaje teatral en torno a la figura de la autora; así mismo lamenta que se haya dado más relevancia a las obras sobre conflictos de pareja escritas por hombres, normalmente con mujeres adúlteras, como son los casos de Anna Karenina, La Regenta y Madame Bovary, a lo que Carmen responde que es algo lógico, ya que la crítica no iba a ensalzar fácilmente una novela escrita por una mujer.
Para la próxima sesión elegimos Hoy mejor que mañana, de Nadime Gordimer.




Texto enviado por Soledad:

Insolación / Emilia Pardo Bazán
Lo primero de todo, me ha gustado esta novela. No he leído mucho más de ella, leí hace tiempo algunos cuentos, pero ya tengo un aliciente para volver a leer algo más escrito por ella.
He visto una narración valiente y atrevida, porque aunque al principio parece que la viuda va a ser censurada por su “entrega” a un hombre de costumbres sociales muy distintas a ella, al final yo he visto una justificación a su comportamiento. Me ha gustado el costumbrismo en la descripción de Madrid, y en parte me ha recordado a Fortunata y Jacinta de Galdós. Lo que no me ha gustado mucho es cuando el gaditano hablaba en andaluz, me ha parecido forzado.
Según iba leyendo he ido viendo algunos cuadros o pinturas, vamos que un poco “he visto la novela”. En algunos cuadros de Federico Madrazo he visto a Francisca de Asís







O en los de Goya, la Pradera de San Isidro




O de José del Castillo



Narciso Méndez Bringa


El Paseo de Las Delicias


La Carrera de San Jerónimo y el Museo del Prado



Bueno, no sé qué más contaros, es más difícil escribir sola que hablar cuando estamos todos juntos, que una cosa lleva a la otra y las conversaciones se van hilando.
Para la siguiente tragulia yo propongo Pedro Páramo de Juan Rulfo.