Insolación / Emilia Pardo Bazán
Reunidxs: Francisco, Carmen, Jorge, Lis, Uje, Mónica, Ruth, Marta y Fernandinho.
Para empezar hacemos un ejercicio de memoria que nos remonta hasta junio de 2014, hace poco más de tres años, cuando dimos inicio a este club de lectura de tintes festivos y gastronómicos, que nos ha reunido, con ésta, en dieciséis ocasiones.
A continuación, Francisco abre la sesión por voluntad propia y aclamación popular, comentando que envía un fuerte abrazo a Soledad, hoy ausente, por haber propuesto este libro: Insolación, de Emilia Pardo Bazán; entonces Eugenio hace un inciso poco afortunado para proponer que llamemos a la autora “Pardo Bazón”, tras un error de dicción de Mónica, quien no se muestra orgullosa del desliz. Francisco comenta a continuación que lo que él propone como homenaje a la autora es que tras la comida nos tomemos un jintónic, que sería una manera de hacer honores al elenco de personajes gallegos que aparecen en sus páginas, y de entre los cuales Eugenio destaca al cochero que transporta a los protagonistas y Ruth menciona a los criados. Después de este paréntesis, Francisco señala que por descontado conocía a Emilia Pardo Bazán (en adelante, Emilia), pero hasta ahora no había leído ninguna de sus obras; comenta que al principio de su lectura tuvo que vencer una especie de prejuicio que lo maldisponía, pero pronto comenzó a vislumbrar otra novela, una distinta a la esperada. Subraya que en cada frase de la obra se muestra la autora, haciéndose presente en todos y cada uno de los personajes, tanto por los rasgos de su vida personal como por sus opiniones acerca de la sociedad en que vivió, de esta manera, Francisco considera que ha disfrutado con la precursora de aquella mentalidad regeneracionista que, consumado el desastroso fin de siglo, se iba a convertir en la etiqueta ineludible de quien se preciase de ser intelectual en el país donde escribir es llorar. Indica que se nota que en estas páginas se hace más hincapié en la percepción femenina, denunciando que socialmente se encontraran desfavorecidas en cuanto a las exigencias de su fama, destacando que la misma ligereza en asuntos amorosos que a ellos se les justifica, a ellas no se les perdona, a lo que Eugenio matiza que a los hombres, más bien, se les obliga a mostrar su hombría; ampliando el tema, Francisco recuerda que Emilia pone el énfasis en los clichés sociales basados en el género, y por tanto el sector masculino también debe seguir las normas evitando que su comportamiento se desvíe de lo que de cada uno se espera. Como ejemplo de ello pone a la protagonista principal, Asís, y a su pretendiente más tradicional, a quien llama Pardo, ante lo que Carmen señala que hay en este personaje una cierta hipocresía, pues en sus discursos, que abundan, se muestra partidario de un tratamiento igualitario a nivel personal, entre hombre y mujer, repudiando las normas sociales, pero después en su pensamiento, al ser rechazado, saca a la luz sus prejuicios hacia ella, a lo que Ruth añade que entonces a Pardo le sale una voz que es producto de los celos, y así en su reflexión leemos que él “pensaba que Asís era distinta”; esto ocurre durante la última vez que ambos se encuentran en la novela, indica Ruth, y Lis a continuación califica la reacción de él de “resentida”, a lo que Francisco insiste en considerar que Pardo mantiene su mirada ecuánime cuando, tras los exabruptos, termina concluyendo que, ante todo, “somos personas”.
A raíz de la evocación de este monólogo de Pardo, Ruth recuerda que la autora no habla por boca de Pacheco, que es el pretendiente gallardo e impetuoso, a lo que Mónica añade que Pardo le reprocha a Asís que a Pacheco lo conoce desde hace tan sólo “quince días”, y Ruth dice que Pardo espeta en su pensamiento un significativo “¡me ha engañado la viuda!”; por último, Eugenio recuerda que Asís, como mujer decidida a ser independiente, desea algo distinto a lo que Pardo, como hombre de posición, le ofrece, o sea que prefiere un lance pasional. Francisco retoma la palabra para subrayar el discurso de Pardo, en el que éste justifica que Asís pueda enamorarse de Pacheco porque ha sido víctima de un “amor ciego”, a lo que Carmen replica que la figura del apasionado Pacheco es patética, Eugenio dice que su lenguaje produce diabetes ―destacando entre los vocativos que utiliza para dirigirse a ella el de “cachito de gloria”― y Lis recuerda que Pacheco le habla a Asís de las al menos cuatro mil mujeres con las que ha estado, destacando sin embargo que, entre todas ellas, “yo me quedo contigo”. Entonces Francisco retoma el tratamiento de los personajes que hace Emilia, comentando que aquéllos recogen en sus intervenciones lo que la autora desea expresar, por lo que él ha notado ausencia de tópicos en las descripciones y un enorme afán por presentarlo todo, mostrando con su pluma un “costumbrismo feroz” del que destaca la conversación en el salón de la Sahagún, cuando Pardo se declara contrario a los toros por considerarlos una tradición salvaje, punto al que Francisco otorga el sentido crítico de la época que encabeza Jovellanos, a lo que Carmen recuerda que en aquellos tiempos era relevante la crítica a lo taurino; por su parte, Mónica sitúa la escena en que Asís deja su intención de presenciar una misa en la ermita a cambio de irse a la feria del brazo con un chulazo, como gustaban de hacer las damas de la monarquía afrancesada convertidas en majas, y Eugenio señala que aquellas modas provienen de una conversión del casticismo popular que se originó tras caída de los Austria, como reacción del pueblo de la Villa contra los Borbones, y que estos volvieron a su favor a través de la propaganda cultural de su Corte, tal como inmortalizó Goya; recuerda entonces Francisco que el comentario de “soy muy españolaza” y Mónica se hace eco de la escena en que Pacheco penetra entre un tumulto de la feria enseñando su revólver como objeto de identidad de clase social, a lo que Francisco recuerda que en varios pasajes de la novela se habla de la “gentuza”, en general, y que es en la pradera de San Isidro donde aquélla se mueve a placer, bajo el calor como es una de las señas de identidad de la narración, tal como dice Ruth que deriva del propio título y del mal que la protagonista justifica que le aqueja, pudiendo sin embargo haber sido la soleá, como señala Mónica, o también llamada jaqueca, como añade Lis; en todo caso, dice Ruth, Asís termina reconociendo que se ha dejado llevar por la vorágine del ambiente desmedido de la chusma, vomitando como recuerda Carmen, y durmiéndola en una pensión, como dice Jorge. Francisco concluye su intervención destacando el prólogo de la edición de Espasa que él ha leído, donde se cuenta que el escritor Valera tachó Insolación de pornográfico, lo que muestra claramente la hipocresía de la época, aunque también en ella encontramos el idilio público que sostuvieron la propia autora y Galdós; luego Mónica lee el principio de la novela, cuando se describe la resaca de Asís, y Francisco corrobora que le ha gustado mucho, que le parece una muy buena visión de aquella sociedad “caspaza”, relatada por alguien que no tuvo aversiones, y siendo a su parecer una buena muestra de espíritu racional en el arte literario; Jorge comenta que suscribe todo lo dicho por Francisco y Fernandinho recuerda que la burguesía de aquella época era capaz de convivir con todo eso.
Carmen reconoce que no le ha gustado tanto como esperaba, dado que siente atracción por la autora, a quien llama “señora de rompe y rasga”, figura de su entorno y mujer pasional, a lo que Francisco recuerda que tuvo una hija de quien apenas se ocupaba, ante lo que a Mónica se acuerda de que Asís también tiene una hija que no convive con ella y de quien Pacheco comenta que podría enamorarse en caso de emparejarse con la madre; Carmen señala entonces que en esa época era normal que los hijos se criaran a través de terceras personas, a lo que Jorge replica que este hecho no es cuestión de época sino de estatus, y que esto tiene como consecuencia que exista falta de cariño en muchas personas bien situadas. Carmen habla entonces de carencia psicológica y comenta que de esto somos más conscientes en nuestros tiempos; entonces Mónica recuerda que antes era más difícil encariñarse con los hijos por la elevada mortandad infantil y Fernandinho se sorprende de la cantidad de mal que ha hecho la pronatalidad en España, habida cuenta de que de cuantos estamos presentes ―la mayor parte pertenecientes a una generación de baby-boom― sólo uno es padre. A continuación Carmen recupera a Pacheco para insistir en que es un personaje bastante patético, a lo que Jorge añade que es un estereotipo de chulo de verbena y Carmen se muestra convencida de que Emilia no maneja a Pacheco de manera que se haga creíble al lector, al hilo de lo cual Lis recuerda cuando baila con las gitanas. Mónica considera que la autora lo ha construido así para que los lectores se mofen de él, siendo una especie de parodia, ya que de los otros protagonistas se encarga de transmitir pensamientos, mientras a Pacheco le delega a una simple apariencia. Carmen evoca aquí el ambiente de la feria de San Isidro, que a su juicio está muy bien descrito en la novela, y señala que Pardo es el personaje más complejo, lo que da pie a Francisco a leer un pasaje donde Pardo reflexiona sobre el apasionamiento de las gentes meridionales, y destaca como característica masculina la molestia que les causa que una mujer les hable bien de otro, principalmente si de ese otro se dice que ”nos trastorna la cabeza”; tras esto, Carmen confiesa que tenía intención de leer otras novelas firmadas por Emilia, pero cree que con esta ha sido suficiente.
Jorge suscribe y resuscribe la intervención de Francisco, y asegura que si ha leído un tercio de la novela y no la ha terminado, fue por haber sufrido una sibilina influencia para abandonar la lectura; sin embargo, comenta que lo que ha leído le ha gustado mucho, a lo que Marta le pregunta si tiene intención de acabarlo; entonces Jorge sospecha que ha sido víctima de una conspiración bibliotecaria, ya que vio en el catálogo a través de Internet que un ejemplar estaba disponible, pero cuando esa misma tarde fue a cogerlo prestado, le dijeron que otro usuario acababa de llevárselo: la hipótesis de Carmen es que el ejemplar no estaba en la estantería, y que más vale decirle al usuario que está prestado antes que extraviado. Por último, Jorge subraya que Emilia le parece una mujer adelantada a su época y Carmen recuerda que debía de poseer mucho carácter.
Lis anuncia una intervención superbreve y dice que esperaba mucho más de la novela porque ésta le ha parecido demasiado normalita, pero destaca la descripción de las costumbres de la época y la de la propia función de la novela, a la que considera un “examen de conciencia de la humanidad”, ya que se plantea la consecuencia de los hechos no sucedidos.
Eugenio afirma que creyó haber comprendido la diferencia entre Naturalismo y Realismo mientras leía la novela, pero que de nuevo se le ha escapado; Carmen indica que esta novela es demasiado psicológica para ser naturalista y Ruth comenta que para que haya naturalismo debe haber un ineludible determinismo en el acontecer humano, y que la novela típicamente naturalista de Emilia es La tribuna. Por su parte, Jorge considera que en el naturalismo determinista hay una raíz de carácter aristocrático que justifica la estabilidad jerárquica de las sociedades, a lo que Eugenio comenta que no es exacto que exista ese determinismo, pues descendientes de analfabetos pueden terminar analizando novelas burguesas, ante lo que Lis asegura que entre sus antepasados hubo personas de sangre azul. Finalmente, Eugenio menciona a Pacheco para recordar el tono empalagoso de sus diálogos, representativos de su personalidad, y Mónica destaca el lenguaje que utiliza la gitana que practica la quiromancia.
Para iniciar su intervención, Mónica lee el texto que ha enviado Soledad por mail, para mitigar su ausencia; en el mismo hay también fotos que causan sensación entre los presentes, y Francisco queda fascinado por el que reproduce la Carrera de San Jerónimo tal como estaba en la época. Mónica comenta que le ha gustado mucho la novela, que le parece muy valiente lo que cuenta y que el enfrentamiento comparativo con La Regenta en una suerte de trifulca entre novelas sobre adulterio femenino, le parece irreal porque en Insolación no existe adulterio, ya que ella es viuda (recuerda Francisco que, además, la protagonista habla siempre bien del matrimonio que la unió a su tío). Mónica continúa señalando que culturalmente se pretende que la naturaleza de los hombres tiende a ser racional, mientras que las mujeres serían, también por naturaleza, seres más pasionales, por lo que Emilia le ha parecido innovadora en el sentido de haber cambiado las tornas en esta novela, en la que ella es quien razona mientras él se deja llevar por el deseo incontrolado, a lo que Carmen puntualiza que ella siempre es muy racional en presencia de Pacheco y Mónica sigue insistiendo en que Asís se comporta como tradicionalmente lo hace un hombre al fijarse conscientemente en otros tíos cuando están buenos, cosa que normalmente las mujeres no reconocen en voz alta. También destaca Mónica los cambios de persona en la voz narrativa, y confiesa que le ha encantado el final, cuando ella sale al balcón después de pasar la noche con él y, “con su maromo al lado, parece que grita: ¡Me lo he tirado!”; Lis puntualiza que se queda con el más guapo, aunque sea menos inteligente que ella. A continuación, Mónica lee un texto de la última parte de la novela, y también resalta que el final no es trágico, al contrario que muchos textos de la época que versan sobre una temática similar; para terminar su intervención, recuerda el diálogo entre las cigarreras, cuando los protagonistas discuten a la vista de ellas y una entonces asegura que él está a punto de pegarla, a lo que la otra le contradice con el argumento de que “a las de su alcurnia, los hombres no las pegan”.
Ruth manifiesta que la novela le ha gustado, pero no encantado; dice que también considera que Emilia es una persona adelantada a su época, y que en su obra se mostró claramente a sí misma. A continuación lee una carta escrita por la autora a Pérez Galdós, donde se disculpa de su relación Lázaro Galeano; Carmen comenta entonces que Emilia se había separado de otro, antes de iniciar su relación con el escritor canario, y cuenta entonces la anécdota del casino de Santander. Por su parte, Mónica señala que a la autora la han sacado siempre en los libros de textos en retratos poco favorecedores, mientras a Galdós le sacan “apañaete”, y Ruth indica que en las Historias de Literatura española sólo aparecen Pardo Bazán y Rosalía de Castro como autoras clásicas, a lo que Jorge opina que se debe a que ambas son gallegas y por allí se lleva el matriarcado.
Marta abre su intervención considerando que también la novela le ha sabido a poco, que esperaba más después del entusiasmo que despertó en ella un reciente montaje teatral en torno a la figura de la autora; así mismo lamenta que se haya dado más relevancia a las obras sobre conflictos de pareja escritas por hombres, normalmente con mujeres adúlteras, como son los casos de Anna Karenina, La Regenta y Madame Bovary, a lo que Carmen responde que es algo lógico, ya que la crítica no iba a ensalzar fácilmente una novela escrita por una mujer.
Para la próxima sesión elegimos Hoy mejor que mañana, de Nadime Gordimer.
Texto enviado por Soledad:
Insolación / Emilia Pardo Bazán
Lo primero de todo, me ha gustado esta novela. No he leído
mucho más de ella, leí hace tiempo algunos cuentos, pero ya tengo un aliciente
para volver a leer algo más escrito por ella.
He visto una narración valiente y atrevida, porque aunque al
principio parece que la viuda va a ser censurada por su “entrega” a un hombre
de costumbres sociales muy distintas a ella, al final yo he visto una
justificación a su comportamiento. Me ha gustado el costumbrismo en la
descripción de Madrid, y en parte me ha recordado a Fortunata y Jacinta de
Galdós. Lo que no me ha gustado mucho es cuando el gaditano hablaba en andaluz,
me ha parecido forzado.
Según iba leyendo he ido viendo algunos cuadros o pinturas,
vamos que un poco “he visto la novela”. En algunos cuadros de Federico Madrazo
he visto a Francisca de Asís
O en los de Goya, la Pradera de San Isidro
O de José del Castillo
Narciso Méndez Bringa
El Paseo de Las Delicias
La Carrera de San Jerónimo y el Museo del Prado
Bueno, no sé qué más contaros, es más difícil escribir sola
que hablar cuando estamos todos juntos, que una cosa lleva a la otra y las
conversaciones se van hilando.
Para la siguiente tragulia yo propongo Pedro Páramo de Juan
Rulfo.
Hablamos de literatura, comimos, bebimos, bailamos, nos reímos, escuchamos el disco premasterizado de los Exmisericordes...que más se le puede pedir a una tarde de julio en la Herrería...
ResponderEliminarGracias Mónica, y es verdad, qué más se puede pedir. Besos y abrazos
ResponderEliminarMe encanta ver que todo lo bueno que tiene juntarnos en nuestra tragulia
ResponderEliminarqueda reflejado por escrito y gráficamente gracias al trabajo de Uge y Mónica.