14 de julio
de 2019: Capitanes de la arena / Jorge
Amado
Reunidas Jorge, Araceli, Elena,
Marta, Mónica, Nuria, Lis, Fernandinho, Julio, Ruth y Eugenio.
Después de los postres, las
infusiones y la oportuna ingesta de espirituosos, la sobremesa queda inaugurada
por Mónica mediante generosa ofrenda
de variados marcapáginas. Luego abre la sesión Fernandinho, prescriptor de la obra elegida para la ocasión; nos
comenta que el autor, con quien comparte país natal, es un importante referente
literario en las escuelas de Brasil, donde se utiliza su obra para fomentar la
lectura entre adolescentes y jóvenes.
FERNANDINHO
muestra la edición en portugués de la novela, que a Ruth le parece entrañable, y a continuación señala que eligió el
libro porque le interesa conocer la opinión traguliana sobre un autor tan
importante en su país, así como hacerse una idea de lo que pueda representar Jorge
Amado en España. Fer señala que
él prefiere el clásico Gabriela clavo y
canela, pues es «otra historia», y que la obra de Amado es muy
extensa, pero el título que ha elegido tiene un encanto particular por haber
sido ambientado en Salvador de Bahía, cuya cultura es bastante particular: con
un ochenta por ciento de población negra, podría decirse que a cualquier
hablante del portugués le es imprescindible usar un diccionario para entender el
dialecto, al que compara con el gallego en España, lo que a Elena le sugiere que se trata de un idioma
hermético y a Mónica le hace evocar
a un «gaditano ebrio»; Fer añade que
en Bahía existe una percepción distinta del tiempo, lo que se muestra tanto en
la impuntualidad de sus habitantes, capaces de retrasarse asiduamente más de dos
horas por cita, como en el ritmo que imparten en la ejecución de la samba, cuyo
frenesí carnavalesco se transforma en una pausada cadencia muy similar al
reggae. Al respecto, Lis comenta que
esta particularidad rítmica de los brasileños permite que algunos se presenten de
visita en tu casa sin avisar y, según Jorge,
también es motivo de conflictos internacionales para sus gobiernos e
instituciones; Julio se imagina la
inquietud que debe suponer acudir al médico y, tras breve debate sobre la
cortesía y los protocolos, Fer
confiesa que cuando se ofrece para trabajar como «percusionista brasileiro»,
anuncia entre sus virtudes la puntualidad.
Fernandinho
considera que Jorge Amado ha compuesto un reflejo poético de Salvador de
Bahía; como miembro del Partido Comunista, trató de trasladar sus ideas
políticas en Capitanes de la arena,
por ejemplo dibujando un personaje como el Cura, que «ayuda pero poco»; comenta
entonces Araceli que este sacerdote
es un ingenuo, y Lis destaca su
bondad y pureza, añadiendo Fer a
continuación que los sacerdotes católicos tienen su origen en las misiones a la
Amazonía, y que en su mayoría siguen impregnados de intenciones pedagógicas,
aunque uno de ellos, salesiano, le obligó a él mismo cuando era niño a escalar
un barranco a pesar de sus manifiestas limitaciones físicas; recuerda entonces Elena las misiones emprendidas por los
jesuitas, a lo que Mónica señala que
los misioneros son más clasistas y Araceli
los llama elitistas. Así, respecto a la educación religiosa, Fer comenta que no tienen nada que ver los
salesianos brasileños con los de España, y cuenta que la población del Brasil
llegó a constar de doce millones de esclavos procedentes de la costa occidental
africana, y que por aquellas fechas era Salvador de Bahía el principal puerto
receptor de tan vergonzoso comercio. Elena
pregunta si en el año en que está localizada la novela estaba Brasil gobernado
por una dictadura, a lo que Fer
responde que era un régimen dictatorial controlado por la burguesía y aún basado
en la esclavitud; entonces Mónica
apunta que le ha parecido una novela ñoña y también critica el tratamiento de
héroe que se le da al protagonista, a pesar de ser un violador; Fer comenta que hay que tener en cuenta
dos aspectos más del contexto: por un lado la época de la novela y por otro el
tratamiento que recibe la mujer en aquella sociedad. Elena puntualiza que tal vez no sea una cuestión de épocas, sino de
clase social, y a continuación señala que los personajes están un poquito
idealizados y que no le resultan creíbles, pero Araceli dice que no está de acuerdo porque hay que considerar el
contexto social y temporal (Salvador de Bahía en el año 1937); Ruth señala que también hay que tener
muy en cuenta la edad del autor al escribir esta obra: 25 años. A continuación
se entabla un debate acerca de los personajes y Lis recuerda que algunos de los secundarios están basados en
personas reales que fueron célebres en su momento, y menciona al Profesor, que
a su juicio es una especie de alter-ego del autor. Fer recuerda entonces a la protagonista femenina, Dora, de quien Elena dice que es un personaje muy naif
y Mónica la llama «pitufina»;
entonces Araceli señala que hay
cierto idealismo épico en la narración.
Por último, Fernandinho añade que existe una película basada en el libro, con
música de Carlinhos Brown, que es bastante popular en Bahía y refleja
las costumbres del lugar, y nos anima a verla aunque advierte que
lamentablemente no ha sido doblada al castellano y, aun conociendo el portugués,
el dialecto en que se ha rodado es difícil de entender; dice que sorprendentemente
le gustó más la película que el libro, y concluye recordando el problema social
trasfondo de la obra, que describe el gran número de «niños sin ley» que se
drogan esnifando pegamento, van armados y carecen de cualquier tipo de
escrúpulo; Araceli remarca este
hecho: que el autor pretenda reflejar una durísima circunstancia social y logre
hacerlo de una manera poética, y respalda esta afirmación citando el pasaje de
Carrusel. Por su parte, Ruth
pregunta a Fer si sigue existiendo
esto en Salvador de Bahía, a lo que Fer
asiente y añade que ahora ves más niños pidiendo comida, y que el nuevo
presidente, el ultraliberal Bolsonaro, mantiene un manifiesto contacto con la
mafia encargada de asesinar a los niños que custodian los barrios chabolistas.
MARTA comenta
que no le ha gustado el libro debido al estilo literario, a base de frases
cortas, a modo de cuento o literatura juvenil que no le ha entusiasmado;
argumenta que le ha resultado demasiado sencillo, aunque se pregunta si será
culpa de la traducción; Nuria señala
que es muy repetitivo y Elena ve
cargante el exceso de lemas, que sin embargo Araceli asume como una manera de aleccionar a los lectores sobre lo
que se está narrando. Pero a Marta sí
le ha gustado conocer una realidad diferente, la de la cultura brasileña, de
otra época y de otro hemisferio; sobre todo destaca el tema de las distintas
religiones. Sobre este asunto, Fer
recuerda las diferencias entre los diversos rituales de la cultura africana
afincada en Brasil: el candomblé, la santería, el vudú… Jorge recalca la importancia de la percusión en estos ritos y Fer puntualiza que la percusión se
considera sagrada por ser puerta de acceso a un estado anímico superior, cuando
los asistentes alcanzan el éxtasis, por lo que allí se impone en los mismos ritos
católicos frente a la tradicional liturgia cristiana, ya que el instrumento de
percusión se identifica con el propio cuerpo humano; habla entonces Elena del tambor sagrado y Nuria de los orishas. Al hilo comenta Jorge que en la religión local parece
que se entremezclan los misioneros y la magia negra, a lo que Fer recuerda que aquellas personas que
usan la magia negra deben pagar sus efectos «con la misma moneda», y menciona
la sangre animal de los sacrificios y a la diosa Yemanjá, habitante del fondo
del mar, que Jorge califica de diosa
madre mientras Araceli nombra al
dios Oxalá. Añade entonces Fer que
el autor comenzó a introducir el candomblé en la literatura, así como la
capoeira, creada por esclavos angoleños, a lo que Jorge señala que con este tipo de baile se ejercitaban los esclavos
como entrenamiento para la rebelión, lo que a Mónica le lleva a recordar la escena del Reformatorio donde las
autoridades proveen a los internos de machete y hoz para que trabajen, detalle
que a ella le parece una incitación a la rebelión, aunque Jorge indica que los presos están bajo una especie de síndrome del
elefante atado, que pese a su enorme fuerza no se ve capaz de liberarse de la
cadena, por haber sido atado a ella desde pequeño. Mónica señala entonces que las escenas de tortura en el
Reformatorio le han resultado de una violencia gratuita, pues no parece eficaz
dejar inútil a quien deseas sacar información, a lo que Fer opina que la tortura es por encima de todo un castigo.
Finalmente, Marta destaca el final
heroico de los protagonistas, aunque también le ha parecido excesivo; por su
parte, Araceli concibe como lección
final el hecho de que cada cual ha de seguir con sus penas a cuestas.
ELENA comenta
que le ha resultado demasiado tópico e indica que, aunque el autor pretenda
reflejar una situación social muy dura, a su juicio se queda en la intención, que
no alcanza a reflejarlo todo y que esa lucha de los oprimidos resulta muy
estereotipada. Critica que de la huelga sólo se haga una simple mención y no
obstante sea el hecho que convierta a los protagonistas en revolucionarios;
también le parece censurable el tratamiento que en el texto se da a la
violación, que parece que la justifica, a lo que Araceli subraya que es el reflejo de una realidad social y que ésa
es la imagen que la sociedad impone de la mujer; por su parte, Mónica replica que el autor termina
colocando al violador en el papel de héroe de la novela. Fer comenta entonces que la sociedad brasileña es rematadamente
machista, pero Elena plantea si ante
eso debe exponerse la aceptación o la resignación ―en plena controversia sobre el
tratamiento denigrante hacia las mujeres, Eugenio
propone un debate filosófico de hondo calado: «¿Tiene alma la mujer?»―. Elena continúa su intervención
señalando que a su parecer la novela justifica la existencia de violencia, en
ese entorno de pobreza y orfandad, e insiste en que la descripción que hace el
autor de la violación, rodeándola de cierta sensualidad, da la impresión de
mostrar que a la víctima le ha gustado, ante lo que recuerda Araceli que en la ignorancia muchas
jóvenes violadas creen que en ello consiste el placer. Mónica evoca la escena en que se expulsa del grupo a los
homosexuales, «pero sólo a los pasivos»,
a lo que Fer remite a la traducción.
A RUTH le ha gustado leerlo, aunque también le ha parecido bastante
infantil, repetitivo y poco “profundizador” en los personajes y en los temas
importantes. También le ha decepcionado el “final feliz”, que considera un
desenlace rápido, así como le ha llamado la atención que el autor margine a las
chicas, ya que ellas también están sujetas a esa condición miserable y a ese
mismo destino cruel que amenaza a los protagonistas, incluso más miserable y
cruel que para ellos, dada su condición de mujeres; evoca entonces Mónica el pasaje en que Dora va a pedir
trabajo. Fer comenta que el voto
femenino se alcanzó en Brasil antes que en España, y al hilo nos metemos en un
debate sobre la historia patria donde comentamos lo reaccionaria que es la
juventud en nuestros días, respaldada tal opinión por algún caso afrontado por
una amiga psicóloga con que nos documenta Nuria.
NURIA señala
que le ha impresionado la penosa realidad de los niños, consecuencia de la
nefasta educación que reciben y de la falta de afecto, localizando en estas
carencias el límite de su desarrollo como personas; Julio recuerda entonces que cuando Sin Piernas es acogido en una
casa, no soporta la ausencia de la pandilla y regresa con ellos, lo que Fer interpreta como que el chico ha
entrado en un círculo vicioso del que no puede salir, Mónica considera que tiene el odio arraigado y Elena ve el origen de su rechazo en la rabia adquirida, aunque
también señala que la familia de acogida no le quiere tanto a él como al recuerdo
del hijo perdido. Nuria comenta que
en todo caso se trata de un fuerte problema de autoestima y pone como ejemplo
los casos de buying en los cuales no es tanta la fortaleza del agresor como la
del grupo que le apoya, y Jorge piensa
que se sigue el principio de que para las personas criadas en un ambiente
hostil, «lo que no mata, hace fuerte». Destaca Nuria que en la novela Pedro el Bala pase de ser un capullo a convertirse
en líder del grupo, aunque lo achaca a cuando el chico conoce la historia de su
padre, ya que esto le sirve de estímulo, convirtiéndose en un referente para
hacer crecer su humanidad; Lis señala
la importancia de los orígenes en la formación de la personalidad, pero Mónica considera que la novela no
muestra bien esa metamorfosis, lo que lleva a un desenlace artificial, y Elena habla de una fallida evolución
ideológica; no obstante, Nuria ve
que en la búsqueda del arraigo se rompe el pesimismo de los personajes, que en
un principio tienen muy asumido que para ellos no existe posibilidad de cambiar
de vida, a lo que Jorge señala que
en esas circunstancias te vas cerrando puertas tú mismo y Fer indica que lo que necesitan es poder tener esperanza. Nos
cuenta entonces Araceli que hay una exposición
en el Museo de América donde la escultora ha añadido al retrato los antecedentes
de la persona modelo, y Jorge habla
de una angoleña casada con colega suyo que quería salir como fuera de su país;
«para ser feliz», añade Marta.
A
LIS le ha gustado porque en su opinión, aunque le da mucho coraje el tema
de los niños-soldado, el tratamiento que da el autor al asunto es lírico;
coincide con Nuria en que este tema
le da rabia y que los niños, en el fondo, se comportan como mala gente, pero destaca
que los protagonistas de la novela, al alcanzar cierto nivel de madurez, sean conscientes
de su situación y se planteen su futuro. Lis
recalca la importancia de contextualizar el contenido del libro, y pone como
ejemplo el tratamiento que se hace de la huelga en su descripción; por otro
lado, recuerda que hoy en día viven muchas personas cuyas abuelas han sido
esclavas, y que estas personas no han tenido infancia ni recibido el cariño
necesario. Añade que la violación sistemática de niñas es una realidad que aún existe,
incluso en Occidente, circunstancia que Nuria
identifica con casos recientes en nuestro propio país, y Julio considera que, hoy en día, se ve empeorada con el consumo y
tráfico de drogas, lo que hace recordar a Elena
que en la novela no se mencionan las drogas, y Mónica apunta que sólo se habla del consumo de alcohol. Finalmente,
Lis menciona los nefastos mecanismos
coercitivos del Reformatorio, cuyo nombre parece un horrible sarcasmo al no
existir ni atisbo de intención educativa, observación que Nuria corrobora llamándolo «criadero de esclavos».
ARACELI
insiste en que a ella le ha gustado el libro y nos recuerda que pretende ser un
documento social, aunque con tratamiento poético y espíritu divulgativo, que muestra
las eternas diferencias entre Norte y Sur y describe una sociedad muy
polarizada, hablando de «los ricos»; Nuria
recuerda que la peste la envían «los de abajo». Araceli señala por otro lado que en la novela se refleja bien que
los protagonistas, aunque traten de comportarse como hombres, son niños,
manifestándose por ejemplo en su noción del robo como aventura; asimismo
destaca la descripción de los lugares, que el narrador hace vívidos. Respecto
al punto oscuro ―la violación de Dora―, Araceli
señala que la niña cumple el papel de «la mujer» en la novela, papel al que Lis ve identificado el de proveedora de
afecto para el grupo, «virtud femenina». Por último, comenta Araceli que le ha gustado mucho el
recurso literario que emplea el autor al iniciar y finalizar la novela mediante
crónicas periodísticas o recortes de prensa, ante lo que confiesa Nuria que al principio llegó a
preguntarse si en algún momento comenzaría el relato, si habría alguna historia.
A JULIO le ha parecido bien que el libro nos haga ver la cruda
realidad social de la zona y de la época; también recuerda que, posiblemente,
en la época en que está escrita la novela existiera una censura que obligara al
autor a dulcificar y maquillar su narración. Confiesa que ha sentido compasión
por los niños protagonistas, que se ven obligados a comportarse como hombres
para sobrevivir, y califica el Reformatorio de una trituradora donde los
internos son la carne que la alimenta. Respecto a la forma de la obra, Julio también opina que el relato es
repetitivo y se hace cansino, aunque insiste en tener en cuenta que el autor tenía
veinticinco años cuando lo escribió, detalle que en este sentido parece
determinante; Araceli señala
entonces que Jorge Amado es una especie de «humanista conservador». Por
último, Julio desea destacar la
cuestión urbanística respecto a la separación por barrios y clase social que se
produce en las grandes ciudades, y se pregunta hacia dónde irá este
segregacionismo, a lo que Fer comenta
que en la actualidad se está produciendo la concentración de los barrios
obreros y Eugenio recuerda que se ha
puesto de moda la construcción de muros; por otro lado, Fer cuenta que es ejercicio común entre las bandas de ladrones hacer
incursiones multitudinarias a las playas turísticas, a modo de saqueo, y que en
otras ocasiones usan maneras de los antiguos salteadores de caminos, cerrando
la salida de un túnel de carretera para robar a los automovilistas que quedan
atrapados dentro.
MÓNICA recalca
que se ha leído todo el libro y que no le ha gustado, que la historia le parece
ñoña y que la narración se vuelve molesta cuando trata la denuncia con un
estilo mediocre; señala que el toque «Robin Hood» se le antoja extraño, sobre
todo teniendo en cuenta que en la idealización final del protagonista se
ensalzan virtudes heroicas después de mostrarle como responsable de una
violación. Respecto a ese final de la novela, le ha parecido inverosímil, a lo
que Nuria comenta que su objeto es dejar
abierta la puerta a la esperanza, Lis
señala que es una manera de especular con el pasado de algunos héroes populares
que existieron realmente y Julio menciona
el final del Pintor; pero Mónica
insiste mencionando el caso de Pedro el Bala, de quien no le resulta creíble un
amor platónico, o al que llaman el Gato, de quien Araceli dice que es el típico «chulo-putas», Nuria lo llama «delincuente majete» y a Jorge le lleva a evocar aquel “Soy un truhán, soy un señor”. Respecto
a otros personajes, Nuria menciona
al Cura, de quien dice que siempre se pone de simple, a lo que Jorge recuerda que tiene una noción
distinta del dinero, y Lis, que vive
una realidad diferente; Araceli
señala entonces que hay en él una personificación de la Teología de la
Liberación, Mónica menta a los curas
obreros de los barrios del Madrid franquista, Ruth opina que los niños se acercan a él atraídos por cierta bondad
ingenua y Nuria cree que es porque
les trata como a personas, sin juzgarles, lo cual les sorprende. Por último, Mónica nos cuenta que se ha acordado de
la experiencia transmitida por una amiga suya que estuvo trabajando como
cooperante en La Paz, Bolivia, y que le dijo que allí los ricos viven en el
valle y los pobres en el alto, lo que sorprendía a su amiga y le provocaba una
gran inseguridad, a lo que Marta
responde que a los pobres no se les ocurriría amotinarse, pues tienen una
mentalidad servil; Mónica concluye
la anécdota señalando que su amiga sufrió el llamado «síndrome del cooperante»,
que consiste en tener que vivir en destino como si pertenecieras a la clase
pudiente.
Para EUGENIO, el realismo social que denuncia los males de unos sectores
pero está destinado a lectores de otra clase, no cumple su deseo de cambiar la
sociedad, por eso no cree que esta novela llegue a cumplir su objetivo, aunque Araceli considera que esto no es del
todo cierto, puesto que poner en conocimiento de una clase más culta los males
de otra analfabeta, al hacer conscientes a sus miembros de lo que está pasando
a su alrededor, es un paso adelante para la transformación de las
circunstancias; Eugenio señala, no
obstante, que nunca debemos perder de vista que la literatura es ficción, y por
tanto invención humana cuando no mentira, y que precisamente esa conciencia de
la falta de realidad verdadera diferencia, por ejemplo, a la literatura con
mayúscula de la de mercado; Marta,
por su parte, considera que no debe juzgarse todo el realismo social en base a Capitanes de la arena, y pone como
muestra de alta literatura en este género la obra maestra de Luis Martín
Santos, Tiempo de silencio. Por
último, Eugenio cree que la señalada
mención a la huelga no es una forma digna de homenajear la voluntad del pueblo,
sobre todo teniendo en cuenta que Brasil reúne gran tradición de una fiesta
como el carnaval, que sí merece considerarse manifestación popular.
Con vistas a la próxima sesión, Francisco elige Autorretrato, del francés Édouard Levé. La fecha: el 13 de
octubre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario