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domingo, 6 de mayo de 2018

"NOSOTROS, LOS RIVERO" DE DOLORES MEDIO


















   












15 de abril de 2018 (San Ruth): Nosotros, los Rivero / Dolores Medio

Reunidas (por orden de aposento comensal): Francisco, Eugenio, Fernandinho, Lis, Ruth, Elena, Julio, Carmen, Marta, Jorge, Soledad y Mónica.
P. d. 1º: Laura estuvo presente en la proyección-sorpresa de El gran dictador, de Charles Chaplin, celebrada horas antes en homenaje a nuestra matrona, pero ha tenido que ausentarse de la liturgia traguliana por motivos familiarmente justificados.
P. d. 2º: El escriba del presente Acta declara bajo juramento que las manchas de vino halladas en las hojas del cuaderno se deben únicamente a la torpeza de algún comensal o comensala que, sin ninguna intención aparentemente aviesa, ha vertido una copa distraída sobre su material de trabajo.

Como presidente de la mesa y promotor del Día de San Ruth, Francisco se disculpa sinceramente por no haber leído el libro; esgrime en su defensa que la misión que lo avala para esta convocatoria es velar por que recibamos la mejor acogida posible en los dos espacios donde hoy nos reunimos, además de procurar que la homenajeada, matrona nuestra, posea un ejemplar de la obra íntegramente editada, esto es, sin censuras ni recortes; esta edición es la que recientemente ha publicado Libros de la Letra Azul, novísimo proyecto editorial capitaneado por Ángeles Caso. Marta respalda la declaración de nuestro presidente, añadiendo que, además, él se encargó de ir a una librería de viejo para adquirir dos de los censurados ejemplares que hemos utilizado para esta tertulia; Francisco corrobora tan categórica afirmación, pero resta importancia a su mérito e insiste en excusarse de su inanición lectora, asegurando que el último libro que se ha leído hasta el momento ha sido Insolación, de Emilia Pardo Bazán.

A continuación, Eugenio trata de aclararnos por qué se está mostrando tan empecinadamente contrario al realismo, y para ello señala que ya desde el mismo concepto con que este estilo es etiquetado, se crea un equívoco en la expectativa, porque derivando del término «realidad» promete que va a reflejarla con mayor o menor fidelidad, transmitiendo a nuestra conciencia la visión errónea de que una ficción puede revestirse con estatuto de acontecimiento. Eugenio añade que probablemente él tenga un prejuicio incurable hacia el realismo, pero lo justifica diciendo que al leer somos propensas a identificarnos con el contenido y solemos derivar nuestro gusto estético de la simpatía o rechazo que sentimos hacia personajes y sucesos, obviando la forma de la obra y perdiendo su verdadero alcance artístico. Por otro lado, Eugenio recuerda que la autora, cuando recibió la notificación de que su novela había sido censurada, se saltó el procedimiento legal remitiendo una carta a las autoridades competentes en la materia donde rogaba que le fueran señalados los pasajes impropios con el fin de suprimirlos, y aunque más adelante, a propósito del informe censor de otra de sus novelas, Diario de una maestra, respondió Dolores Medio con un nuevo recurso donde ya sí reivindicaba la legitimidad de su texto íntegro, argumentando haber encontrado, en obras de otros autores publicadas por aquellos tiempos, alguna de las incorrecciones que se le imputaban a ella, no dejó de supeditar su expresión literaria a la necesidad de verse publicada; lo que, no obstante, Eugenio reconoce como perfectamente legítimo, pero insiste en que la intención reivindicativa de la autora, que tuvo suficientes motivos para rebelarse, habiendo sido maestra antes de la Guerra y posteriormente represaliada por ello, obligada a emigrar a Madrid y a trabajar y vivir en condiciones pésimas, se pierde tras la forma que da a su obra, de lo cual le parece muy significativo que en el informe censor se acuse a la narración de estar impregnada de «excesivo lirismo republicano y revolucionario», expresión que, según Eugenio, carece por completo de significado.

Fer pone cara de póker y pasa la palabra a su «meu bem», más conocida como Lis, después de desvariar ampliamente acerca de una película titulada La espera, que al parecer se vio obligado a ver la víspera, muy a pesar de que los personajes protagonistas, un italiano y un francés, no le inspiraban ninguna confianza. A juicio de Francisco, un italiano y un francés son de ese tipo de machos que «bien se quiere follar a todas, bien se las ha follado».

Lis afirma que a ella sí le ha gustado la novela, a pesar de haber tenido que leerse la versión censurada; argumenta que una parte de su interés por este libro se debe a que ella pasó su infancia en Asturias y siente afinidad por Oviedo, ciudad muy bien descrita en sus páginas, siempre bajo la sombra de la Vetusta de Clarín, nombrada en sus páginas explícitamente. A juicio de Lis, la autora es una mujer valiente dispuesta a contar lo que desea contar pese al riesgo que corre frente a la censura, siendo sincera y consecuente con sus sentimientos ideológicos; a ello, matiza Ruth que, en aquella época, era más fácil eludir la censura escribiendo desde el punto de vista de una mujer, a la que se le presuponía cierta ingenuidad e inocencia, incomprensión del funcionamiento del mundo, una especie de minoría de edad perpetua. Esta tesis es corroborada por Elena, que dice que el uso de una mujer joven como protagonista facilita la incursión de la autora en los terrenos más espinosos, como lo insulso de la vida social de posguerra, teñida por el miedo de los reprimidos y la sordidez de los represores; pone como ejemplos Nada de Carmen Laforet y Entre visillos de Martín Gaite, a los que Soledad añade la serie de Celia creada por Elena Fortún y Eugenio evoca La loca de la casa de Rosa Montero. Entonces, Soledad aprovecha que tiene la palabra para, acerca de la negativa de Eugenio a leerse el libro, recomendar que se haga el esfuerzo por leer aquello que en principio no entra bien, a lo que Eugenio replica que el esfuerzo debe hacerse cuando algo cuesta entenderlo y no cuando se tiene la sensación de que se está leyendo algo consabido; Fernandinho apoya esta afirmación añadiendo un ejemplo tomado de su experiencia como músico: asegura que a él le basta medio minuto para discernir si una composición, nunca escuchada antes, despierta su curiosidad o suena a refrito sin interés. Entonces surge un debate muy animado durante el que se expresan las diversas impresiones en torno a la manifiesta diferencia de estilo que existe entre la narración realista de Nosotros, los Rivero y la psíquico-onírica-filosófica de Orlando, libro de la sesión anterior.

Ruth comienza su intervención agradeciendo la sorpresa con la que ha sido agasajada esta mañana, y reitera que ha elegido esta novela porque en ella se muestra el inconformismo de una mujer hacia la realidad social, en unos tiempos tan hostiles como los de aquella época, y no sólo en España. Comenta que a ella también le ha gustado y nos recuerda que Dolores Medio, habiendo sido afín a la República, muestra sus reservas hacia la Revolución asturiana; sin embargo, Ruth se muestra crítica con la autora al considerar que la narración pasa “de puntillas” por todo el asunto de la desaparición o muerte del hermano de la protagonista, Ger, durante el conflicto social extremo arriba mencionado. Al hilo de los problemas de Dolores Medio con la censura franquista, por su afinidad con quienes perdieron la guerra, Soledad comenta que, dado este desencuentro, no entiende por qué recibió el premio Nadal; Eugenio por su parte señala que lo más antifranquista que hay en la novela es haber llamado al padre “Aguilucho” y Elena evoca el momento de su propia infancia en que descubrió que en casa había libros prohibidos disfrazados bajo la sobrecubierta de los que eran preceptivos.

Para Elena, la novela es plana y sin emoción, pese a lo prometedor del argumento; a su juicio, es una obra con muchas posibilidades que termina siendo anodina. También reprueba que la autora, como ha dicho Ruth, pasase de puntillas sobre los acontecimientos más notables, haciendo perder interés a su obra, despojándola de entidad literaria. Elena no descarta que todo esto se deba al peso del fantasma de la censura, y pone como ejemplo la escena en el interior de la catedral, donde la protagonista sufre una agresión sexual: en la narración queda en anécdota insustancial que ni siquiera causa indignación, y de su lectura no alcanzamos a saber si se ha tratado del típico acoso, de un abuso físico o ha habido violación.

A Julio, como diría Carmen, el libro le ha gustado “normal”; insiste en que, seguramente, se deba al problema de la censura, y hace sembrar la discordia entre Eugenio y Francisco cuando, a propósito de la escena anteriormente mencionada por Elena, plantea la diferencia entre sobar y sobetear.

Marta indica que, si no ha entendido bien, lo que Eugenio quiso alegar como justificación de su rechazo al realismo, se basa en la suposición de que el lector de novela realista pierde su capacitad de criterio evaluador y no puede eludir los prejuicios que el autor le transmite durante la lectura, considerándolos fruto de objetividad. Eugenio replica, por alusiones, que habitualmente se suele narrar con estereotipos prefijados en función del tipo de receptor al que se presupone que quien lo hace se dirige, pero que no hay que olvidar que esta intención puede ser sospechosa, por ejemplo comercial, salvo cuando se escribe con intención didáctica o testimonial, pretendiendo que lo que una ha visto, sabe o conoce, sea transmitido a los demás, a modo de herencia; pero Eugenio señala que esa no deja de ser una intención inmadura, y que el verdadero talento literario se logra cuando la autora escribe para satisfacerse a sí misma. Soledad muestra entonces su conformidad, y recuerda que, en los años cincuenta, lo único que preocupaba a Dolores Medio era que le publicaran su obra para poder dedicarse a ello profesionalmente; entonces Marta comenta que la cuestión es saber diferenciar la obra realista bien escrita de aquella otra que no es tal, e insiste en que, para cualquiera, afrontar la lectura de una obra realista implica el mismo esfuerzo literario que hacerlo de una naturalista, poética, onírica o lo que sea. Por último, reitera que Nosotros, los Rivero le ha parecido una novela digna, muy a pesar del velo de la censura que cayó sobre la versión que ha circulado durante más de cincuenta años, y aunque su autora no posea la maestría que llega a alcanzar Rafael Chirbes.

Carmen señala que a ella la novela le ha dejado indiferente, “ni fu ni fa”, y aunque no le resta interés a la historia que cuenta, considera que la forma de contarlo es más importante y en este caso no le ha llegado. Dice que por ello la trama resulta anodina, y que probablemente sólo durante una década tan gris como la de los cincuenta en España, se podía haber concedido un premio literario a esta obra; por otro lado, Carmen comenta que los personajes son bastante superficiales, muy estereotipados, y que resulta paradójico que la narradora no deje de insistir en anunciarnos que pertenece a una familia de aventureros, sin dejar de mostrarse ella misma tan sosa.

A Jorge le ha parecido un libro bastante insulso a pesar de que está bien escrito, ante lo que Carmen reitera que el personaje de Lena es bastante ñoño; Jorge incide a continuación en que, no obstante, le ha gustado bastante más que el anterior (Orlando) porque de éste no fue capaz de entender la narrativa onírica de Virginia Woolf.

A Soledad le ha gustado el libro, y argumenta que ella prefiere el realismo a la literatura fantástica, a lo que Eugenio señala que no es cuestión de oponer lo realista a lo fantástico, y hace alusión a la película El último guerrero, de Daniel Monzón, para ejemplificar que una historia de fantasía puede albergar metáforas que reflejen un punto de vista acertado sobre la realidad. Por otro lado, Soledad muestra su agradecimiento a Nuestra Matrona por habernos traído este libro a la Tragulia, ya que ello le ha posibilitado haber conocido a su autora.

Mónica se lo ha leído (¡y ya es el segundo!) pero dice que no le ha gustado el final, que tiene el cliché típico del protagonista que parece viajar en el tiempo para contar su historia y decir “Mirad: a pesar de lo mal que lo he pasado, aquí sigo”; también dice que le ha parecido insustancial el tratamiento de la historia, y que si hubiera sido narrado desde el punto de vista de cualquiera de los otros personajes (María, Ger, Heidi; sobre todo Heidi, que le parece un personaje fascinante), hubiera sido mucho más interesante. Por último, Mónica se pregunta el porqué de ese “Nosotros” en el título, si la mayoría de las integrantes de la familia son mujeres.

Para la próxima cita, Soledad elige Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas padre; concertamos como fecha el 22 de julio.

1 comentario:

  1. Cómo siempre genial. Olé, olé y olé. Bravo lo Uge, Mónica y Jorge

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