Decimocuarta Sesión de La Tragulia
sobre la lectura de La espuma de los días / Boris
Vian
Fuenla, 26 de diciembre de 2016
Reunidxs: Ruth, Mónica,
Soledad, Carmen, Jorge, Francisco, Laura, Eugenio y Marta.
Eugenio abre la sesión señalando que es una novela sobre la felicidad que se debe
disfrutar cuando se tienen juventud y dinero, y donde el autor introduce el
matrimonio como hecho concreto que la arruina, pudiendo considerarse una especie
de crítica a las historias de amor que, para alcanzar su anhelada unión, hacen
padecer adversidades a los interesados; Carmen añade que en la segunda parte
del libro se introduce la vivencia de la muerte en la existencia de los
protagonistas, porque al principio la conocen pero sólo en la vida de los demás
y representada de manera frívola, y Marta
lo ve como una suerte de iniciación a los sinsabores de la existencia, que
sacudirá a quienes hasta ese momento parecían inmunes a los vaivenes de la
vida. En cuanto al estilo, Eugenio
indica que Vian se aleja de la forma propia de su época, básicamente
realista, y el producto es una serie de escenas que sorprenden e irritan, a lo
que Mónica comenta que a ella
termina cansándole tanto surrealismo, Carmen
señala que la casa encogiéndose durante la última parte de la novela se ve
desde la lectura que empatiza como un hecho normal y Francisco destaca la figura del pianocóctel, a lo que Marta apunta que la versión
cinematográfica está muy lograda en ese sentido. Eugenio subraya que hay mucha simbología en la narración, y que el
significado de lo narrado está más allá de la apariencia, a lo que Carmen subraya que esta novela choca
con lo que hoy estamos acostumbrados, pues ahora somos mucho más prosaicos que
en la época de Vian y nuestro imaginario ha perdido brillantez y
riqueza. Acerca de ello, Jorge
abunda en lo sugerente que es la producción de motivos surrealistas como en Dalí
y El Bosco, y señala que ‘imaginario’ viene de ‘imagen’ y por eso a él
le ha costado hacerse idea de algunas escenas, porque no termina de verlo por
escrito. Por último, Eugenio destaca
el mito de las ninfas que representa el personaje de Chloé, según el estudio
introductorio de Elena Real en la edición en Cátedra que él ha leído: la
ninfa estaría reflejada en el mundo acuático que se apodera de la novela en su
parte final y termina causándole la muerte.
Marta dice que a ella le ha gustado aunque considera que su lectura es
trabajosa, y señala que hace un tiempo no habría sido el momento oportuno de
afrontarla para ella. Indica que sobre lo dicho anteriormente respecto al
surrealismo de la novela, le parece que una definición más precisa será
calificarla de simbolista, a lo que Carmen
subraya que principalmente es un mundo obsesivo. Marta insiste en que le ha gustado la novela, pero no la ha
entusiasmado; sin embargo, cree que Vian fue un hombre fascinante, que
además de escritor era músico y estaba muy integrado en el ambiente del jazz; Soledad recuerda también que fue
ingeniero y Francisco hace un salto
biográfico para llamar la atención sobre el hecho de que el nenúfar que afecta
a Chloé en la novela, podría simbolizar la enfermedad cardíaca que durante su
vida padeció el autor, y a consecuencia de la cual terminó muriendo a temprana
edad.
Ruth confiesa que le ha gustado más de lo que esperaba, sobre todo por la
belleza de la imagen del nenúfar instalado en los pulmones de la protagonista;
indica que le costaba entrar en la lectura, ya que ella es más permeable a las
narraciones realistas; a propósito de ello, Eugenio insiste en reflexionar acerca de lo que puede considerarse
realismo, ya que esto dependerá de la referencia que se tome para considerar
que una cosa es más o menos fiel a la realidad que otra, o que sea algo más
convencional o impuesto socialmente, y como ejemplo señala que cuenta más el
detalle de que se trate de una boda y no de un irse a vivir juntos, lo que se
considera en la novela culminación de la relación, que la extravagante manera
en que ésta se celebra; ante esta escena, Carmen
recuerda la presencia de los dos pederastas, término que Francisco interpreta en el sentido de homosexualidad. Al hilo Eugenio recuerda que Vian se
mostraba contrario a la moda del compromiso en la labor literaria que defendía Sartre,
pero Soledad ve en esta novela un
homenaje de su autor al filósofo existencialista, a quien le unía cierta
amistad, y ante lo que Francisco
recuerda la frase del prefacio que escribió Vian para esta novela, donde
afirma que los individuos siempre tienen razón y la masa siempre se equivoca,
idea que a su juicio es lo más contrario al compromiso sartreano que puede
decirse.
Mónica comienza su intervención señalando que le ha dado la impresión de que al
autor se le va un tanto la olla, aunque en pequeñas dosis le haya parecido
divertido, como cuando Colin se está arreglando los párpados; también destaca
la crueldad de algunas escenas, mencionando aquélla en la que los
protagonistas, tras recibir una llamada que les reclama con urgencia, y
dependiendo para ponerse en marcha de un empleado de la pista de patinaje que
no tiene mucha prisa, lo agreden y matan en un arrebato que, a juicio de Jorge, es muy común en el día a día al
volante, mientras Carmen señala que
la crueldad de la primera parte de la novela, cuando los personajes no se ven
afectados, refleja la cotidiana indiferencia que solemos mostrar ante los males
que no nos tocan directamente; al hilo Mónica
también menciona la muerte del director de orquesta durante la boda, tras
precipitarse al vacío, y Jorge recuerda
que así se ahorraron su sueldo. Mónica
destaca positivamente las recetas de Nicolás, y recuerda que en ellas también
hay un antes y un después de la boda, a lo que añade Jorge que precisamente Nicolás comienza a envejecer súbitamente
cuando Chloé enferma y la casa comienza a menguar, detalle sobre el que insiste
Carmen cuando Mónica señala que los personajes principales de la novela no tienen
ninguna psicología que nos permita comprenderlos o identificarnos con ellos, y
que su personalidad o estado de ánimo se muestra en las descripciones del
entorno, a lo que Marta resalta ese
final angustioso y Mónica añade los
gusanos que salen del suelo al cerrarse definitivamente la habitación. También
recuerda la escena en que Chick pierde el trabajo en la fábrica donde los
obreros están encadenados con grilletes a las máquina que tratan de atraparlos,
y Carmen recupera el trabajo de
Colin en el que debe construir fusiles dando calor con su cuerpo a la tierra
donde se generan, o el que consigue al final de la historia, cuando se dedica a
comunicar malas noticias, tarea que a Jorge
le evoca una que aparece en un capítulo de Los Simpson y Eugenio cree similar al cuento clásico de la muerte sorprendida al
encontrar a alguien en un lugar cuando al día siguiente debe recogerlo en otro.
Por último, Mónica indica que
personalmente hubiera preferido más realismo, sobre todo en una muerte de Chloé
que parece que se demora para aumentar la angustia, y lee la escena del conejo
que fabrica pastillas con el movimiento de su aparato digestivo, a lo que Jorge recuerda que se alimentaba de
zanahorias cromadas, para a continuación, comprometerse a leer después el
capítulo en el que Colin está buscando trabajo.
Soledad se queja de que le gusta entender lo que lee y con La espuma de los días no ha sido el caso; además, cree que hay un
exceso de surrealismo, que no recuerda en otras novelas del autor, como por
ejemplo Escupiré sobre vuestra tumba,
de la que señala Francisco que fue
firmada por el seudónimo Vernon Sullivan, y era una especie de parodia
policíaca. Carmen comenta que Vian
estaba bastante alejado de la literatura de su tiempo, tanto de la novela
existencialista de Camus y Sartre, como de la literatura que
hacían Bataille o Blanchot, a quienes Eugenio añade a Klossowski. Soledad remarca que una cosa es la historia y otra la manera en que
está escrita, y que ésta en particular no le ha gustado, a lo que Eugenio opone la idea de Flaubert
de que el fondo es la forma, y la defiende insistiendo en que una historia escrita
de diferente manera deja de ser la misma historia, lo que lleva a Soledad a acordarse de las anécdotas
bibliotecarias en las que lxs usuarixs piden libros clásicos “que no estén
escritos en castellano antiguo”, llegando al extremo de haberle pedido a ella
un ejemplar de Tres sombreros de copa
de Mihura con esas características.
Carmen señala que le ha gustado el libro y sobre todo el lenguaje en que está
compuesto, por sus descripciones basadas en los colores y la proliferación de
adjetivos sensoriales; también destaca la descripción de los aparatos e
invenciones, que demuestran que Vian había estudiado ingeniería. Define
la novela como de absurdo y humor negro, y considera que es un libro bonito de
leer, por lo lírico (al hilo enfrenta Eugenio
la idea del compromiso representado por Sartre, que ataca Vian,
con el “arte por el arte” que ejemplificaría su novela); respecto a los
artilugios, Mónica recuerda el
arrancacorazones, y que Alise le pide a Partre, para usarlo con él, que se abra
la camisa, lo que a Jorge le
recuerda a Camarón. Por último, Carmen
evoca la falda amarilla de las protagonistas en las primeras escenas, y el
vestido de señorona de la Buenver, que Alise lleva como regalo de Chick, y que
en la película es horrible.
Jorge confiesa que lo ha leído dos veces y le está gustando ahora gracias a los
comentarios que escucha en la tertulia, por lo que considera que no tiene
prejuicios sino postjuicios. Añade que la película le ha encantado, y que es
muy fiel al libro, a lo que Carmen
recuerda la estética muy francesa tipo Amelié,
ya no sólo por la actriz, y Francisco
recuerda La ciudad de los niños perdidos,
a lo que Carmen añade Delicatessen, que para una no-amiga suya
con la que estuvo hace tiempo de viaje en Llanes, fue la peor película que
había visto en su vida; a continuación nos cuenta la anécdota de cómo se
encargó de vengarse de ella, y después nombra Leolo como otra muestra de cine peculiar. Jorge cumple su promesa y lee el capítulo de la búsqueda de empleo
por Colin, donde destaca diálogos en la onda de los hermanos Marx y
señala que el autor es consecuente con lo que dice porque lo conoce de primera
mano, tiene contacto con el mundo real aunque luego lo describa a su manera,
asunto que genera un debate donde se trata del endiosamiento de ciertos
escritores y Mónica acuña una nueva
disyuntiva: “el ego o el morro”. Finalmente Jorge insiste en que la fidelidad de la versión cinematográfica
sorprende, en su caso como lo hizo en su momento la de El perfume, y que de la misma manera que ‘imaginario’ e
‘imaginación’ provienen de ‘imagen’, la edición ideal de Lolita sería la ninfa
Chloé, a lo que Francisco replica
que los títulos que parodian la obra de Sartre le han recordado a Las gallinas ponederas, y eso porque las
tetas no caminan solas como quisiera creer Woody Allen, pues en ese caso
serían gallinas ponifloxis, es decir: ¡contramuslo!
Francisco (ya recuperado de su anterior intervención) comenta que conoce a Boris
Vian desde hace mucho tiempo, y que ha leído varias de sus obras —entre las cuales menciona Que se mueran los feos— así
como había leído ya La espuma de los días,
cuando tenía “veintipocos”; define al autor como un Da Vinci del siglo
XX, muy activo y polifacético, y recomienda la lectura de Vidas paralelas de Boris Vian, editada por Versal hace varios años.
Francisco señala que a su juicio es
un autor para gente joven, pues para él fue una pasión juvenil y su disfrute,
ahora, es muy distinto, más analítico; lo enmarca bajo una concepción de
“libertad para escribir lo que se quiera”, y respecto a su mofa de Sartre
dice que la óptica de Vian sobre la literatura es más bien anarquista.
También resalta que la Francia en que se gestó este autor no tiene nada que ver
con la España aislada que conocemos, y que los franceses tienen capacidad para
componer un ensayo sobre el agujero del donut, a lo que Soledad comenta que en Francia saben exhibir su cultura y Francisco recuerda la película Fuego fatuo, dirigida por Louis Malle
y a raíz de la cual pone varios ejemplos literarios entre los que la mención a Celine
y su Viaje al fin de la noche dirige
el curso de la sesión hacia un apasionado debate sobre el antisemitismo.
Finalmente, recuerda Francisco la
nula recepción de autores como Thomas Bernhard en Inglaterra, y que Javier
Marías ha dicho que la mentalidad utilitarista de los británicos les impide
comprender la literatura continental, lo que quizá tenga que ver con una
cuestión gramatical; Carmen comenta,
a propósito de ello, que los intelectuales españoles suelen acuñar tendencias
más germanófilas.
Para cerrar la sesión,
después de que nuestra anfitriona Laura
nos asegure que mañana no tendrá problemas con el vecindario, elegimos el
próximo libro, que será Trópico de cáncer,
del estadounidense Henry Miller.