Cuarta Sesión de La Tragulia
sobre la lectura de Las
afinidades electivas / W. J. Goethe
Madrid, 14 de diciembre de 2014
Reunidxs: Lis, Fernando,
Concha, Jorge, Juan Carlos, Marta, Ruth, Juanra, Carmen, Soledad, Eugenio y
Mónica.
Mónica abre
la sesión comentando que le ha gustado la novela, que llevaba un tiempo sin
poder leer a los clásicos y ya echaba en falta una lectura de este tipo, de la
que destaca la habilidad con que el autor profundiza en los estereotipos que
representan sus personajes. Califica de extraña la parte en que se reproducen
las anotaciones diarias de Ottilie, que le parece un compendio de aforismos al
estilo de frases de moda para libros de autoayuda, y le sorprende que Goethe
hubiera hecho uso de este tipo de sentencias, a las cuales Carmen considera carentes de interés, señalando que no dejan poso. Mónica también menciona a Mittler, un
personaje que tiene su gracia, aunque le ha jugado una mala pasada al pensar
que se trataba del sacerdote que muere durante el bautizo del recién nacido, y
ante lo cual Jorge se queja de que
en la introducción de la edición de Cátedra, se cuente este hecho y otros que
desvelan el argumento. Mónica
continúa indicando que a su juicio Goethe ha tratado temas delicados con
valentía, entre ellos la noción religiosa del inevitable castigo que acarrea el
pecado, a lo que Carmen puntualiza
que el final trágico se deriva del incumplimiento de las conveniencias por
parte de los protagonistas, y se da a entender que el cadáver de Ottilie queda
incorrupto; las diferencias sobre las que la novela teoriza entre el hombre y
la mujer es otro tema que Mónica
recupera para el debate, y pone como ejemplo el asunto de los jardines, cuya
técnica arquitectónica más adecuada establece una distinción de pareceres entre
los sexos, y mientras Charlotte quiere un espacio más acorde con la naturaleza
dada, el Capitán y Eduard están obcecados en introducir cambios en el entorno.
Acerca de Eduard, Mónica confiesa
que fue un personaje que durante toda la trama le había resultado antipático,
pero le gustó su postura en la charla que mantiene con Mittler donde afirma que
nadie debería de fiarse de un hombre que no llore; al hilo, Soledad comenta que los razonamientos
de Goethe lo sitúan en la vanguardia de la modernidad, Carmen recuerda que es Charlotte quien
trata de hacer perdurar un matrimonio unido por conveniencia y Mónica replica que ella en principio no
quería casarse, por considerar que teniendo la misma edad que Eduard, ella
envejecería antes, a lo que Lis
responde que Charlotte se negaba a romper la armonía, y Mónica insiste en que antes de casarse con él, quiso que él lo
hiciera con la propia Ottilie, postura la de Charlotte que según Soledad es romántica de principio a
fin, pues está dispuesta a aceptar la ruptura de su matrimonio para liberar a
Eduard de sí misma. Continuando con el acercamiento a los personajes, Mónica nombra a Luciane, de quien dice
que es una figura impresionante, a quien conocemos a través del intercambio de
cartas entre su madre y la directora del colegio, a juzgar por las cuales la
chica se ha ganado un gran prestigio, pero cuando al fin aparece el personaje y
lo vemos desenvolverse, su comportamiento entra en contradicción con la idea
preconcebida que todxs nos hemos hecho de ella; en referencia a Luciane, Ruth resalta que la conocemos realmente
cuando se presenta ante nosotrxs, Lis
dice de ella que es una verdadera burguesa y que Goethe la hunde en la
miseria, Carmen considera que el
autor ha clavado al personaje en su constante ansia por ser el centro de atención
y Soledad la llama niña mimada; Mónica subraya que el tipo de
personalidad de Luciane ha sido ensalzada por el sistema educativo que rige en
el colegio, y Marta destaca que
representa una clase social, a lo que Carmen
recuerda que todos los personajes lo hacen y Lis evoca la escena de los fuegos artificiales, cuando Eduard
insiste en continuar con la fiesta después del incidente del ahogado; al hilo, Soledad avisa que el personalismo es
una de las características que derivan del espíritu romántico que Eduard
representa, y Carmen recuerda la
muerte del hijo, que a aquél apenas afecta, a lo que Jorge advierte que Eduard quiere un hijo pero con Ottilie. Mónica señala el dato sobrenatural de
los parecidos del niño, que en vez de parecerse a los padres, tiene rasgos de
los otros dos, y lo enlaza con la muerte de Ottilie, de quien Carmen destaca su esencial anorexia y Lis lamenta que a lo largo de la novela
no termine de soltarse, a lo que repone Soledad
que Ottilie se debe a la protección de Charlotte. Finalmente, Mónica menciona al Conde y a la Baronesa, pareja que
califica de lo más peculiar de la obra; a su vez, Jorge los califica de “avanzados” y Lis los llama “disfrutones”, y comenta que no se entiende al resto
a la luz de estos dos.
Lis lee un
fragmento de la novela donde se dice que, ya que no es posible cambiar nuestros
sentimientos, debemos tratar de cambiar la situación, a lo que Concha comenta que cada párrafo del
libro invita a abandonarse a la reflexión, y Carmen señala que los personajes, sin embargo, tratan de cambiar
sus sentimientos, y pone como ejemplo a Charlotte, que se esfuerza por no hacer
variar la situación, lo que Jorge
identifica como muestra de hipocresía y Lis
destaca como manifestación de unas conductas contradictorias; Mónica añade que Charlotte y Eduard
habían construido un nido de amor y eran reacios a los cambios, y en el caso de
ella incluso hostil, pues sólo dejaban entrar a Mittler, de quien Eugenio destaca la defensa que hace del
matrimonio en los primeros pasajes de la novela; por su parte Lis insiste en que Charlotte trataba de
arreglar la situación para complacer a todos los implicados, y que realmente se
encuentra sobrepasada por la empresa. Por último, respecto al autor, Lis resalta una obra científica de Goethe,
Teoría de los colores, como una de
las más relevantes de su obra, y comenta que en Las afinidades electivas hay notas de aplicación práctica de aquel
estudio, por lo mucho que resalta la presencia de las tonalidades verdes;
también menciona la antroposofía, de la cual Goethe es considerado
precursor, y nombra las escenas de la novela en que se habla de la influencia
que ejercen los minerales sobre los seres humanos, a lo que Soledad evoca a Ottilie y su alergia,
que recuerda la repulsión de aquel superhéroe por la kryptonita; al hilo, Mónica señala que el mismo título hace
referencia a una teoría química y Carmen
destaca que el autor se inspire para la ficción mediante espíritu científico.
Fernando
comenta que propuso esta novela por tratarse de un clásico, y subraya la
importancia de leer a los clásicos cuya validez se ha consolidado por el tiempo
transcurrido, a lo que Jorge
apostilla que también puede haber literatura consagrada aunque sus autores no
hayan muerto. Fernando indica que Goethe
es considerado por la antroposofía uno de sus más importantes precursores, un
iniciado, y en cada párrafo de esta novela hay una pista que acerca al
conocimiento antroposófico, según el destacado sabio Rudolf Steiner, a
lo que Jorge señala que Goethe
podría ser una especie de profeta de esta sabiduría y Marta reclama más datos en torno a ella, cuestión que da pie a Fernando para contarnos que la
antroposofía es una ciencia espiritual que sitúa al ser humano en contacto y
armonía esenciales con la naturaleza, y cuyos principios se remontan a tiempos
del Egipto antiguo y han sido conservados y transmitidos en saberes milenarios
como la alquimia y por comunidades como la de los Rosacruz; señala que entre
sus miembros más destacados se encuentra el físico Newton, cuya teoría
del universo es acorde con las creencias antroposóficas, y explica que tiene
carácter científico por el método experimental que pretende demostrar la
simbiosis del ser humano con la naturaleza, dividiendo nuestra conciencia en
varios niveles, los estados del alma o las siete partes del ser, cuyo fin es el
conocimiento del individuo de sí mismo y la estabilidad que lo permita ser
feliz; inquiere Carmen a
continuación si entre esos estados existe alguno que se produzca después de la
muerte, a lo que Fernando responde
que poseen la creencia en la reencarnación; luego Carmen, en torno a los Rosacruz, pregunta si son anteriores a los
masones y si su fe religiosa es panteísta. Fernando
añade que a diferencia de la homeopatía, la antroposofía mezcla los minerales
en busca del tratamiento de patologías, lo que recuerda a Carmen unas finas láminas de oro que se ingieren u ofrecen al Buda,
y Juanra se plantea si el
vegetarianismo puede derivar de una fe similar. Marta vuelve a buscar alusiones a las enseñanzas de los Rosacruz en
el libro y Fernando lee un párrafo
donde se ilustra sobre la naturaleza del poder, afirmándose que éste se
encuentra tan presente, sin distinción de funciones ni jerarquías, que cada
cual es tanto un eventual ser oprimido como un posible represor. Por último
resalta que el conocimiento antroposófico da gran importancia a la muerte, y
trata de iluminar el sentido de la misma desde su aceptación como finalidad
transitoria.
Concha destaca que la novela de Goethe nos muestra el drama de la
belleza, y dice que lo que más le ha gustado ha sido la descripción de las
relaciones humanas en que ella se reconstruyen, y gracias a la cual somos
capaces de comprender a los diferentes personajes y perdonar sus defectos.
También resalta las incursiones del autor en diversos temas y su tratamiento
con espíritu científico, y señala que a ella le encanta el romanticismo que
aflora en la tragedia que no sólo no pone fin al amor, sino que permite que
éste perdure y se haga inmortal, subrayando con ello el final de la obra, sobre
el cual insiste Soledad en advertir
que es abierto y nos permite imaginar qué ocurrió después entre Charlotte y el
Comandante, y donde Carmen no ve
otra ambigüedad que la indeterminada unión tras la muerte de los otros dos
amantes. Concha añade que la
historia que cuenta Goethe le ha recordado a la película de Truffaut
Jules y Jim, que gira en torno a un
triángulo amoroso entre dos chicos y una chica, y que podría estar inspirada en
Las afinidades electivas, aunque tiene en su base una infidelidad de la
que carece nuestra novela; esta mención recuerda a Soledad que hay una versión cinematográfica de la obra de Goethe,
que califica de mala, y Fernando
señala que un trío no habría satisfecho a Goethe, pues para que haya
armonía deben ser cuatro. Concluye Concha
su intervención evocando la época en que se sitúan los hechos, con su moral
cerrada y las limitaciones sociales que entorpecen relaciones más abiertas, a
lo que Jorge invoca la reclamación
de uno de los personajes que pide para los contratos de matrimonio una duración
de cinco años renovables, y Carmen
recuerda que Charlotte quiere a los dos mientras Eduard no, detalle que
demuestra para Mónica mayor apertura
de horizontes en Charlotte.
Jorge
comenta que le ha sorprendido esta novela, pues de Goethe sólo ha leído Fausto
y gran parte de su contenido se le había escapado; dice que ha sido una
lectura amena además de profunda, y que el tratamiento de las relaciones
sentimentales se hace desde una perspectiva muy adelantada para su época.
Destaca una frase en la que se dice que el ser humano es tan ingenuo que es
capaz de creerse libre, y también hace hincapié en los nombres de los
personajes, ya que a protagonistas principales los conocemos por sus nombres de
pila, a otros más secundarios por la profesión o su título nobiliario y sólo a
Mittler por el apellido, y se pregunta si esto tiene alguna relación con el
carácter de los mismos, a lo que Fernando
responde que es debido a la óptica holística de Goethe y Carmen señala que llevan nombre de pila
los personajes más individualizados, al hilo de lo cual Fernando añade que la antroposofía considera una agresión a la
identidad del sujeto el hecho de poner a padres e hijos el mismo nombre, y Juan Carlos recuerda que tanto Eduard
como el Capitán se llaman Otto. Retomando el argumento, Jorge se queja del final, que considera decepcionante por muy
romántico que se quiera ver, ya que considera las sucesivas muertes muy
forzadas, a lo que Eugenio señala
que la de Eduard es calco de las típicas cervantinas y del Siglo de Oro, cuando
los personajes cuyos actos entraban en contradicción consigo mismos morían como
consecuencia lógica de sus desviaciones, e insiste en considerar buena parte de
las escenas de corte romántico una parodia de los gustos del género, a lo que Carmen recuerda la escena de la muerte
del niño, que desde la torpeza de Ottilie hasta la evidencia del desenlace, el
relato parece de principiante. Jorge
vuelve a mostrar su indignación con la introducción de la edición de Cátedra,
que desvela la trama -y, añade Carmen,
no está a la altura del autor-, y recuerda una noticia anecdótica de
intercambio de pareja entre vecinos, subrayando que Goethe es un
adelantado a su tiempo, como Tino Casal, en el tratamiento de una
temática atemporal; finalmente indica que algunos pasajes le han traído a la
memoria los ambientes rococó de Sade y lanza la cuestión de si Ottilie
puede considerarse una figura espiritual, a lo que Soledad contesta que ella es muy consciente de la turbación que
causa, Ruth replica que por qué va a
ser ella responsable de los efectos de su presencia y Jorge la compara con la
Lolita de Nabokov.
Juan Carlos,
por el contrario, destaca los sucesos del final, que califica de impactantes, y
se muestra sorprendido por la reacción de los protagonistas ante la muerte del
bebé, que a juicio de Lis no es
natural y Jorge llama “de pega”; sin
embargo, Soledad considera que
Charlotte entra en un estado de shock y Carmen
recuerda que en esa época no existía el apego a los hijos que existe ahora,
debido principalmente a la alta mortandad infantil de aquellos tiempos; al
hilo, Mónica señala que Charlotte
había dejado a su primera hija en el internado y Soledad señala que pertenecen a una clase social que deja la
crianza de los niños en manos de nodrizas, aunque esta circunstancia, según Jorge, sigue produciéndose. El asunto
del bebé abre intenso debate en el que Carmen
cita al antropólogo Marvin Harris, quien afirmó que en la segunda mitad
del siglo XX sucede un fenómeno insólito respecto a los hijos: tenerlos deja de
ser rentable; desde este punto volvemos al libro y a la escena de la muerte del
bebé, que en la película, según Marta,
es patética, ante lo que recuerda Lis
que, para mostrar su parecido con Ottilie, el niño tiene un lunar en la
mejilla, lo que para Fernando lo
hace feo “como un demonio”; Marta
señala que a esta versión cinematográfica también se le puede reprochar la
ausencia de Luciane. Juan Carlos
recupera la palabra para hablar de la escena del hostal, cuando Eduard traza un
plan para anunciarse a Ottilie, y acerca de los escritos de ésta comenta que es
una buena manera de mostrarnos la tendencia a filosofar del personaje, a lo que
Eugenio añade que puede ser una
especie de parodia de las novelas epistolares que hicieron furor durante el
siglo XVIII y Carmen lo considera
grotesco y difícilmente justificable en la construcción de la trama. Por
último, Juan Carlos llama la
atención sobre las intervenciones explicativas del narrador, lo que hace
recordar a Mónica que el Capitán
muestra su musculatura en la escena del ahogamiento de un aldeano, aparición
estelar que vemos a través de los ojos de Ottilie, y entonces Jorge se pregunta si Charlotte y Eduard llegan en algún momento a polinizar, ante lo que Mónica visiona la escena de su encuentro amoroso, la busca en el
texto y la lee; finalmente Ruth
evoca la figura del Arquitecto y su apasionada admiración por Ottilie, y Mónica recuerda que la capilla fue
construida a imagen de la chica.
Marta ha
añadido a la lectura de la novela, la de un ensayo de Walter Benjamin
sobre la misma, donde el pensador estudia la obra de Goethe en
comparación con la literatura alemana de su tiempo. De Las afinidades
electivas destaca la amistas establecida entre Eduard y el Capitán, y
señala que la conversación que ambos sostienen después de que el primero haya
dejado su casa, en torno a los fundamentos, necesidades y consecuencias de las
relaciones de pareja, es innovadora y muy reveladora. También subraya los
simbolismo que pueblan la novela, y entre ellos resalta el lago como presencia
maléfica, amenazante, a lo que Carmen
añade la querencia de los románticos por los gestos simbólicos y Lis recuerda que el lago va pautando
los acontecimientos que se describen: allí, indica Fernando, se enamoran los protagonistas mientras pasean en barca; Mónica añade también el carácter
alegórico de las fiestas que se celebran, y Soledad señala el cementerio, del que Carmen recuerda el episodio del cambio de ubicación de las tumbas,
con el traslado de lápidas pero no de restos; acerca de este último hecho, Mónica se hace eco de la opinión de
Mittler, que se muestra afín a la de la gente llana, y Eugenio apunta que Goethe nos muestra a un pueblo
supersticioso y a una clase dominante práctica, a lo que añade Carmen que “también profundamente estética”.
Concluye Marta señalando que en la
novela se nos invita a no juzgar moralmente la actitud de los personajes, sino
a comprender sus motivos e impulsos, y resuelve que la culpa que puede
vislumbrarse en sus actos no es moral sino natural, donde supone que hay
influjo de la perspectiva antroposófica, que a su entender obliga al ser humano
a no abandonar cierta responsabilidad inherente a su naturaleza.
Ruth destaca
de la novela la noción de enamoramiento imprevisible que obligaría a una
reestructuración de las parejas de un grupo, y señala que le ha sorprendido que
en ningún momento estas circunstancias hayan derivado en celos (al hilo indica Carmen que en este sentido la historia es
poco romántica), aunque sí se produce una situación en que un personaje se
muestra suspicaz, y es cuando Luciane nota que el Arquitecto presta más
atención a Ottilie que a ella, lo que provoca cierta envidia que para Lis hace a Luciane, pese a su
personalidad superficial, el personaje más humano de la novela, sometido a un
sentimiento mundano e incapaz de controlarlo, a lo que Carmen señala que la figura de Luciane puede hallarse reflejada en
muchas personas de la vida real, pero es bastante difícil encontrar una
Charlotte o una Ottilie y, añade Mónica,
ningún Capitán; al hilo advierte Soledad
el detalle de la edad de Ottilie. Ruth
concluye su intervención añadiendo que la novela le ha gustado pero no le ha
llegado al alma, y apostilla que hay muchas cosas con las cuales le ha sido
imposible empatizar.
Por el título de la novela, Juanra supone que en aquella época no
era muy común tener la posibilidad de
elegir, y sitúa en torno a la época romántica una concepción del matrimonio
acorde a las conveniencias y no afín a los sentimientos de los contrayentes. Al
respecto señala que hoy en día en países como la India persiste la necesidad
de que el matrimonio se decida en función de lo que más conviene a los padres,
y ellos consideran que este sistema en mucho mejor que el occidental, ya que
existe la posibilidad de que en las parejas así formadas se creen vínculos más
estables que los que se unen por una inicial atracción sexual o sentimental; a
ello responde Carmen que en la India hay un más alto nivel
de suicidio femenino y muchas mujeres jóvenes viven sometidas a una suegra que las
maltrata, y Soledad reitera que las
mujeres deben obedecer a la familia del marido, con lo que abrimos debate en
torno a los motivos del matrimonio en nuestra sociedad, que lleva a Mónica a recordar las palabras del
Conde en la novela, quien advierte de que las obras teatrales que tratan el
matrimonio suelen terminar cuando los amantes se unen, pero nada dicen de lo
que ocurre después de comer perdices, circunstancia que ella relaciona con las
célebres comedias románticas estadounidenses que desde hace décadas inundan las
pantallas de nuestros cines; Concha
estipula que los protagonistas se encuentran bien con sus parejas en apariencia
pero necesitan novedades, a lo que Ruth
replica que es Eduard quien necesita esos cambios, pues siempre da el primer
paso. Al hilo, Fernando lee una
frase de Charlotte en la que ésta afirma que los hombres piensan en singular y
por eso se lanzan a actuar y emprenden proyectos con menos prudencia que las
mujeres, que dedican su prestancia a cuestiones más relacionadas con el
entramado perdurable de la vida, ante lo que Juanra retoma la palabra para sostener que esa distinción no se basa
en diferencias genéticas sino en cierta división social por roles de género, y
recuerda que la posibilidad de iniciativa femenina la producen las comunidades
matriarcales, a lo que Carmen
replica que en éstas los núcleos familiares se organizan sobre la primacía del
parentesco, y Eugenio añade que es
una cuestión práctica que hace frente a la complicada demostración de la
paternidad; Jorge sentencia que toda
sociedad se funda sobre las pulsiones de polinización.
Carmen
señala que la novela le ha gustado, pero en un grado normal, ya que no sentía
empatía hacia las inquietudes de los personajes; lo que más interesante le ha
resultado han sido las reflexiones, y los complementos que incorpora el
narrador, pero ello queda velado tras escenas de corte grotesco como las del
final, mención que a Lis rememora el
“ataúd de Blancanieves”. Carmen
corrobora que en conjunto no le convence la novela, y que sólo puede explicarse
la autoría de Goethe si hay una doble intención en determinados pasajes,
aunque cree que ninguna idea termina de cuajar y en demasiadas ocasiones los
momentos paralelos que derrama el autor te separan excesivamente de la historia
central; por ello considera que el pensamiento y la simbología tienen más
entidad que el argumento que recrea Goethe para exponerlos, lo que
permite vislumbrar fácilmente que lo que cuenta sólo es una excusa para mostrar
lo que quiere contar; al hilo, Soledad
señala que todos los autores usan una historia como excusa para contar otra
cosa, y Carmen responde que en este
caso está demasiado supeditada la historia a la intención del autor y que,
siento éste Goethe, esperaba más de la novela.
A Soledad le ha gustado mucho el libro, y añade que su lectura es
entretenida y se aproxima a la novela decimonónica que es su forma literaria
preferida, de la cual nombra El idiota de Dostoievski, pues a
ella le ha recordado Las afinidades electivas en el espíritu filosófico
que impregna sus páginas. Ha hallado conexiones con las ideas del autor como
creador que traslada su alma a la obra, y la incluye entre ese tipo de novelas
que, logren una forma redonda o no, lanza a los lectores a la reflexión
posterior al contacto. En torno a las desviaciones del argumento principal, Soledad la compara con el Quijote y las historias al margen que
insertó Cervantes, a lo que Carmen
concreta que esos paréntesis están mejor trazados por el autor español. Para
cerrar su turno, Soledad lee las últimas
frases del libro, y también la nota del traductor donde señala la ambigüedad de
este final; al respecto indica que existe la posibilidad de una interpretación
religiosa, y que las palabras con las que Goethe termina dan pie tanto
al escepticismo como a la esperanza, que ella descifra como claves sobre la
futura relación entre Charlotte y el Capitán (ahora Comandante), a lo que Carmen insiste en que para ella sólo
habla de Ottilie y de Eduard después de la muerte.
Eugenio
señala dos formas de mostrar la superstición en boca de la pareja principal,
Eduard y Charlotte, y recuerda que él conserva el vaso que no se rompió después
del brindis colectivo, como símbolo de su amor por Ottilie, mientras Charlotte
manifiesta sus temores a que cualquier mal paso dé lugar a una desgracia, y a
propósito señala Eugenio que según Frazer
en La rama dorada, esa creencia en el no hacer para evitar un mal es lo
que origina el tabú. Acerca de sus opiniones en torno a que Goethe haya
parodiado en esta novela otros géneros o modas de su época, indica que el canon
romántico, que él en cierta manera inaugura con Werther, estaba ya lejos
de colmar sus pretensiones artísticas, a lo que recuerda Carmen que la publicación de la ópera prima del autor generó un
apasionado clima de adhesión y muchos suicidios; en torno a su relación con
otros románticos, Eugenio recuerda
que mientras éstos se entusiasmaban con la Revolución Francesa,
Goethe se apartaba de todo vínculo, ya fuera de aprobación o rechazo.
Sobre los colores, señala que el órgano del conocimiento para el autor fue la
vista, ante lo que Fernando indica
que existe una distinción sexual orgánica en los elementos de nuestro ojo; y en
torno al panteísmo, que considera trasfondo religioso de toda fe posterior al
siglo XVIII, incluida la católica, se pregunta Eugenio si la antroposofía cree en la mejora general del ser humano
o sólo en la estabilidad individual, a lo que Fernando responde que el objetivo del conocimiento antroposófico es
alcanzar la sinceridad desnuda como límite a partir del cual las comunidades
humanas puedan vivir en paz y armonía, lo que abre debate sobre la hipocresía social
y nuestra educación en valores.
Por último, elegimos libro
para la próxima sesión, que será Historia del ojo de Georges Bataille,
a celebrar el 22 de febrero, y proponemos que cada actuante lleve a la cita un
breve poema para amenizar con lecturas previas las intervenciones.