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lunes, 22 de diciembre de 2014

"LAS AFINIDADES ELECTIVAS" DE W. J. GOETHE










Cuarta Sesión de La Tragulia
sobre la lectura de Las afinidades electivas / W. J. Goethe
Madrid, 14 de diciembre de 2014


Reunidxs: Lis, Fernando, Concha, Jorge, Juan Carlos, Marta, Ruth, Juanra, Carmen, Soledad, Eugenio y Mónica.

Mónica abre la sesión comentando que le ha gustado la novela, que llevaba un tiempo sin poder leer a los clásicos y ya echaba en falta una lectura de este tipo, de la que destaca la habilidad con que el autor profundiza en los estereotipos que representan sus personajes. Califica de extraña la parte en que se reproducen las anotaciones diarias de Ottilie, que le parece un compendio de aforismos al estilo de frases de moda para libros de autoayuda, y le sorprende que Goethe hubiera hecho uso de este tipo de sentencias, a las cuales Carmen considera carentes de interés, señalando que no dejan poso. Mónica también menciona a Mittler, un personaje que tiene su gracia, aunque le ha jugado una mala pasada al pensar que se trataba del sacerdote que muere durante el bautizo del recién nacido, y ante lo cual Jorge se queja de que en la introducción de la edición de Cátedra, se cuente este hecho y otros que desvelan el argumento. Mónica continúa indicando que a su juicio Goethe ha tratado temas delicados con valentía, entre ellos la noción religiosa del inevitable castigo que acarrea el pecado, a lo que Carmen puntualiza que el final trágico se deriva del incumplimiento de las conveniencias por parte de los protagonistas, y se da a entender que el cadáver de Ottilie queda incorrupto; las diferencias sobre las que la novela teoriza entre el hombre y la mujer es otro tema que Mónica recupera para el debate, y pone como ejemplo el asunto de los jardines, cuya técnica arquitectónica más adecuada establece una distinción de pareceres entre los sexos, y mientras Charlotte quiere un espacio más acorde con la naturaleza dada, el Capitán y Eduard están obcecados en introducir cambios en el entorno. Acerca de Eduard, Mónica confiesa que fue un personaje que durante toda la trama le había resultado antipático, pero le gustó su postura en la charla que mantiene con Mittler donde afirma que nadie debería de fiarse de un hombre que no llore; al hilo, Soledad comenta que los razonamientos de Goethe lo sitúan en la vanguardia de la modernidad, Carmen recuerda que es Charlotte quien trata de hacer perdurar un matrimonio unido por conveniencia y Mónica replica que ella en principio no quería casarse, por considerar que teniendo la misma edad que Eduard, ella envejecería antes, a lo que Lis responde que Charlotte se negaba a romper la armonía, y Mónica insiste en que antes de casarse con él, quiso que él lo hiciera con la propia Ottilie, postura la de Charlotte que según Soledad es romántica de principio a fin, pues está dispuesta a aceptar la ruptura de su matrimonio para liberar a Eduard de sí misma. Continuando con el acercamiento a los personajes, Mónica nombra a Luciane, de quien dice que es una figura impresionante, a quien conocemos a través del intercambio de cartas entre su madre y la directora del colegio, a juzgar por las cuales la chica se ha ganado un gran prestigio, pero cuando al fin aparece el personaje y lo vemos desenvolverse, su comportamiento entra en contradicción con la idea preconcebida que todxs nos hemos hecho de ella; en referencia a Luciane, Ruth resalta que la conocemos realmente cuando se presenta ante nosotrxs, Lis dice de ella que es una verdadera burguesa y que Goethe la hunde en la miseria, Carmen considera que el autor ha clavado al personaje en su constante ansia por ser el centro de atención y Soledad la llama niña mimada; Mónica subraya que el tipo de personalidad de Luciane ha sido ensalzada por el sistema educativo que rige en el colegio, y Marta destaca que representa una clase social, a lo que Carmen recuerda que todos los personajes lo hacen y Lis evoca la escena de los fuegos artificiales, cuando Eduard insiste en continuar con la fiesta después del incidente del ahogado; al hilo, Soledad avisa que el personalismo es una de las características que derivan del espíritu romántico que Eduard representa, y Carmen recuerda la muerte del hijo, que a aquél apenas afecta, a lo que Jorge advierte que Eduard quiere un hijo pero con Ottilie. Mónica señala el dato sobrenatural de los parecidos del niño, que en vez de parecerse a los padres, tiene rasgos de los otros dos, y lo enlaza con la muerte de Ottilie, de quien Carmen destaca su esencial anorexia y Lis lamenta que a lo largo de la novela no termine de soltarse, a lo que repone Soledad que Ottilie se debe a la protección de Charlotte. Finalmente, Mónica menciona al Conde y a la Baronesa, pareja que califica de lo más peculiar de la obra; a su vez, Jorge los califica de “avanzados” y Lis los llama “disfrutones”, y comenta que no se entiende al resto a la luz de estos dos.

Lis lee un fragmento de la novela donde se dice que, ya que no es posible cambiar nuestros sentimientos, debemos tratar de cambiar la situación, a lo que Concha comenta que cada párrafo del libro invita a abandonarse a la reflexión, y Carmen señala que los personajes, sin embargo, tratan de cambiar sus sentimientos, y pone como ejemplo a Charlotte, que se esfuerza por no hacer variar la situación, lo que Jorge identifica como muestra de hipocresía y Lis destaca como manifestación de unas conductas contradictorias; Mónica añade que Charlotte y Eduard habían construido un nido de amor y eran reacios a los cambios, y en el caso de ella incluso hostil, pues sólo dejaban entrar a Mittler, de quien Eugenio destaca la defensa que hace del matrimonio en los primeros pasajes de la novela; por su parte Lis insiste en que Charlotte trataba de arreglar la situación para complacer a todos los implicados, y que realmente se encuentra sobrepasada por la empresa. Por último, respecto al autor, Lis resalta una obra científica de Goethe, Teoría de los colores, como una de las más relevantes de su obra, y comenta que en Las afinidades electivas hay notas de aplicación práctica de aquel estudio, por lo mucho que resalta la presencia de las tonalidades verdes; también menciona la antroposofía, de la cual Goethe es considerado precursor, y nombra las escenas de la novela en que se habla de la influencia que ejercen los minerales sobre los seres humanos, a lo que Soledad evoca a Ottilie y su alergia, que recuerda la repulsión de aquel superhéroe por la kryptonita; al hilo, Mónica señala que el mismo título hace referencia a una teoría química y Carmen destaca que el autor se inspire para la ficción mediante espíritu científico.

Fernando comenta que propuso esta novela por tratarse de un clásico, y subraya la importancia de leer a los clásicos cuya validez se ha consolidado por el tiempo transcurrido, a lo que Jorge apostilla que también puede haber literatura consagrada aunque sus autores no hayan muerto. Fernando indica que Goethe es considerado por la antroposofía uno de sus más importantes precursores, un iniciado, y en cada párrafo de esta novela hay una pista que acerca al conocimiento antroposófico, según el destacado sabio Rudolf Steiner, a lo que Jorge señala que Goethe podría ser una especie de profeta de esta sabiduría y Marta reclama más datos en torno a ella, cuestión que da pie a Fernando para contarnos que la antroposofía es una ciencia espiritual que sitúa al ser humano en contacto y armonía esenciales con la naturaleza, y cuyos principios se remontan a tiempos del Egipto antiguo y han sido conservados y transmitidos en saberes milenarios como la alquimia y por comunidades como la de los Rosacruz; señala que entre sus miembros más destacados se encuentra el físico Newton, cuya teoría del universo es acorde con las creencias antroposóficas, y explica que tiene carácter científico por el método experimental que pretende demostrar la simbiosis del ser humano con la naturaleza, dividiendo nuestra conciencia en varios niveles, los estados del alma o las siete partes del ser, cuyo fin es el conocimiento del individuo de sí mismo y la estabilidad que lo permita ser feliz; inquiere Carmen a continuación si entre esos estados existe alguno que se produzca después de la muerte, a lo que Fernando responde que poseen la creencia en la reencarnación; luego Carmen, en torno a los Rosacruz, pregunta si son anteriores a los masones y si su fe religiosa es panteísta. Fernando añade que a diferencia de la homeopatía, la antroposofía mezcla los minerales en busca del tratamiento de patologías, lo que recuerda a Carmen unas finas láminas de oro que se ingieren u ofrecen al Buda, y Juanra se plantea si el vegetarianismo puede derivar de una fe similar. Marta vuelve a buscar alusiones a las enseñanzas de los Rosacruz en el libro y Fernando lee un párrafo donde se ilustra sobre la naturaleza del poder, afirmándose que éste se encuentra tan presente, sin distinción de funciones ni jerarquías, que cada cual es tanto un eventual ser oprimido como un posible represor. Por último resalta que el conocimiento antroposófico da gran importancia a la muerte, y trata de iluminar el sentido de la misma desde su aceptación como finalidad transitoria.

Concha destaca que la novela de Goethe nos muestra el drama de la belleza, y dice que lo que más le ha gustado ha sido la descripción de las relaciones humanas en que ella se reconstruyen, y gracias a la cual somos capaces de comprender a los diferentes personajes y perdonar sus defectos. También resalta las incursiones del autor en diversos temas y su tratamiento con espíritu científico, y señala que a ella le encanta el romanticismo que aflora en la tragedia que no sólo no pone fin al amor, sino que permite que éste perdure y se haga inmortal, subrayando con ello el final de la obra, sobre el cual insiste Soledad en advertir que es abierto y nos permite imaginar qué ocurrió después entre Charlotte y el Comandante, y donde Carmen no ve otra ambigüedad que la indeterminada unión tras la muerte de los otros dos amantes. Concha añade que la historia que cuenta Goethe le ha recordado a la película de Truffaut Jules y Jim, que gira en torno a un triángulo amoroso entre dos chicos y una chica, y que podría estar inspirada en Las afinidades electivas, aunque tiene en su base una infidelidad de la que carece nuestra novela; esta mención recuerda a Soledad que hay una versión cinematográfica de la obra de Goethe, que califica de mala, y Fernando señala que un trío no habría satisfecho a Goethe, pues para que haya armonía deben ser cuatro. Concluye Concha su intervención evocando la época en que se sitúan los hechos, con su moral cerrada y las limitaciones sociales que entorpecen relaciones más abiertas, a lo que Jorge invoca la reclamación de uno de los personajes que pide para los contratos de matrimonio una duración de cinco años renovables, y Carmen recuerda que Charlotte quiere a los dos mientras Eduard no, detalle que demuestra para Mónica mayor apertura de horizontes en Charlotte.

Jorge comenta que le ha sorprendido esta novela, pues de Goethe sólo ha leído Fausto y gran parte de su contenido se le había escapado; dice que ha sido una lectura amena además de profunda, y que el tratamiento de las relaciones sentimentales se hace desde una perspectiva muy adelantada para su época. Destaca una frase en la que se dice que el ser humano es tan ingenuo que es capaz de creerse libre, y también hace hincapié en los nombres de los personajes, ya que a protagonistas principales los conocemos por sus nombres de pila, a otros más secundarios por la profesión o su título nobiliario y sólo a Mittler por el apellido, y se pregunta si esto tiene alguna relación con el carácter de los mismos, a lo que Fernando responde que es debido a la óptica holística de Goethe y Carmen señala que llevan nombre de pila los personajes más individualizados, al hilo de lo cual Fernando añade que la antroposofía considera una agresión a la identidad del sujeto el hecho de poner a padres e hijos el mismo nombre, y Juan Carlos recuerda que tanto Eduard como el Capitán se llaman Otto. Retomando el argumento, Jorge se queja del final, que considera decepcionante por muy romántico que se quiera ver, ya que considera las sucesivas muertes muy forzadas, a lo que Eugenio señala que la de Eduard es calco de las típicas cervantinas y del Siglo de Oro, cuando los personajes cuyos actos entraban en contradicción consigo mismos morían como consecuencia lógica de sus desviaciones, e insiste en considerar buena parte de las escenas de corte romántico una parodia de los gustos del género, a lo que Carmen recuerda la escena de la muerte del niño, que desde la torpeza de Ottilie hasta la evidencia del desenlace, el relato parece de principiante. Jorge vuelve a mostrar su indignación con la introducción de la edición de Cátedra, que desvela la trama -y, añade Carmen, no está a la altura del autor-, y recuerda una noticia anecdótica de intercambio de pareja entre vecinos, subrayando que Goethe es un adelantado a su tiempo, como Tino Casal, en el tratamiento de una temática atemporal; finalmente indica que algunos pasajes le han traído a la memoria los ambientes rococó de Sade y lanza la cuestión de si Ottilie puede considerarse una figura espiritual, a lo que Soledad contesta que ella es muy consciente de la turbación que causa, Ruth replica que por qué va a ser ella responsable de los efectos de su presencia y Jorge la compara con la Lolita de Nabokov.

Juan Carlos, por el contrario, destaca los sucesos del final, que califica de impactantes, y se muestra sorprendido por la reacción de los protagonistas ante la muerte del bebé, que a juicio de Lis no es natural y Jorge llama “de pega”; sin embargo, Soledad considera que Charlotte entra en un estado de shock y Carmen recuerda que en esa época no existía el apego a los hijos que existe ahora, debido principalmente a la alta mortandad infantil de aquellos tiempos; al hilo, Mónica señala que Charlotte había dejado a su primera hija en el internado y Soledad señala que pertenecen a una clase social que deja la crianza de los niños en manos de nodrizas, aunque esta circunstancia, según Jorge, sigue produciéndose. El asunto del bebé abre intenso debate en el que Carmen cita al antropólogo Marvin Harris, quien afirmó que en la segunda mitad del siglo XX sucede un fenómeno insólito respecto a los hijos: tenerlos deja de ser rentable; desde este punto volvemos al libro y a la escena de la muerte del bebé, que en la película, según Marta, es patética, ante lo que recuerda Lis que, para mostrar su parecido con Ottilie, el niño tiene un lunar en la mejilla, lo que para Fernando lo hace feo “como un demonio”; Marta señala que a esta versión cinematográfica también se le puede reprochar la ausencia de Luciane. Juan Carlos recupera la palabra para hablar de la escena del hostal, cuando Eduard traza un plan para anunciarse a Ottilie, y acerca de los escritos de ésta comenta que es una buena manera de mostrarnos la tendencia a filosofar del personaje, a lo que Eugenio añade que puede ser una especie de parodia de las novelas epistolares que hicieron furor durante el siglo XVIII y Carmen lo considera grotesco y difícilmente justificable en la construcción de la trama. Por último, Juan Carlos llama la atención sobre las intervenciones explicativas del narrador, lo que hace recordar a Mónica que el Capitán muestra su musculatura en la escena del ahogamiento de un aldeano, aparición estelar que vemos a través de los ojos de Ottilie, y entonces Jorge se pregunta si Charlotte y Eduard llegan en algún momento a polinizar, ante lo que Mónica visiona la escena de su encuentro amoroso, la busca en el texto y la lee; finalmente Ruth evoca la figura del Arquitecto y su apasionada admiración por Ottilie, y Mónica recuerda que la capilla fue construida a imagen de la chica.

Marta ha añadido a la lectura de la novela, la de un ensayo de Walter Benjamin sobre la misma, donde el pensador estudia la obra de Goethe en comparación con la literatura alemana de su tiempo. De Las afinidades electivas destaca la amistas establecida entre Eduard y el Capitán, y señala que la conversación que ambos sostienen después de que el primero haya dejado su casa, en torno a los fundamentos, necesidades y consecuencias de las relaciones de pareja, es innovadora y muy reveladora. También subraya los simbolismo que pueblan la novela, y entre ellos resalta el lago como presencia maléfica, amenazante, a lo que Carmen añade la querencia de los románticos por los gestos simbólicos y Lis recuerda que el lago va pautando los acontecimientos que se describen: allí, indica Fernando, se enamoran los protagonistas mientras pasean en barca; Mónica añade también el carácter alegórico de las fiestas que se celebran, y Soledad señala el cementerio, del que Carmen recuerda el episodio del cambio de ubicación de las tumbas, con el traslado de lápidas pero no de restos; acerca de este último hecho, Mónica se hace eco de la opinión de Mittler, que se muestra afín a la de la gente llana, y Eugenio apunta que Goethe nos muestra a un pueblo supersticioso y a una clase dominante práctica, a lo que añade Carmen que “también profundamente estética”. Concluye Marta señalando que en la novela se nos invita a no juzgar moralmente la actitud de los personajes, sino a comprender sus motivos e impulsos, y resuelve que la culpa que puede vislumbrarse en sus actos no es moral sino natural, donde supone que hay influjo de la perspectiva antroposófica, que a su entender obliga al ser humano a no abandonar cierta responsabilidad inherente a su naturaleza.

Ruth destaca de la novela la noción de enamoramiento imprevisible que obligaría a una reestructuración de las parejas de un grupo, y señala que le ha sorprendido que en ningún momento estas circunstancias hayan derivado en celos (al hilo indica Carmen que en este sentido la historia es poco romántica), aunque sí se produce una situación en que un personaje se muestra suspicaz, y es cuando Luciane nota que el Arquitecto presta más atención a Ottilie que a ella, lo que provoca cierta envidia que para Lis hace a Luciane, pese a su personalidad superficial, el personaje más humano de la novela, sometido a un sentimiento mundano e incapaz de controlarlo, a lo que Carmen señala que la figura de Luciane puede hallarse reflejada en muchas personas de la vida real, pero es bastante difícil encontrar una Charlotte o una Ottilie y, añade Mónica, ningún Capitán; al hilo advierte Soledad el detalle de la edad de Ottilie. Ruth concluye su intervención añadiendo que la novela le ha gustado pero no le ha llegado al alma, y apostilla que hay muchas cosas con las cuales le ha sido imposible empatizar.

Por el título de la novela, Juanra supone que en aquella época no era muy común tener la  posibilidad de elegir, y sitúa en torno a la época romántica una concepción del matrimonio acorde a las conveniencias y no afín a los sentimientos de los contrayentes. Al respecto señala que hoy en día en países como la India persiste la necesidad de que el matrimonio se decida en función de lo que más conviene a los padres, y ellos consideran que este sistema en mucho mejor que el occidental, ya que existe la posibilidad de que en las parejas así formadas se creen vínculos más estables que los que se unen por una inicial atracción sexual o sentimental; a ello responde Carmen que en la India hay un más alto nivel de suicidio femenino y muchas mujeres jóvenes viven sometidas a una suegra que las maltrata, y Soledad reitera que las mujeres deben obedecer a la familia del marido, con lo que abrimos debate en torno a los motivos del matrimonio en nuestra sociedad, que lleva a Mónica a recordar las palabras del Conde en la novela, quien advierte de que las obras teatrales que tratan el matrimonio suelen terminar cuando los amantes se unen, pero nada dicen de lo que ocurre después de comer perdices, circunstancia que ella relaciona con las célebres comedias románticas estadounidenses que desde hace décadas inundan las pantallas de nuestros cines; Concha estipula que los protagonistas se encuentran bien con sus parejas en apariencia pero necesitan novedades, a lo que Ruth replica que es Eduard quien necesita esos cambios, pues siempre da el primer paso. Al hilo, Fernando lee una frase de Charlotte en la que ésta afirma que los hombres piensan en singular y por eso se lanzan a actuar y emprenden proyectos con menos prudencia que las mujeres, que dedican su prestancia a cuestiones más relacionadas con el entramado perdurable de la vida, ante lo que Juanra retoma la palabra para sostener que esa distinción no se basa en diferencias genéticas sino en cierta división social por roles de género, y recuerda que la posibilidad de iniciativa femenina la producen las comunidades matriarcales, a lo que Carmen replica que en éstas los núcleos familiares se organizan sobre la primacía del parentesco, y Eugenio añade que es una cuestión práctica que hace frente a la complicada demostración de la paternidad; Jorge sentencia que toda sociedad se funda sobre las pulsiones de polinización.

Carmen señala que la novela le ha gustado, pero en un grado normal, ya que no sentía empatía hacia las inquietudes de los personajes; lo que más interesante le ha resultado han sido las reflexiones, y los complementos que incorpora el narrador, pero ello queda velado tras escenas de corte grotesco como las del final, mención que a Lis rememora el “ataúd de Blancanieves”. Carmen corrobora que en conjunto no le convence la novela, y que sólo puede explicarse la autoría de Goethe si hay una doble intención en determinados pasajes, aunque cree que ninguna idea termina de cuajar y en demasiadas ocasiones los momentos paralelos que derrama el autor te separan excesivamente de la historia central; por ello considera que el pensamiento y la simbología tienen más entidad que el argumento que recrea Goethe para exponerlos, lo que permite vislumbrar fácilmente que lo que cuenta sólo es una excusa para mostrar lo que quiere contar; al hilo, Soledad señala que todos los autores usan una historia como excusa para contar otra cosa, y Carmen responde que en este caso está demasiado supeditada la historia a la intención del autor y que, siento éste Goethe, esperaba más de la novela.

A Soledad le ha gustado mucho el libro, y añade que su lectura es entretenida y se aproxima a la novela decimonónica que es su forma literaria preferida, de la cual nombra El idiota de Dostoievski, pues a ella le ha recordado Las afinidades electivas en el espíritu filosófico que impregna sus páginas. Ha hallado conexiones con las ideas del autor como creador que traslada su alma a la obra, y la incluye entre ese tipo de novelas que, logren una forma redonda o no, lanza a los lectores a la reflexión posterior al contacto. En torno a las desviaciones del argumento principal, Soledad la compara con el Quijote y las historias al margen que insertó Cervantes, a lo que Carmen concreta que esos paréntesis están mejor trazados por el autor español. Para cerrar su turno, Soledad lee las últimas frases del libro, y también la nota del traductor donde señala la ambigüedad de este final; al respecto indica que existe la posibilidad de una interpretación religiosa, y que las palabras con las que Goethe termina dan pie tanto al escepticismo como a la esperanza, que ella descifra como claves sobre la futura relación entre Charlotte y el Capitán (ahora Comandante), a lo que Carmen insiste en que para ella sólo habla de Ottilie y de Eduard después de la muerte.

Eugenio señala dos formas de mostrar la superstición en boca de la pareja principal, Eduard y Charlotte, y recuerda que él conserva el vaso que no se rompió después del brindis colectivo, como símbolo de su amor por Ottilie, mientras Charlotte manifiesta sus temores a que cualquier mal paso dé lugar a una desgracia, y a propósito señala Eugenio que según Frazer en La rama dorada, esa creencia en el no hacer para evitar un mal es lo que origina el tabú. Acerca de sus opiniones en torno a que Goethe haya parodiado en esta novela otros géneros o modas de su época, indica que el canon romántico, que él en cierta manera inaugura con Werther, estaba ya lejos de colmar sus pretensiones artísticas, a lo que recuerda Carmen que la publicación de la ópera prima del autor generó un apasionado clima de adhesión y muchos suicidios; en torno a su relación con otros románticos, Eugenio recuerda que mientras éstos se entusiasmaban con la Revolución Francesa, Goethe se apartaba de todo vínculo, ya fuera de aprobación o rechazo. Sobre los colores, señala que el órgano del conocimiento para el autor fue la vista, ante lo que Fernando indica que existe una distinción sexual orgánica en los elementos de nuestro ojo; y en torno al panteísmo, que considera trasfondo religioso de toda fe posterior al siglo XVIII, incluida la católica, se pregunta Eugenio si la antroposofía cree en la mejora general del ser humano o sólo en la estabilidad individual, a lo que Fernando responde que el objetivo del conocimiento antroposófico es alcanzar la sinceridad desnuda como límite a partir del cual las comunidades humanas puedan vivir en paz y armonía, lo que abre debate sobre la hipocresía social y nuestra educación en valores.

Por último, elegimos libro para la próxima sesión, que será Historia del ojo de Georges Bataille, a celebrar el 22 de febrero, y proponemos que cada actuante lleve a la cita un breve poema para amenizar con lecturas previas las intervenciones.

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