Primera Sesión de La Tertulia
Roceña
sobre la lectura de
Leonora / Elena Poniatowska
San Lorenzo de El Escorial, 15 de junio de 2014
Reunidxs: Marta, Francisco,
Sandra, Olga, Mónica, Ruth, Carmen, Asun, Jorge, Paul, Fernando, Eugenio,
Concha y Lis.
Marta abre
la sesión comentando que, además del libro de Poniatowska, ha leído a la
propia protagonista, Leonora Carrington, quien dejó testimonio de su
paso por el psiquiátrico de Santander en Memorias de abajo, relato que a Marta le ha resultado muy similar al
que se incluye en esta biografía novelada que vamos a comentar, y cuyo episodio
le parece a Carmen lo mejor del
libro. Acerca de éste, indica Marta
que da la impresión de estar compuesto a ráfagas, que sigue un argumento lineal
pero se producen saltos donde no hay transiciones, ni descriptivas ni
narrativas, peculiaridad que a ella no le ha gustado porque prefiere una forma
novelada más clásica. Por otro lado, señala que acerca de la pintora no aporta
nada especial, al margen de determinados datos que, añade Carmen, pueden encontrarse en Internet.
Francisco
discrepa de Marta, y argumenta que
la autora hay utilizado para este libro un estilo periodístico; está de acuerdo
en que da saltos en su narración, y que falta relleno entre acontecimientos,
pero es algo que personalmente él no ha echado en falta. Recuerda que es una
biografía novelada de quinientas páginas, y que sólo caben esbozos de lo que es
toda una vida, aunque reconoce que en algunos pasajes también a él le hubiera
gustado que la autora se recreara, pero entiende que son muchos los personajes
que atraviesan la novela, a lo que Jorge
sostiene que Leonora nos ofrece un
panorama general, y que si quieres más información debes buscarla por tu
cuenta. En este sentido, Lis indica
que durante la estancia de Leonora en Portugal, pendiente de su viaje a
México, se desarrolla una parte decisiva de la novela, a lo que Carmen añade que Poniatowska
desarrolla aquellos momentos sobre los que dispone de datos, y considera que ha
acertado con las pinceladas surrealistas y con aquellas escenas que se refieren
a su infancia y al ingreso en el hospital psiquiátrico, momentos de su
existencia acerca de los cuales escribió la propia Leonora. Mónica puntualiza que la autora conoció
en vida a la protagonista de su libro, ya que es mexicana, a lo que Eugenio agrega que a su juicio es la
joven admiradora que aparece al final de la novela, conclusión de la obra que a
Jorge le ha parecido apoteósica y del
todo surrealista. Sobre las escenas de corte surrealista, Ruth comenta que a ella le decepcionan, Sandra añade que no terminas de conocer a los muchos personajes que
aparecen, ni siquiera a la misma protagonista, y Carmen concluye que se estanca en los detalles más excéntricos,
ante lo que Lis se pregunta si Poniatowska
no ha hecho un buen retrato de Leonora Carrington. A continuación, Mónica lee un fragmento (páginas 70-71
de la edición de Seix Barral en «Biblioteca
breve») donde
se enumeran los fenómenos que acontecerán en la civilización gracias a la
Revolución surrealista.
Sandra opina
que la prosa es demasiado vivaz, y a ella le ponía nerviosa tanta velocidad;
dice que no le han calado los personajes, que en todo momento afloran los egos
pero terminamos sin conocer realmente a los personajes, a lo que Lis indica que ella sí ha podido
meterse en la cabeza de la protagonista; sin embargo, cree Carmen que esta novela no está narrada con imaginación, a lo que
replica Jorge que podría
considerarse un guión. Mónica sí
piensa que Poniatowska nos permite ver la interioridad de la
protagonista, por ejemplo a través de su obsesión equina, a lo que replica Eugenio que eso sucede al principio,
pero después se pierde y sólo hay breves menciones. Entonces Fernando se pregunta qué significa eso
de “ser una yegua”, a lo que Lis
responde que es la necesidad de libertad que siente Leonora, desde que
es una niña; Carmen opone a ello la
posibilidad de que disfruta la protagonista para ser libre gracias al dinero
que tiene su familia, y Jorge indica
que es buena cosa ser artista con esas condiciones, a lo que Lis recuerda la búsqueda desesperada de
mecenas que emprende todo el grupo al inicio de la Segunda Guerra Mundial y Ruth subraya el elitismo que se respira
en el ambiente, que sin embargo termina entrando en decadencia, a lo que Jorge comenta que las vanguardias
tienen siempre fecha de caducidad y Francis
indica que, como organismo vivo que son, tienden a anquilosarse con el paso del
tiempo. Entonces se cuestiona Carmen
la aceptación entre los presentes de la obra pictórica de Leonora Carrington,
a lo que Jorge responde que a él no
le ha gustado y Marta señala las
similitudes con la obra de Dalí, respondiendo Jorge que a él le ha recordado más bien a El Bosco; Fernando pregunta si la edición que
hemos leído tiene ilustraciones de los cuadros de Leonora, y Lis evoca las figuras de Frida Kalho
y Diego Rivera, que aparecen en el libro y cuyas obras son más
populares. A propósito, Marta
resalta la figura de Poniatowska como persona implicada en la sociedad
mexicana, a lo que Francis recuerda
la matanza de Tlatelolco
y Eugenio señala que se nota que el
asunto la tocaba personalmente, como ocurre en la novela cuando se ven
implicados los dos hijos de la protagonista. Al hilo indica Lis que durante la estancia de Leonora
en Portugal, pendiente de su viaje a México, también se desarrolla una parte
decisiva de la novela.
Mónica
destaca la representación que hace la autora de la mentalidad de una niña
nacida en el seno de una familia aristocrática, y cuya libertad personal es
menor que la que disfrutan sus hermanos por ser varones; Eugenio corrobora que esta parte de la novela es muy sugerente,
pero considera que, desligada del resto de la novela, formaría una muy buena
historia, que sin embargo queda apenas esbozada. También destaca Mónica la relación de la niña Leonora
con su niñera Nanny y con sus profesores, a lo que Jorge añade que, como clase acomodada, sus padres buscaban
sustitutos de sí mismos en la relación con sus hijos, que se convierte en algo
inexistente en la práctica; Mónica
comenta que al pertenecer a una élite no eres persona mientras seas menor de
edad, y que sólo comienzan a tener en cuenta a la protagonista cuando se
celebra su puesta de largo, a propósito de lo cual Francisco añade que incluso la madre no puede acceder a ella con
plena libertad hasta que muere el padre, y sólo en ese momento puede liberarse
de la carga que le impone la posición social; Carmen indica que quizás la madre esté más definida en el libro que
la propia protagonista, y Lis
recuerda que tenía horarios para ver a sus hijos, Paul advierte que lo importante en la organización familiar es que
a los hijos se les oiga lo menos posible y Carmen
apostilla que en determinadas épocas, cuando no se podía asegurar la supervivencia
de los hijos hasta sus cinco o seis años de edad, era común evitar cualquier
apego. Al hilo Lis indica que hasta
mediados del siglo XVIII, con el Emilio de Rousseau, no se tiene
en consideración la infancia para la elaboración de teorías pedagógicas;
entonces Fer pregunta si no hay
algún aspecto de la vida sexual de la protagonista que sobresalga, a lo que Lis responde que es superactiva, Sandra enumera sus múltiples amantes y Marta revela que la foto de la cubierta
de la edición que manejamos, en la que Leonora
posa con Ernst y otro hombre, está retocada con el famoso editor de
imagen que ha eliminado a un tercero, cuya identidad desconocemos.
Ruth comenta
que la forma en que está concebido el libro impide a la autora centrarse en los
personajes, que carecen de profundidad y apenas han comenzado a aparecer cuando
ya se están yendo; en su opinión, la narración avanza demasiado rápido, y si
bien algunas partes le han gustado, no se sintió atraída por los retazos de
surrealismo. Jorge pregunta entonces
si hemos considerado a Leonora una mujer independiente, a lo que Eugenio responde que la parte en que
estalla la Segunda Guerra Mundial demuestra su completa dependencia y Mónica replica que se marchó de casa
con veinte años; Carmen indica que
sólo disfruta de libertad sexual, pues el resto son para ella esclavitudes, es demasiado
obsesiva para tomar decisiones y no hay un equilibrio en su personalidad que le
permita ser libre; Lis resalta que
romper con las circunstancia era su deseo permanente, y que en ese sentido era
interiormente autónoma. Jorge indica
entonces la gran diferencia entre los viajes emprendidos por la protagonista
con Renato y los que hace con Chiki, a lo que Paul reclama el derecho de cualquier artista a viajar en primera
clase, observación a la que Jorge
responde que es un derecho que tiene cualquier persona y Francisco inquiere si no se trata ése de un derecho del artista «a pesar de» ser
artista. Carmen resalta la búsqueda
de reconocimiento del grupo de artistas donde se integra Leonora, y Lis recuerda que el fotógrafo Chiki
queda anulado en ese entorno; para Francisco,
la experiencia durante la Primera Guerra Mundial marcó a todos los que la
vivieron, que conocieron un gran horror en Europa y no estaban dispuestos a
volver a experimentarlo, a lo que Ruth
subraya que esa angustia no la transmite la prosa de Poniatowska, y Lis evoca la mención a la estancia de Max
en un campo de concentración al comienzo de la ocupación nazi de Francia. Sobre
el delicado asunto del dinero, Francisco
subraya su importancia pero destaca que el talento debe existir para que el
dinero dé sus frutos, a lo que añade Fernando
que siempre estará presente la pasta, y nos entregamos todxs a un debate sobre
el binomio dinero-éxito, donde salen a relucir las estrategias de nueva novela
de Dan Brown y todo el mecanismo de producción y protección de una
traducción a publicarse casi simultánea con la edición original. Mónica retorna a su lectura para
confesar que la pintura ha sido para ella una desconocida hasta que abrió el
libro, y cuenta que buscando en Internet imágenes que se la aproximaran, en los
primeros resultados de la búsqueda era inevitable la presencia de Ernst,
lo que no ocurría si el término buscado era el nombre del artista alemán; Marta deplora entonces el papel
marginal que continúa representando la mujer en el mundo del arte, y en
concreto en la literatura, y lamenta que ella misma lea a más autores que
autoras, a lo que Mónica advierte
que hay una amplia laguna en cuanto a traducción de obras perdurables escritas
por mujeres, y subraya la práctica ignorancia que de figuras como Mary
Wollstonecraft, Aphra Behn o Christine de Pisan, pervive en
nuestro acervo cultural, a lo que Carmen
añade que no hay constancia en los manuales, pero Jorge afirma que este desconocimiento se produce en los clásicos,
pues en literatura contemporánea se publica por igual y él mismo ha leído más
autoras que autores, y pone como ejemplo a Lucía Etxebarría, despertando
varias observaciones; por su parte Eugenio
recuerda que se sigue usando a bombo y platillo el término “literatura de
mujeres” e incluso hasta el de “literatura para mujeres”, Sandra denuncia que se habla de una “literatura femenina” pero no
de “literatura masculina” y Concha
observa que es necesario aún más tiempo para consolidar la relevancia de la
obra artística de muchas mujeres. Jorge
insiste en que una parte de la culpa del machismo imperante la tienen las
mujeres que no lo combaten, y Olga
subraya que la imagen que una mujer tiene de sí misma ha sido inculcada por el
sistema, que desde que es una niña la educa para determinada labor; Mónica advierte que en el artículo
sobre Leonora Carrington de la Wikipedia se señala que fue amante de Max
Ernst, pero en el artículo sobre éste no se ha suscrito el mismo dato,
hecho que corrobora Ruth y nos lleva
a debate sobre la sociedad patriarcal y el ejercicio de libertades que permite,
durante el cual Carmen comenta que a
la luz de los hechos narrados en el libro, los surrealistas no disfrutaban de
tanta libertad como se nos ha dado a entender.
Carmen tenía
mucho interés en conocer a la protagonista, pero lo iba perdiendo a medida que
avanzaba la lectura (Jorge señala
que a él le ha ocurrido lo contrario); Leonora le ha parecido una mujer
frágil y muy obsesiva, y de entre todos los aspectos subraya que lo mejor de la
novela es la parte de Santander, donde recuerda que la pintora maltrata
cruelmente a su querida Nanny. Insiste en que el personaje no resulta atractivo
a través de la lectura, y eso que Poniatowska escribió este libro desde
su admiración por la protagonista; Lis
comenta entonces que durante su lectura ha experimentado momentos de cariño,
pero también otros de rechazo, y se cuestiona Carmen ese cariño sentido hacia el personaje habiendo por medio una
prosa con tal exceso de objetividad, a lo que Mónica indica que solemos obviar la obra cuando tratamos a un
artista, ya que nos atrae más el detalle de su vida, y pone como ejemplo al
poeta español Leopoldo María Panero, recientemente fallecido, cuya
poesía debe ser valorada por encima de su peripecia existencial, y a propósito
indica que quisiera poder ver la pintura
de Ernst donde la virgen da un severo castigo al niño, que fue la que
enamoró a Leonora Carrington, según el libro. Carmen señala que de los surrealistas, ella tiene preferencia por
sus obras antes que por sus vidas, y Francisco
inquiere que quizá el artista fue mala persona, pero eso no debe influir en la
apreciación de su obra. Lis reclama
la percepción de la protagonista como una niña grande, que no sabía manejarse
sola y que, a pesar de su condición de artista, no era un espíritu libre, y Paul recuerda que el artista tiene
sobre sus hombros una importante función social, que es la de la completa
irresponsabilidad, ante lo que Jorge
amenaza con convertirse él mismo en un artista “politraumático”. Por último
recuerda Carmen los artículos de Poniatowska
como parte fundamental de su producción, y recuerda que existe en México,
dentro del mundo intelectual, una división clara entre detractores y
admiradores de la autora, por lo que comenta Marta que Poniatowska no deja a nadie indiferente.
A Asun le ha gustado, porque no le resultó difícil de leer y porque
no se había creado ninguna expectativa previa que pudiera decepcionarla, pero
tampoco le ha parecido un libro maravilloso. Acerca de la protagonista,
considera que fue una mujer muy dependiente y que a su juicio no es un modelo a
seguir.
Jorge está
de acuerdo con Asun y destaca que es
un libro fácil de leer y que se leería otro de Poniatowska, a lo que Concha responde pasándole uno que ha
traído.
Paul
confiesa que lo ha leído a saltos, y que habla de temas interesantes para su
gusto, especialmente la experiencia de la protagonista en el manicomio de
Santander. También destaca que sea una novela escrita desde la perspectiva de una
artista.
Eugenio
compara la conversión de la protagonista tras la experiencia en Santander con
la que sufrió Oscar Wilde tras su estancia en la cárcel, y que describe
en De profundis; indica que tras este
trauma, la narración no varía sustancialmente, y casi olvidamos que ha padecido
aquello, de no ser porque se comenta esporádicamente, pero a su juicio de un
modo un tanto superficial. Insiste a continuación Carmen en que el libro no profundiza el lado existencial, aunque Lis considera que sí, al menos por
fragmentos; Ruth también piensa que
falta profundidad, y para corroborarlo compara el libro con El hombre que amaba a los perros de Leonardo
Padura sobre la vida de Trotski, que permite al lector introducirse
realmente en el personaje. Eugenio
añade que la obra es demasiado ambiciosa y Poniatowska ha querido abarca
mucho, a lo que Ruth replica que Padura
también, y Marta recuerda que esta
biografía novelada sobre el político ruso se extiende desde la Guerra Civil
hasta los años ochenta. Carmen
destaca que la autora te saca de momentos culminantes que deberían extenderse y
contener mayor intensidad, para regresar al maremágnum de datos, a lo que Marta indica que en las Memorias de abajo, Leonora sí
transmite esa intensidad de su experiencia; entonces pregunta Paul si hubo algún diagnóstico acerca
de la enfermedad mental de la protagonista, y Jorge responde que sólo queda claro el tratamiento con Cardiazol, y
Marta dice que transmite esa
sensación de dejar de ser persona. Carmen
recuerda que al final del libro hay una amplia bibliografía, y Eugenio concluye insistiendo en que no
ve una unidad interna en la novela, a lo que Jorge subraya que a él le ha gustado por eso, porque prefiere la
mezcla.
Concha ha leído
un poco del libro y le está gustando; asegura que para sus exigencias
profundiza lo suficiente, e indica que se hace muy amena la parte en que se
narran los viajes de la protagonista con su madre. Destaca que la niña Leonora
quería ser yegua, y también todas las referencias que se hacen al arte y a los
cuadros que ella contempla en los museos que visita; se siente identificada y
le parece ideal la extensión breve de los capítulos. Concha confirma que desea leer todo el libro hasta terminarlo, a lo
que Carmen comenta que si desde el
principio de la lectura le está gustando, seguro que la lectura completa será
satisfactoria para ella. Finalmente, Concha
destaca que el hecho de haber tenido dinero puede haber beneficiado a la
protagonista para desenvolverse según su voluntad, en la medida de lo posible,
pero que es algo que sucede en cualquier profesión, para cuya dedicación puede
siempre ser determinante, de igual modo, conocer a personas influyentes.
Lis comenta
que a ella también le ha gustado el libro, y que en efecto ha sido desde el
comienzo de su lectura. Indica que antes no sabía nada acerca de Leonora
Carrington, y le han llamado especialmente la atención los sueños, aunque
reconoce que la protagonista es demasiado egocéntrica. Sin embargo indica que
no le ha terminado de agradar la forma en que está escrito, aunque asegura que
deberíamos leer algo más de Poniatowska para no encasillarla por esta
composición. Por otro lado, Lis se
apunta a ser una bohemia rica, y recuerda que la pintora vendió muchos cuadros
durante su madurez, a lo que añade Carmen
que fue gracias a Edward James. Concha
subraya que el surrealismo nos afecta a todos, ya que se trata de una
interpretación onírica de la realidad y todos soñamos; pero añade que eso mismo
hace complicada, sobre todo en literatura, la identificación de la obra con
quienes la valoran o disfrutan, ya que normalmente se trata de los traumas e
historias muy particulares de lxs autorxs. Paul
apostilla que las obras son las neurosis de quien las crea, y que cuanto más
intensa es la vida interior, más compleja se hace la vida social.
Por último hemos elegido el
próximo título a leer por los miembros de la Tertulia, y entre
-
Cerca del
corazón salvaje / Clarice Lispector,
-
El amante
lesbiano / José Luis Sampedro,
-
un título sin
elegir de Alice Munro,
-
El volumen de
la ausencia / Mercedes Salisachs,
-
La novela de
mi vida / Leonardo Padura,
-
Nada / Carmen Laforet, y
-
La señora
Dalloway / Virginia Woolf;
ha salido por sorteo Cerca
del corazón salvaje, de la brasileña Clarice Lispector.
Quedamos convocadxs para el
próximo 3 de agosto.
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