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lunes, 22 de diciembre de 2014

"LAS AFINIDADES ELECTIVAS" DE W. J. GOETHE










Cuarta Sesión de La Tragulia
sobre la lectura de Las afinidades electivas / W. J. Goethe
Madrid, 14 de diciembre de 2014


Reunidxs: Lis, Fernando, Concha, Jorge, Juan Carlos, Marta, Ruth, Juanra, Carmen, Soledad, Eugenio y Mónica.

Mónica abre la sesión comentando que le ha gustado la novela, que llevaba un tiempo sin poder leer a los clásicos y ya echaba en falta una lectura de este tipo, de la que destaca la habilidad con que el autor profundiza en los estereotipos que representan sus personajes. Califica de extraña la parte en que se reproducen las anotaciones diarias de Ottilie, que le parece un compendio de aforismos al estilo de frases de moda para libros de autoayuda, y le sorprende que Goethe hubiera hecho uso de este tipo de sentencias, a las cuales Carmen considera carentes de interés, señalando que no dejan poso. Mónica también menciona a Mittler, un personaje que tiene su gracia, aunque le ha jugado una mala pasada al pensar que se trataba del sacerdote que muere durante el bautizo del recién nacido, y ante lo cual Jorge se queja de que en la introducción de la edición de Cátedra, se cuente este hecho y otros que desvelan el argumento. Mónica continúa indicando que a su juicio Goethe ha tratado temas delicados con valentía, entre ellos la noción religiosa del inevitable castigo que acarrea el pecado, a lo que Carmen puntualiza que el final trágico se deriva del incumplimiento de las conveniencias por parte de los protagonistas, y se da a entender que el cadáver de Ottilie queda incorrupto; las diferencias sobre las que la novela teoriza entre el hombre y la mujer es otro tema que Mónica recupera para el debate, y pone como ejemplo el asunto de los jardines, cuya técnica arquitectónica más adecuada establece una distinción de pareceres entre los sexos, y mientras Charlotte quiere un espacio más acorde con la naturaleza dada, el Capitán y Eduard están obcecados en introducir cambios en el entorno. Acerca de Eduard, Mónica confiesa que fue un personaje que durante toda la trama le había resultado antipático, pero le gustó su postura en la charla que mantiene con Mittler donde afirma que nadie debería de fiarse de un hombre que no llore; al hilo, Soledad comenta que los razonamientos de Goethe lo sitúan en la vanguardia de la modernidad, Carmen recuerda que es Charlotte quien trata de hacer perdurar un matrimonio unido por conveniencia y Mónica replica que ella en principio no quería casarse, por considerar que teniendo la misma edad que Eduard, ella envejecería antes, a lo que Lis responde que Charlotte se negaba a romper la armonía, y Mónica insiste en que antes de casarse con él, quiso que él lo hiciera con la propia Ottilie, postura la de Charlotte que según Soledad es romántica de principio a fin, pues está dispuesta a aceptar la ruptura de su matrimonio para liberar a Eduard de sí misma. Continuando con el acercamiento a los personajes, Mónica nombra a Luciane, de quien dice que es una figura impresionante, a quien conocemos a través del intercambio de cartas entre su madre y la directora del colegio, a juzgar por las cuales la chica se ha ganado un gran prestigio, pero cuando al fin aparece el personaje y lo vemos desenvolverse, su comportamiento entra en contradicción con la idea preconcebida que todxs nos hemos hecho de ella; en referencia a Luciane, Ruth resalta que la conocemos realmente cuando se presenta ante nosotrxs, Lis dice de ella que es una verdadera burguesa y que Goethe la hunde en la miseria, Carmen considera que el autor ha clavado al personaje en su constante ansia por ser el centro de atención y Soledad la llama niña mimada; Mónica subraya que el tipo de personalidad de Luciane ha sido ensalzada por el sistema educativo que rige en el colegio, y Marta destaca que representa una clase social, a lo que Carmen recuerda que todos los personajes lo hacen y Lis evoca la escena de los fuegos artificiales, cuando Eduard insiste en continuar con la fiesta después del incidente del ahogado; al hilo, Soledad avisa que el personalismo es una de las características que derivan del espíritu romántico que Eduard representa, y Carmen recuerda la muerte del hijo, que a aquél apenas afecta, a lo que Jorge advierte que Eduard quiere un hijo pero con Ottilie. Mónica señala el dato sobrenatural de los parecidos del niño, que en vez de parecerse a los padres, tiene rasgos de los otros dos, y lo enlaza con la muerte de Ottilie, de quien Carmen destaca su esencial anorexia y Lis lamenta que a lo largo de la novela no termine de soltarse, a lo que repone Soledad que Ottilie se debe a la protección de Charlotte. Finalmente, Mónica menciona al Conde y a la Baronesa, pareja que califica de lo más peculiar de la obra; a su vez, Jorge los califica de “avanzados” y Lis los llama “disfrutones”, y comenta que no se entiende al resto a la luz de estos dos.

Lis lee un fragmento de la novela donde se dice que, ya que no es posible cambiar nuestros sentimientos, debemos tratar de cambiar la situación, a lo que Concha comenta que cada párrafo del libro invita a abandonarse a la reflexión, y Carmen señala que los personajes, sin embargo, tratan de cambiar sus sentimientos, y pone como ejemplo a Charlotte, que se esfuerza por no hacer variar la situación, lo que Jorge identifica como muestra de hipocresía y Lis destaca como manifestación de unas conductas contradictorias; Mónica añade que Charlotte y Eduard habían construido un nido de amor y eran reacios a los cambios, y en el caso de ella incluso hostil, pues sólo dejaban entrar a Mittler, de quien Eugenio destaca la defensa que hace del matrimonio en los primeros pasajes de la novela; por su parte Lis insiste en que Charlotte trataba de arreglar la situación para complacer a todos los implicados, y que realmente se encuentra sobrepasada por la empresa. Por último, respecto al autor, Lis resalta una obra científica de Goethe, Teoría de los colores, como una de las más relevantes de su obra, y comenta que en Las afinidades electivas hay notas de aplicación práctica de aquel estudio, por lo mucho que resalta la presencia de las tonalidades verdes; también menciona la antroposofía, de la cual Goethe es considerado precursor, y nombra las escenas de la novela en que se habla de la influencia que ejercen los minerales sobre los seres humanos, a lo que Soledad evoca a Ottilie y su alergia, que recuerda la repulsión de aquel superhéroe por la kryptonita; al hilo, Mónica señala que el mismo título hace referencia a una teoría química y Carmen destaca que el autor se inspire para la ficción mediante espíritu científico.

Fernando comenta que propuso esta novela por tratarse de un clásico, y subraya la importancia de leer a los clásicos cuya validez se ha consolidado por el tiempo transcurrido, a lo que Jorge apostilla que también puede haber literatura consagrada aunque sus autores no hayan muerto. Fernando indica que Goethe es considerado por la antroposofía uno de sus más importantes precursores, un iniciado, y en cada párrafo de esta novela hay una pista que acerca al conocimiento antroposófico, según el destacado sabio Rudolf Steiner, a lo que Jorge señala que Goethe podría ser una especie de profeta de esta sabiduría y Marta reclama más datos en torno a ella, cuestión que da pie a Fernando para contarnos que la antroposofía es una ciencia espiritual que sitúa al ser humano en contacto y armonía esenciales con la naturaleza, y cuyos principios se remontan a tiempos del Egipto antiguo y han sido conservados y transmitidos en saberes milenarios como la alquimia y por comunidades como la de los Rosacruz; señala que entre sus miembros más destacados se encuentra el físico Newton, cuya teoría del universo es acorde con las creencias antroposóficas, y explica que tiene carácter científico por el método experimental que pretende demostrar la simbiosis del ser humano con la naturaleza, dividiendo nuestra conciencia en varios niveles, los estados del alma o las siete partes del ser, cuyo fin es el conocimiento del individuo de sí mismo y la estabilidad que lo permita ser feliz; inquiere Carmen a continuación si entre esos estados existe alguno que se produzca después de la muerte, a lo que Fernando responde que poseen la creencia en la reencarnación; luego Carmen, en torno a los Rosacruz, pregunta si son anteriores a los masones y si su fe religiosa es panteísta. Fernando añade que a diferencia de la homeopatía, la antroposofía mezcla los minerales en busca del tratamiento de patologías, lo que recuerda a Carmen unas finas láminas de oro que se ingieren u ofrecen al Buda, y Juanra se plantea si el vegetarianismo puede derivar de una fe similar. Marta vuelve a buscar alusiones a las enseñanzas de los Rosacruz en el libro y Fernando lee un párrafo donde se ilustra sobre la naturaleza del poder, afirmándose que éste se encuentra tan presente, sin distinción de funciones ni jerarquías, que cada cual es tanto un eventual ser oprimido como un posible represor. Por último resalta que el conocimiento antroposófico da gran importancia a la muerte, y trata de iluminar el sentido de la misma desde su aceptación como finalidad transitoria.

Concha destaca que la novela de Goethe nos muestra el drama de la belleza, y dice que lo que más le ha gustado ha sido la descripción de las relaciones humanas en que ella se reconstruyen, y gracias a la cual somos capaces de comprender a los diferentes personajes y perdonar sus defectos. También resalta las incursiones del autor en diversos temas y su tratamiento con espíritu científico, y señala que a ella le encanta el romanticismo que aflora en la tragedia que no sólo no pone fin al amor, sino que permite que éste perdure y se haga inmortal, subrayando con ello el final de la obra, sobre el cual insiste Soledad en advertir que es abierto y nos permite imaginar qué ocurrió después entre Charlotte y el Comandante, y donde Carmen no ve otra ambigüedad que la indeterminada unión tras la muerte de los otros dos amantes. Concha añade que la historia que cuenta Goethe le ha recordado a la película de Truffaut Jules y Jim, que gira en torno a un triángulo amoroso entre dos chicos y una chica, y que podría estar inspirada en Las afinidades electivas, aunque tiene en su base una infidelidad de la que carece nuestra novela; esta mención recuerda a Soledad que hay una versión cinematográfica de la obra de Goethe, que califica de mala, y Fernando señala que un trío no habría satisfecho a Goethe, pues para que haya armonía deben ser cuatro. Concluye Concha su intervención evocando la época en que se sitúan los hechos, con su moral cerrada y las limitaciones sociales que entorpecen relaciones más abiertas, a lo que Jorge invoca la reclamación de uno de los personajes que pide para los contratos de matrimonio una duración de cinco años renovables, y Carmen recuerda que Charlotte quiere a los dos mientras Eduard no, detalle que demuestra para Mónica mayor apertura de horizontes en Charlotte.

Jorge comenta que le ha sorprendido esta novela, pues de Goethe sólo ha leído Fausto y gran parte de su contenido se le había escapado; dice que ha sido una lectura amena además de profunda, y que el tratamiento de las relaciones sentimentales se hace desde una perspectiva muy adelantada para su época. Destaca una frase en la que se dice que el ser humano es tan ingenuo que es capaz de creerse libre, y también hace hincapié en los nombres de los personajes, ya que a protagonistas principales los conocemos por sus nombres de pila, a otros más secundarios por la profesión o su título nobiliario y sólo a Mittler por el apellido, y se pregunta si esto tiene alguna relación con el carácter de los mismos, a lo que Fernando responde que es debido a la óptica holística de Goethe y Carmen señala que llevan nombre de pila los personajes más individualizados, al hilo de lo cual Fernando añade que la antroposofía considera una agresión a la identidad del sujeto el hecho de poner a padres e hijos el mismo nombre, y Juan Carlos recuerda que tanto Eduard como el Capitán se llaman Otto. Retomando el argumento, Jorge se queja del final, que considera decepcionante por muy romántico que se quiera ver, ya que considera las sucesivas muertes muy forzadas, a lo que Eugenio señala que la de Eduard es calco de las típicas cervantinas y del Siglo de Oro, cuando los personajes cuyos actos entraban en contradicción consigo mismos morían como consecuencia lógica de sus desviaciones, e insiste en considerar buena parte de las escenas de corte romántico una parodia de los gustos del género, a lo que Carmen recuerda la escena de la muerte del niño, que desde la torpeza de Ottilie hasta la evidencia del desenlace, el relato parece de principiante. Jorge vuelve a mostrar su indignación con la introducción de la edición de Cátedra, que desvela la trama -y, añade Carmen, no está a la altura del autor-, y recuerda una noticia anecdótica de intercambio de pareja entre vecinos, subrayando que Goethe es un adelantado a su tiempo, como Tino Casal, en el tratamiento de una temática atemporal; finalmente indica que algunos pasajes le han traído a la memoria los ambientes rococó de Sade y lanza la cuestión de si Ottilie puede considerarse una figura espiritual, a lo que Soledad contesta que ella es muy consciente de la turbación que causa, Ruth replica que por qué va a ser ella responsable de los efectos de su presencia y Jorge la compara con la Lolita de Nabokov.

Juan Carlos, por el contrario, destaca los sucesos del final, que califica de impactantes, y se muestra sorprendido por la reacción de los protagonistas ante la muerte del bebé, que a juicio de Lis no es natural y Jorge llama “de pega”; sin embargo, Soledad considera que Charlotte entra en un estado de shock y Carmen recuerda que en esa época no existía el apego a los hijos que existe ahora, debido principalmente a la alta mortandad infantil de aquellos tiempos; al hilo, Mónica señala que Charlotte había dejado a su primera hija en el internado y Soledad señala que pertenecen a una clase social que deja la crianza de los niños en manos de nodrizas, aunque esta circunstancia, según Jorge, sigue produciéndose. El asunto del bebé abre intenso debate en el que Carmen cita al antropólogo Marvin Harris, quien afirmó que en la segunda mitad del siglo XX sucede un fenómeno insólito respecto a los hijos: tenerlos deja de ser rentable; desde este punto volvemos al libro y a la escena de la muerte del bebé, que en la película, según Marta, es patética, ante lo que recuerda Lis que, para mostrar su parecido con Ottilie, el niño tiene un lunar en la mejilla, lo que para Fernando lo hace feo “como un demonio”; Marta señala que a esta versión cinematográfica también se le puede reprochar la ausencia de Luciane. Juan Carlos recupera la palabra para hablar de la escena del hostal, cuando Eduard traza un plan para anunciarse a Ottilie, y acerca de los escritos de ésta comenta que es una buena manera de mostrarnos la tendencia a filosofar del personaje, a lo que Eugenio añade que puede ser una especie de parodia de las novelas epistolares que hicieron furor durante el siglo XVIII y Carmen lo considera grotesco y difícilmente justificable en la construcción de la trama. Por último, Juan Carlos llama la atención sobre las intervenciones explicativas del narrador, lo que hace recordar a Mónica que el Capitán muestra su musculatura en la escena del ahogamiento de un aldeano, aparición estelar que vemos a través de los ojos de Ottilie, y entonces Jorge se pregunta si Charlotte y Eduard llegan en algún momento a polinizar, ante lo que Mónica visiona la escena de su encuentro amoroso, la busca en el texto y la lee; finalmente Ruth evoca la figura del Arquitecto y su apasionada admiración por Ottilie, y Mónica recuerda que la capilla fue construida a imagen de la chica.

Marta ha añadido a la lectura de la novela, la de un ensayo de Walter Benjamin sobre la misma, donde el pensador estudia la obra de Goethe en comparación con la literatura alemana de su tiempo. De Las afinidades electivas destaca la amistas establecida entre Eduard y el Capitán, y señala que la conversación que ambos sostienen después de que el primero haya dejado su casa, en torno a los fundamentos, necesidades y consecuencias de las relaciones de pareja, es innovadora y muy reveladora. También subraya los simbolismo que pueblan la novela, y entre ellos resalta el lago como presencia maléfica, amenazante, a lo que Carmen añade la querencia de los románticos por los gestos simbólicos y Lis recuerda que el lago va pautando los acontecimientos que se describen: allí, indica Fernando, se enamoran los protagonistas mientras pasean en barca; Mónica añade también el carácter alegórico de las fiestas que se celebran, y Soledad señala el cementerio, del que Carmen recuerda el episodio del cambio de ubicación de las tumbas, con el traslado de lápidas pero no de restos; acerca de este último hecho, Mónica se hace eco de la opinión de Mittler, que se muestra afín a la de la gente llana, y Eugenio apunta que Goethe nos muestra a un pueblo supersticioso y a una clase dominante práctica, a lo que añade Carmen que “también profundamente estética”. Concluye Marta señalando que en la novela se nos invita a no juzgar moralmente la actitud de los personajes, sino a comprender sus motivos e impulsos, y resuelve que la culpa que puede vislumbrarse en sus actos no es moral sino natural, donde supone que hay influjo de la perspectiva antroposófica, que a su entender obliga al ser humano a no abandonar cierta responsabilidad inherente a su naturaleza.

Ruth destaca de la novela la noción de enamoramiento imprevisible que obligaría a una reestructuración de las parejas de un grupo, y señala que le ha sorprendido que en ningún momento estas circunstancias hayan derivado en celos (al hilo indica Carmen que en este sentido la historia es poco romántica), aunque sí se produce una situación en que un personaje se muestra suspicaz, y es cuando Luciane nota que el Arquitecto presta más atención a Ottilie que a ella, lo que provoca cierta envidia que para Lis hace a Luciane, pese a su personalidad superficial, el personaje más humano de la novela, sometido a un sentimiento mundano e incapaz de controlarlo, a lo que Carmen señala que la figura de Luciane puede hallarse reflejada en muchas personas de la vida real, pero es bastante difícil encontrar una Charlotte o una Ottilie y, añade Mónica, ningún Capitán; al hilo advierte Soledad el detalle de la edad de Ottilie. Ruth concluye su intervención añadiendo que la novela le ha gustado pero no le ha llegado al alma, y apostilla que hay muchas cosas con las cuales le ha sido imposible empatizar.

Por el título de la novela, Juanra supone que en aquella época no era muy común tener la  posibilidad de elegir, y sitúa en torno a la época romántica una concepción del matrimonio acorde a las conveniencias y no afín a los sentimientos de los contrayentes. Al respecto señala que hoy en día en países como la India persiste la necesidad de que el matrimonio se decida en función de lo que más conviene a los padres, y ellos consideran que este sistema en mucho mejor que el occidental, ya que existe la posibilidad de que en las parejas así formadas se creen vínculos más estables que los que se unen por una inicial atracción sexual o sentimental; a ello responde Carmen que en la India hay un más alto nivel de suicidio femenino y muchas mujeres jóvenes viven sometidas a una suegra que las maltrata, y Soledad reitera que las mujeres deben obedecer a la familia del marido, con lo que abrimos debate en torno a los motivos del matrimonio en nuestra sociedad, que lleva a Mónica a recordar las palabras del Conde en la novela, quien advierte de que las obras teatrales que tratan el matrimonio suelen terminar cuando los amantes se unen, pero nada dicen de lo que ocurre después de comer perdices, circunstancia que ella relaciona con las célebres comedias románticas estadounidenses que desde hace décadas inundan las pantallas de nuestros cines; Concha estipula que los protagonistas se encuentran bien con sus parejas en apariencia pero necesitan novedades, a lo que Ruth replica que es Eduard quien necesita esos cambios, pues siempre da el primer paso. Al hilo, Fernando lee una frase de Charlotte en la que ésta afirma que los hombres piensan en singular y por eso se lanzan a actuar y emprenden proyectos con menos prudencia que las mujeres, que dedican su prestancia a cuestiones más relacionadas con el entramado perdurable de la vida, ante lo que Juanra retoma la palabra para sostener que esa distinción no se basa en diferencias genéticas sino en cierta división social por roles de género, y recuerda que la posibilidad de iniciativa femenina la producen las comunidades matriarcales, a lo que Carmen replica que en éstas los núcleos familiares se organizan sobre la primacía del parentesco, y Eugenio añade que es una cuestión práctica que hace frente a la complicada demostración de la paternidad; Jorge sentencia que toda sociedad se funda sobre las pulsiones de polinización.

Carmen señala que la novela le ha gustado, pero en un grado normal, ya que no sentía empatía hacia las inquietudes de los personajes; lo que más interesante le ha resultado han sido las reflexiones, y los complementos que incorpora el narrador, pero ello queda velado tras escenas de corte grotesco como las del final, mención que a Lis rememora el “ataúd de Blancanieves”. Carmen corrobora que en conjunto no le convence la novela, y que sólo puede explicarse la autoría de Goethe si hay una doble intención en determinados pasajes, aunque cree que ninguna idea termina de cuajar y en demasiadas ocasiones los momentos paralelos que derrama el autor te separan excesivamente de la historia central; por ello considera que el pensamiento y la simbología tienen más entidad que el argumento que recrea Goethe para exponerlos, lo que permite vislumbrar fácilmente que lo que cuenta sólo es una excusa para mostrar lo que quiere contar; al hilo, Soledad señala que todos los autores usan una historia como excusa para contar otra cosa, y Carmen responde que en este caso está demasiado supeditada la historia a la intención del autor y que, siento éste Goethe, esperaba más de la novela.

A Soledad le ha gustado mucho el libro, y añade que su lectura es entretenida y se aproxima a la novela decimonónica que es su forma literaria preferida, de la cual nombra El idiota de Dostoievski, pues a ella le ha recordado Las afinidades electivas en el espíritu filosófico que impregna sus páginas. Ha hallado conexiones con las ideas del autor como creador que traslada su alma a la obra, y la incluye entre ese tipo de novelas que, logren una forma redonda o no, lanza a los lectores a la reflexión posterior al contacto. En torno a las desviaciones del argumento principal, Soledad la compara con el Quijote y las historias al margen que insertó Cervantes, a lo que Carmen concreta que esos paréntesis están mejor trazados por el autor español. Para cerrar su turno, Soledad lee las últimas frases del libro, y también la nota del traductor donde señala la ambigüedad de este final; al respecto indica que existe la posibilidad de una interpretación religiosa, y que las palabras con las que Goethe termina dan pie tanto al escepticismo como a la esperanza, que ella descifra como claves sobre la futura relación entre Charlotte y el Capitán (ahora Comandante), a lo que Carmen insiste en que para ella sólo habla de Ottilie y de Eduard después de la muerte.

Eugenio señala dos formas de mostrar la superstición en boca de la pareja principal, Eduard y Charlotte, y recuerda que él conserva el vaso que no se rompió después del brindis colectivo, como símbolo de su amor por Ottilie, mientras Charlotte manifiesta sus temores a que cualquier mal paso dé lugar a una desgracia, y a propósito señala Eugenio que según Frazer en La rama dorada, esa creencia en el no hacer para evitar un mal es lo que origina el tabú. Acerca de sus opiniones en torno a que Goethe haya parodiado en esta novela otros géneros o modas de su época, indica que el canon romántico, que él en cierta manera inaugura con Werther, estaba ya lejos de colmar sus pretensiones artísticas, a lo que recuerda Carmen que la publicación de la ópera prima del autor generó un apasionado clima de adhesión y muchos suicidios; en torno a su relación con otros románticos, Eugenio recuerda que mientras éstos se entusiasmaban con la Revolución Francesa, Goethe se apartaba de todo vínculo, ya fuera de aprobación o rechazo. Sobre los colores, señala que el órgano del conocimiento para el autor fue la vista, ante lo que Fernando indica que existe una distinción sexual orgánica en los elementos de nuestro ojo; y en torno al panteísmo, que considera trasfondo religioso de toda fe posterior al siglo XVIII, incluida la católica, se pregunta Eugenio si la antroposofía cree en la mejora general del ser humano o sólo en la estabilidad individual, a lo que Fernando responde que el objetivo del conocimiento antroposófico es alcanzar la sinceridad desnuda como límite a partir del cual las comunidades humanas puedan vivir en paz y armonía, lo que abre debate sobre la hipocresía social y nuestra educación en valores.

Por último, elegimos libro para la próxima sesión, que será Historia del ojo de Georges Bataille, a celebrar el 22 de febrero, y proponemos que cada actuante lleve a la cita un breve poema para amenizar con lecturas previas las intervenciones.

viernes, 24 de octubre de 2014

"EL AMANTE LESBIANO" DE JOSÉ LUIS SAMPEDRO


Tercera Sesión de La Tragulia
sobre la lectura de El amante lesbiano / José Luis Sampedro
San Lorenzo de El Escorial, 5 de octubre de 2014


Reunidxs: Jorge, Marta, Eugenio, Juan Carlos, Fernando, Lis, Mónica, Ruth, Concha, Soledad y Carmen.

Abre la sesión Jorge señalando que esta novela de José Luis Sampedro fue escrita por el autor cuando tenía ochenta y tres años, y que a su juicio tiene un elevado contenido autobiográfico, con guiños a su actividad como archivero, que desarrolló profesionalmente; en esta obra entregaría el autor una confesión existencial, manifestándose de vuelta de todo y sin preocuparse por el qué dirán. Añade Jorge que en la narración se muestran distintos matices de las relaciones de género y de la identidad sexual.

Juan Carlos comenta que ha estado viendo un documental sobre Sampedro donde se habla de su infancia en Marruecos, por lo que es muy probable que, como dice Jorge, las escenas de la novela situadas en el país norteafricano tengan acentos autobiográficos. Acerca de su lectura, dice que hacia el final del libro hay una parte que no le gustó mucho, e incluso estuvo a punto de abandonarlo; pero al comienzo se sintió enganchado y llegó a tal punto su entusiasmo que regaló un ejemplar a una amiga; lo que más le ha gustado ha sido la parte en que se habla de los místicos árabes, asunto en el que echó en falta que el autor hubiera indagado más. Por otro lado, Juan Carlos comenta que, dado por supuesto el carácter autobiográfico de la obra, los detalles sobre Marruecos, la infancia del protagonista y sus paseos por aquellos parajes, hacen la novela más interesante. También indica que Sampedro nos recuerda que la delicadeza y la sensibilidad son sentimientos humanos, y por ello su exhibición en hombres no debe percibirse como una mella en la hombría; al hilo comenta Marta que hay que establecer otras diferencias en la definición entre hombre y mujer, y Juan Carlos sugiere que en el término “lesbiano”, destacado en el título, se enseña esa intención desmitificadora del autor, a lo que Lis subraya que siempre le ha llamado la atención este título. Juan Carlos confiesa que le inquietaba la sumisión del protagonista, ya que personalmente le repulsan las muestras de docilidad, aunque recuerda que en determinadas situaciones uno no puede evitar doblegar ante las circunstancias; pero lo distingue del masoquismo o de cierto misticismo tortuoso cargado de martirio o autoinmolación, a lo que Soledad opina que es muy desagradable la humillación, y por eso lo son las escenas del libro en que el protagonista se denigra. Jorge destaca un pasaje de sacrificio y lee un fragmento donde el narrador asegura que renunciar a la libertad, ha hecho libre al monje; en otro lugar del libro se menciona la tradición sufí que dicta que el dolor sirve al individuo para descubrirse a sí mismo. A ello añade Juan Carlos que en las pruebas físicas y deportivas como el marathón, la fatiga hace al sujeto alcanzar cierto momento de éxtasis, que puede equipararse a la entrega de la voluntad propia a otra persona o fuerza ajena; Soledad insiste en que no entiende que la sumisión produzca placer en alguien y Mónica recuerda que el esfuerzo crea adicción.

Lis confiesa que, puesto que ha sido Jorge quien eligió el libro, lo buscaba a él en su lectura, porque cada cual puede ser identificado en los libros que le gustan; y cree haberlo encontrado en el diálogo entre el protagonista y Dios, cuya dialéctica considera “muy de Jorge”, a lo que éste confirma que tomado el libro como una confesión vital de Sampedro, él se siente muy identificado con sus ideas. Respecto a su lectura, Lis confiesa que le costó meterse en el libro, que no lo entendía; que la estructura como una recopilación de la vida del protagonista no le aclaraba si éste estaba muerto o enfermo; pero la relación entre él y Farida la enganchó, y veía que lo que pasaba entre ambos era una culminación de la experiencia del narrador con su familia enrevesada, de la que recopila deseos y frustraciones y trata de llevarlo a la práctica con esa mujer; para Lis es una manera que tiene el personaje de aceptarse a sí mismo, reconociéndose en su familia y en el entorno de ésta. Jorge señala que el protagonista estuvo reprimido durante toda su vida, por no poder establecer esos matices a su sexualidad, y por eso considera que la novela es una invitación del autor a vivir tu vida como quien realmente eres o te gustaría ser. Lis se pregunta entonces si el protagonista estuvo realmente con Farida o no, y Jorge contesta que sólo tuvo un leve contacto con ella cuando él tenía trece años. Carmen indica que a su juicio sobran páginas para contar eso, y que la novela no es muy literaria en el sentido de que los personajes no son sino arquetipos; Jorge defiende el carácter docente de la obra, acorde con el autor, y Lis indica que el desfile de personajes puede ser utilizado como un rol de modelos psicológicos. Por último, Soledad cita un texto donde resalta cierta cursilería, que le parece una prosa menos depurada que la del siglo XIX.

Mónica lamenta que a lo largo de la novela se repitan constantemente determinadas nociones y que, salvo la historia del padre, gran parte de los contenidos sean algo superficiales. Dice que le han gustado mucho otros libros de Sampedro que ha leído -como La vieja sirena, La sonrisa etrusca o El río que nos lleva; de este último, destaca unas partes muy bien construidas, aunque mantiene que no profundiza demasiado en los personajes-, pero de éste sólo resalta la parte en que habla del padre, la comparación entre paloma y leopardo y demás; el resto le parece muy repetitivo, y añade que da la impresión de que el autor ha cogido un manual de psicología y ha hecho un perfil de diagnóstico. Indica que quisiera volver a leer La vieja sirena, o Real sitio; porque Sampedro le parece un buen escritor y un hombre muy coherente y valiente, aunque cree que en esta novela se ha rallado un poco. Finalmente dice que ella ya se había leído El amante lesbiano hace muchos años, pero esta segunda lectura le ha decepcionado; a ello replica Jorge que a él le ha gustado más la nueva lectura realizada, y Mónica añade que ya la pasó lo mismo con El perfume.

Ruth dice que no le ha gustado la novela, que tuvo la misma sensación de vacío que la invadió cuando leía nuestro anterior libro. Dice que desde el comienzo no la enganchó, que al principio pensó que eran los capítulos iniciales y después cambiaría, pero no hubo cambio; que lo que leía no le resultaba verosímil, y destaca además el aspecto negativo de una escena en que, para sentirse mujer, el protagonista se pone tacones y medias y limpia la clínica; cree Ruth que esta imagen de la mujer es denigrante, a lo que Jorge replica que no es una imagen de la mujer, sino el papel de sumisión que el protagonista anhela representar.

Concha confiesa que ha estado la última semana en la playa y se llevó varios libros entre los cuales no estaba el Sampedro; pero ha disfrutado de André Gide, de su Ferdinand, del que dice que es una excelente novela erótica. Acerca de la obra que tratamos, Concha indica que empezó a leerla pero no se sintió atraída: dice que usa demasiadas frases cortas y que cuenta cosas que no despertaron su interés.

Soledad recuerda que hasta cuatro días después de su reciente fallecimiento, y por propia voluntad del autor, no se hizo público el óbito de Sampedro. Sobre la novela asegura que hay un tono muy opresivo en toda ella, principalmente cuando aparece la madre, y que el protagonista “saca a sus muertos” para liberarse, durante el segundo que transcurre antes de extinguirse, liberándose así mediante esa experiencia onírica. Para Soledad hay en esta novela unas carencias cuya presencia hace brillar especialmente a muchas de las grandes novelas del siglo XIX; además, no comparte la idea de sometimiento que expone el autor, y considera que se puede sacar el lado femenino de un hombre sin recurrir a la sumisión femenina. Al hilo, recuerda la serie de Las sombras de Grey que acaba de alcanzar tanto éxito de ventas, y que tiene una lectura muy fácil donde se refleja también esa relación de poder, pero con el resultado de mayor verosimilitud que en Sampedro. Soledad concluye que ha tratado de meterse en el personaje sin conseguirlo, a lo que añade Lis que hay un detalle sobre la sumisión que debe destacarse y es el hecho de que la felicidad de la tía del protagonista, mujer muy independiente durante toda su vida, se alcance al sumergirse en el matrimonio; ante ello se pregunta Soledad por qué para sentirse mujer hay que remitirse a esa mansedumbre, y considera que el protagonista toma la referencia de su padre como hombre gustoso de ser sometido para justificar su propio ansia de liberación, ante lo cual se nos plantea la duda de si la vida de los personajes que giran en torno al protagonista es real o imaginación de éste, a lo que Mónica recuerda que es un recurso de nuestra cultura el tomar el arrobamiento frente a la muerte como campo para la revelación de las verdades absolutas; en este debate, Lis opina que el personaje del padre expone su vida verdadera, mientras Carmen considera que es el protagonista quien proyecta su propio yo sobre aquellos a quienes encuentra durante su trance.

Carmen señala que el comienzo es malísimo, todo resulta muy obvio y da la impresión de estar escrito con ingenuidad, vertiendo el autor opiniones en vez de destilar literatura, ya que expone sus propias teorías en torno a distintos asuntos; entonces Lis indica que el protagonista pone en práctica una parte de esas teorías, las referidas a las relaciones sexuales, con Farida. Carmen insiste en que algunas expresiones tienen un lenguaje que pretende ser literario sin conseguirlo, y que tal vez el tema sorprendiera en su momento, pero que ahora ha perdido actualidad, que está muy manido. Acerca del contenido, dice que es de manual, no auténtico, con muchos tópicos, y que un moribundo con esos razonamientos tan docentes no es creíble; sobre la distinción entre sexo y género, señala que en su opinión no lo hace bien, que abundan los tópicos sadomasoquistas y suena a antiguo y rancio, que la novela aburre por eso. Por último, acerca de la forma en que está compuesta, Carmen indica que es demasiado expositiva, y que el lenguaje tiene tintes cursis cuando trata de ser lírico.

Jorge apela a la subjetividad del erotismo y a la relatividad del tiempo, y manifiesta que la dominación es un fenómeno que está en nuestra vida cotidiana (a propósito de lo que se pregunta quién no ha jugado con unas esposas en la cama). Añade que Sampedro escribió esta novela cuando “ya no tenía vicios, sino manías”.

A Marta no le ha gustado la novela, pero dice que se deja leer. Dice que habla de las capas que cada unx de nosotrxs tiene, y que se manifiestan sobre el resto en función de donde nos encontremos; así, el protagonista es un ser muy pudoroso que al final del libro consigue liberarse de sus capas. Marta señala que en esta cuestión de disfraces y tapujos, el cambio en los roles de la pareja es básico, ya que existe una gran confusión entre los lados femenino y masculino, a lo que Lis añade que cada cual forma parte de un equilibrio determinado y Fernando lamenta que el estereotipo de la mujer para la feminidad en el hombre dé como fruto el travestismo, a lo que Jorge añade que en las escenas de la clínica se formulan otras variantes de los roles de sexo y género, y se abre debate sobre los roles y tópicos en torno a la sexualidad, donde Mónica destaca que no hay que olvidar la influencia del nivel educativo en el desarrollo sexual.

Eugenio comenta que a través del personaje del padre ha llegado al poeta turco del siglo XVI Fuzulî y a su poema Leylâ y Mecnûn, cuya única edición en castellano que él sepa corrió a cargo de Editora Nacional en 1982; añade que ha conseguido un ejemplar en una librería de viejo. Acerca del carácter literario, cree que tratando el tema de la dominación, el autor debería haberse esforzado por situarse a la altura de Sade, y destaca que una novela anterior de Sampedro, algo olvidada, como Octubre, octubre, alcanza un nivel más literario. Por último, Eugenio, algo consternado, dice que durante su lectura, que abandonó sin llegar al último tramo del libro, temía el momento en que llegaban los diálogos, porque a su juicio son “horribles”.

Finalmente, convocamos próxima sesión para el 14 de diciembre, cuando comentaremos nuestras lecturas de Las afinidades electivas, de Goethe.

lunes, 11 de agosto de 2014

"CERCA DEL CORAZÓN SALVAJE" DE CLARICE LISPECTOR



Segunda Sesión de La Tragulia
sobre la lectura de Cerca del corazón salvaje / Clarice Lispector
San Lorenzo de El Escorial, 3 de agosto de 2014


Reunidxs: Lis, Mónica, Eugenio, Soledad, Jorge, Marta, Carmen y Ruth.


1.- Estatutos

En primer lugar, votamos un artículo único para los Estatutos, con el siguiente contenido (provisional): "Cada miembro de la tertulia acudirá a las sesiones provistx de vaso, plato y cubiertos, adecuados al caso. Si la sesión se celebrase en la casa de Jorge, que no tiene muebles, también se debe llevar silla."
En la sesión de hoy solventamos la ausencia de vasos y cubiertos pidiéndoselos a Lis mediante washapp: en lo referente a platos, Ruth comparte los que trae (puesto que ella vino con varios, además de con su propio vaso).
Jorge sugiere que se incluya un segundo artículo en los Estatutos, para evitar que se pueda sugerir la lectura de un libro por parte de alguien que previamente no lo haya leído; pero se rechaza la propuesta, quedando los Estatutos como se indica arriba.



2.- Nombre colectivo

El segundo punto del día es la elección de nombre para el grupo. Se proponen cuatro: Sopa de letras, Tertugula, Gulatertu (que es el anterior, pero al revés) y La Tragulia. Este último hace furor y lo elegimos por unanimidad (o, al menos, si alguien se quiso oponer no lo hizo a tiempo). Pensamos en proponer a Concha que se encargue del logo, pero aún no lo sabe.



3.- Actas de la reunión sobre la lectura de Cerca del corazón salvaje, de Clarice Lispector

Jorge abre la sesión asegurando que ha hecho todo lo posible por leerse el libro, habiéndole dedicado más esfuerzo que a ningún otro en su vida; pero ha sido en vano. Comenta que no hay manera de leerlo sin quedarse compungido y perplejo, y que sin querer ha tenido que dejarlo porque no sabía por dónde cogerlo. Carmen se pregunta si el lenguaje empleado por la autora es un obstáculo para la lectura, y Jorge dice que el obstáculo es que el libro es infumable.

Marta señala que ella sí se lo ha leído, y que le ha gustado; que está muy bien escrito, con un ritmo muy agradable, aunque resalta la falta de empatía con la protagonista, a quien considera un personaje complicado, con una visión muy introspectiva que da la impresión de que le sobra el mundo entero y sólo se siente cómoda cuando está sin gente alrededor. Acerca del argumento, destaca las relaciones que tiene la protagonista con su padre; al respecto, Jorge recuerda las quejas que sonaron en la reunión anterior en torno a Leonora de Poniatowska, obra a la que se acusaba de desenvolverse en ocasiones bajo una sucesión de datos demasiado frenética, y señala que por lo menos en la novela de la autora mexicana, existía un hilo conductor de la narración, cosa que en la de Lispector se echa en falta. Soledad comenta que durante la lectura de Cerca del corazón salvaje hay que estar volviendo hacia atrás a menudo, y se pregunta por qué decimos que está mejor escrito que otros libros en los cuales no es necesario retroceder para captar el contenido del relato; Carmen recuerda que Lispector es escritora, y Poniatowska periodista.

Carmen indica que es fundamental el ritmo que la autora imprime a la narración, la musicalidad de la prosa que lo asemeja a una obra poética, con gran originalidad de las imágenes que describe y transmite; señala que la lectura no es apasionada, pues resulta difícil identificarse con la protagonista, dado el carácter adolescente de ésta, y que, de haber sido así, podría tratarse de un libro “de culto”. No obstante, insiste en que el personaje no nos dice nada, nos queda muy distante y no podemos sentirnos como ella, aunque la autora sí se identifica con la protagonista y la siente, se nota que no hay fingimiento; pero añade que esto no nos impide apreciar el uso del lenguaje que hace Lispector, mostrando un gran dominio, inusual para la temprana edad en que escribió esta novela y rodeada del ambiente literario regionalista y masculino de aquel Brasil de los años cuarenta. Respecto a identificarse con personajes de la novela, Soledad comenta que es posible hacerlo sin entender al personaje, a lo que Carmen insiste en que la Lispector de esta novela nos coge lejana porque se nota que es alguien muy joven que está haciendo autoanálisis mientras escribe; al hilo, Marta comenta que en ese aspecto le recuerda a la protagonista de Nada, a lo que Ruth replica que ella no encuentra esa relación entre el personaje de Carmen Laforet y el de la autora brasileña.

Ruth dice que no ha entendido nada, aunque se lo ha leído entero (Soledad señala que se encuentra en la misma situación); indica que el libro es una especie de diario íntimo donde la autora ha ido dejando sus impresiones y sentimientos, pero como novela no lo encuentra aceptable, y en comparación le gustó más el de Poniatowska. Lis recuerda entonces que la vida de la protagonista parece muy marcada por la relación con su padre, y que sus impresiones muestran un mundo interior rico y conflictivo, a lo que Carmen señala que esa inestabilidad emocional ya parece existir cuando él está vivo, a lo que Marta añade que la protagonista se nos dibuja muy atormentada desde el principio.

Lis ha leído también algunos artículos de revista donde la autora describe en tono irónico las funciones que debe ejercer la mujer casada con un diplomático, y también cita otra novela de Lispector, La hora de la estrella, donde el protagonista es un hombre que muestra su visión sobre las mujeres; indica que es un libro más maduro y asentado que el que comentamos, a lo que Eugenio comenta que él sólo había leído pequeños relatos hasta ahora, y después de la lectura de esta novela, pensó que el cuento era lo que mejor domina la autora. Lis añade que su hábito de lectura pasa por los momentos que preceden al sueño, pero que con la novela de Lispector no ha podido ser, porque se dormía antes de tiempo; señala que exige mucha concentración, pues el texto representa las reflexiones de búsqueda de sí misma que realiza la protagonista y es muy filosófico. A propósito, evoca la mención a Spinoza, y resalta que la perspectiva adolescente de Lispector se evidencia en esa especie de indagación existencial sobre dios y el resto de preguntas trascendentales propias de esta etapa de la vida, a lo que replica Soledad que ella no se planteaba esas cosas, mientras Carmen subraya el carácter metafísico de la novela. Por último, Lis lee algunas frases donde la autora manifiesta en el personaje cierta personalidad que se ignora a sí misma.

Mónica imagina que de esta obra podrían haber salido varios libros de poesía, y comenta que, dependiendo del momento en que te pongas a leer, la narración te engancha o se hace imposible, pero que en todo caso las imágenes que pueden captarse son muy potentes, y para ilustrarlo lee un fragmento en el que la protagonista está en la bañera y habla de un agua “ciega y sorda pero no muda”; también recuerda lo que se inventa al hilo del alquiler de un piso, cuando recrea la historia de la mujer que la atiende mediante la voz de ésta, lo que Mónica ha relacionado con un texto de Tabucchi donde el escritor italiano habla de la memoria auditiva, y de cómo a través de las voces nos hacemos una idea de la personalidad y del estado de ánimo de los demás. Por su parte Jorge también lee la escena del robo de un libro por la protagonista, cuando ésta anda de compras con su tía, y añade que fue a partir de este punto cuando ya le fue imposible continuar la lectura. Mónica insiste en que hace falta un espacio y un momento muy concretos para leerlo, y Soledad apostilla que es algo que precisamente ella no ha podido encontrar. Mónica concluye resaltando el cariz poético del texto, a lo que Carmen comenta que a Lispector le gusta mucho divagar, por lo que se mueve mejor en la prosa; Lis añade que hay una serie de relatos para niños escritos por la autora, en un intento por recuperar parte de la tradición oral portuguesa.

Eugenio también cree que es un libro muy denso y que resulta complicado mantener la atención durante la lectura, que se hace lenta y pesada; pero está de acuerdo en que contiene pensamientos muy elevados, que le parecen acordes con la edad de la autora porque en ese momento se tienen las ideas muy claras y no hay experiencia que obligue a puntualizarlas; así, lee un fragmento donde la narradora se inquieta por no poder expresar lo que siente, y que cuando lo intenta, sus pensamientos se van modificando por efecto de lo que dice al hablar. Señala que a su juicio la autora ha creado en esta novela una historia para unir sus escritos juveniles, a lo que Mónica indica que es una especie de diario, y Soledad lo relaciona con el ensayo y comenta que puede ser considerado un libro de reflexiones; al hilo, Carmen resalta los juegos en la voz narradora, que pasa de tercera a primera persona y de un personaje a otro.

Soledad señala que es un libro rompedor y muy exigente, y que hay que encontrar el momento de ponerse con él; recuerda la insistencia con que ella afrontó la lectura de Cien años de soledad, que finalmente pudo disfrutar, y ante lo que Mónica le recomienda que lea Pedro Páramo. Soledad lee un fragmento donde se produce uno de esos cambios de persona en la narradora, cuando no se sabe exactamente quién narra, ni de dónde sale la voz, a lo que Carmen indica que ésta es la época del monólogo interior, y que el estilo es acorde con lo que estaba en boga. A continuación, Lis comenta que ella ha escuchado la lectura de un párrafo en el idioma original, y es muy musical. Por último, Soledad recuerda la escena en que la protagonista pregunta a la profesora durante una clase, qué es lo que una consigue cuando alcanza la felicidad, ante lo cual Jorge señala que después de leer ese pasaje, se animó a reintentarlo.



Finalmente, elegimos la próxima lectura, en sorteo al azar entre varios títulos,
-        El amante lesbiano / José Luis Sampedro,
-        Relatos de Alice Munro,
-        Industrias y andanzas de Alfanhui / Sánchez Ferlosio,
-        Cien años de soledad / García Márquez,
-        El amante de lady Chatterley / D. H. Lawrence,
-        La señora Dalloway / Virginia Woolf, y
-        El secreto / Donna Tartt;

para el día 5 DE OCTUBRE
en la casa de Jorge (siempre y cuando siga sin alquilarla);
y la mano inocente de Pedro extrae del sombrero:

EL AMANTE LESBIANO / JOSÉ LUIS SAMPEDRO.

martes, 5 de agosto de 2014

"LEONORA" DE ELENA PONIATOWSKA


















Primera Sesión de La Tertulia Roceña
sobre la lectura de Leonora / Elena Poniatowska
San Lorenzo de El Escorial, 15 de junio de 2014

Reunidxs: Marta, Francisco, Sandra, Olga, Mónica, Ruth, Carmen, Asun, Jorge, Paul, Fernando, Eugenio, Concha y Lis.

Marta abre la sesión comentando que, además del libro de Poniatowska, ha leído a la propia protagonista, Leonora Carrington, quien dejó testimonio de su paso por el psiquiátrico de Santander en Memorias de abajo, relato que a Marta le ha resultado muy similar al que se incluye en esta biografía novelada que vamos a comentar, y cuyo episodio le parece a Carmen lo mejor del libro. Acerca de éste, indica Marta que da la impresión de estar compuesto a ráfagas, que sigue un argumento lineal pero se producen saltos donde no hay transiciones, ni descriptivas ni narrativas, peculiaridad que a ella no le ha gustado porque prefiere una forma novelada más clásica. Por otro lado, señala que acerca de la pintora no aporta nada especial, al margen de determinados datos que, añade Carmen, pueden encontrarse en Internet.

Francisco discrepa de Marta, y argumenta que la autora hay utilizado para este libro un estilo periodístico; está de acuerdo en que da saltos en su narración, y que falta relleno entre acontecimientos, pero es algo que personalmente él no ha echado en falta. Recuerda que es una biografía novelada de quinientas páginas, y que sólo caben esbozos de lo que es toda una vida, aunque reconoce que en algunos pasajes también a él le hubiera gustado que la autora se recreara, pero entiende que son muchos los personajes que atraviesan la novela, a lo que Jorge sostiene que Leonora nos ofrece un panorama general, y que si quieres más información debes buscarla por tu cuenta. En este sentido, Lis indica que durante la estancia de Leonora en Portugal, pendiente de su viaje a México, se desarrolla una parte decisiva de la novela, a lo que Carmen añade que Poniatowska desarrolla aquellos momentos sobre los que dispone de datos, y considera que ha acertado con las pinceladas surrealistas y con aquellas escenas que se refieren a su infancia y al ingreso en el hospital psiquiátrico, momentos de su existencia acerca de los cuales escribió la propia Leonora. Mónica puntualiza que la autora conoció en vida a la protagonista de su libro, ya que es mexicana, a lo que Eugenio agrega que a su juicio es la joven admiradora que aparece al final de la novela, conclusión de la obra que a Jorge le ha parecido apoteósica y del todo surrealista. Sobre las escenas de corte surrealista, Ruth comenta que a ella le decepcionan, Sandra añade que no terminas de conocer a los muchos personajes que aparecen, ni siquiera a la misma protagonista, y Carmen concluye que se estanca en los detalles más excéntricos, ante lo que Lis se pregunta si Poniatowska no ha hecho un buen retrato de Leonora Carrington. A continuación, Mónica lee un fragmento (páginas 70-71 de la edición de Seix Barral en «Biblioteca breve») donde se enumeran los fenómenos que acontecerán en la civilización gracias a la Revolución surrealista.

Sandra opina que la prosa es demasiado vivaz, y a ella le ponía nerviosa tanta velocidad; dice que no le han calado los personajes, que en todo momento afloran los egos pero terminamos sin conocer realmente a los personajes, a lo que Lis indica que ella sí ha podido meterse en la cabeza de la protagonista; sin embargo, cree Carmen que esta novela no está narrada con imaginación, a lo que replica Jorge que podría considerarse un guión. Mónica sí piensa que Poniatowska nos permite ver la interioridad de la protagonista, por ejemplo a través de su obsesión equina, a lo que replica Eugenio que eso sucede al principio, pero después se pierde y sólo hay breves menciones. Entonces Fernando se pregunta qué significa eso de “ser una yegua”, a lo que Lis responde que es la necesidad de libertad que siente Leonora, desde que es una niña; Carmen opone a ello la posibilidad de que disfruta la protagonista para ser libre gracias al dinero que tiene su familia, y Jorge indica que es buena cosa ser artista con esas condiciones, a lo que Lis recuerda la búsqueda desesperada de mecenas que emprende todo el grupo al inicio de la Segunda Guerra Mundial y Ruth subraya el elitismo que se respira en el ambiente, que sin embargo termina entrando en decadencia, a lo que Jorge comenta que las vanguardias tienen siempre fecha de caducidad y Francis indica que, como organismo vivo que son, tienden a anquilosarse con el paso del tiempo. Entonces se cuestiona Carmen la aceptación entre los presentes de la obra pictórica de Leonora Carrington, a lo que Jorge responde que a él no le ha gustado y Marta señala las similitudes con la obra de Dalí, respondiendo Jorge que a él le ha recordado más bien a El Bosco; Fernando pregunta si la edición que hemos leído tiene ilustraciones de los cuadros de Leonora, y Lis evoca las figuras de Frida Kalho y Diego Rivera, que aparecen en el libro y cuyas obras son más populares. A propósito, Marta resalta la figura de Poniatowska como persona implicada en la sociedad mexicana, a lo que Francis recuerda la matanza de Tlatelolco y Eugenio señala que se nota que el asunto la tocaba personalmente, como ocurre en la novela cuando se ven implicados los dos hijos de la protagonista. Al hilo indica Lis que durante la estancia de Leonora en Portugal, pendiente de su viaje a México, también se desarrolla una parte decisiva de la novela.

Mónica destaca la representación que hace la autora de la mentalidad de una niña nacida en el seno de una familia aristocrática, y cuya libertad personal es menor que la que disfrutan sus hermanos por ser varones; Eugenio corrobora que esta parte de la novela es muy sugerente, pero considera que, desligada del resto de la novela, formaría una muy buena historia, que sin embargo queda apenas esbozada. También destaca Mónica la relación de la niña Leonora con su niñera Nanny y con sus profesores, a lo que Jorge añade que, como clase acomodada, sus padres buscaban sustitutos de sí mismos en la relación con sus hijos, que se convierte en algo inexistente en la práctica; Mónica comenta que al pertenecer a una élite no eres persona mientras seas menor de edad, y que sólo comienzan a tener en cuenta a la protagonista cuando se celebra su puesta de largo, a propósito de lo cual Francisco añade que incluso la madre no puede acceder a ella con plena libertad hasta que muere el padre, y sólo en ese momento puede liberarse de la carga que le impone la posición social; Carmen indica que quizás la madre esté más definida en el libro que la propia protagonista, y Lis recuerda que tenía horarios para ver a sus hijos, Paul advierte que lo importante en la organización familiar es que a los hijos se les oiga lo menos posible y Carmen apostilla que en determinadas épocas, cuando no se podía asegurar la supervivencia de los hijos hasta sus cinco o seis años de edad, era común evitar cualquier apego. Al hilo Lis indica que hasta mediados del siglo XVIII, con el Emilio de Rousseau, no se tiene en consideración la infancia para la elaboración de teorías pedagógicas; entonces Fer pregunta si no hay algún aspecto de la vida sexual de la protagonista que sobresalga, a lo que Lis responde que es superactiva, Sandra enumera sus múltiples amantes y Marta revela que la foto de la cubierta de la edición que manejamos, en la que Leonora posa con Ernst y otro hombre, está retocada con el famoso editor de imagen que ha eliminado a un tercero, cuya identidad desconocemos.

Ruth comenta que la forma en que está concebido el libro impide a la autora centrarse en los personajes, que carecen de profundidad y apenas han comenzado a aparecer cuando ya se están yendo; en su opinión, la narración avanza demasiado rápido, y si bien algunas partes le han gustado, no se sintió atraída por los retazos de surrealismo. Jorge pregunta entonces si hemos considerado a Leonora una mujer independiente, a lo que Eugenio responde que la parte en que estalla la Segunda Guerra Mundial demuestra su completa dependencia y Mónica replica que se marchó de casa con veinte años; Carmen indica que sólo disfruta de libertad sexual, pues el resto son para ella esclavitudes, es demasiado obsesiva para tomar decisiones y no hay un equilibrio en su personalidad que le permita ser libre; Lis resalta que romper con las circunstancia era su deseo permanente, y que en ese sentido era interiormente autónoma. Jorge indica entonces la gran diferencia entre los viajes emprendidos por la protagonista con Renato y los que hace con Chiki, a lo que Paul reclama el derecho de cualquier artista a viajar en primera clase, observación a la que Jorge responde que es un derecho que tiene cualquier persona y Francisco inquiere si no se trata ése de un derecho del artista «a pesar de» ser artista. Carmen resalta la búsqueda de reconocimiento del grupo de artistas donde se integra Leonora, y Lis recuerda que el fotógrafo Chiki queda anulado en ese entorno; para Francisco, la experiencia durante la Primera Guerra Mundial marcó a todos los que la vivieron, que conocieron un gran horror en Europa y no estaban dispuestos a volver a experimentarlo, a lo que Ruth subraya que esa angustia no la transmite la prosa de Poniatowska, y Lis evoca la mención a la estancia de Max en un campo de concentración al comienzo de la ocupación nazi de Francia. Sobre el delicado asunto del dinero, Francisco subraya su importancia pero destaca que el talento debe existir para que el dinero dé sus frutos, a lo que añade Fernando que siempre estará presente la pasta, y nos entregamos todxs a un debate sobre el binomio dinero-éxito, donde salen a relucir las estrategias de nueva novela de Dan Brown y todo el mecanismo de producción y protección de una traducción a publicarse casi simultánea con la edición original. Mónica retorna a su lectura para confesar que la pintura ha sido para ella una desconocida hasta que abrió el libro, y cuenta que buscando en Internet imágenes que se la aproximaran, en los primeros resultados de la búsqueda era inevitable la presencia de Ernst, lo que no ocurría si el término buscado era el nombre del artista alemán; Marta deplora entonces el papel marginal que continúa representando la mujer en el mundo del arte, y en concreto en la literatura, y lamenta que ella misma lea a más autores que autoras, a lo que Mónica advierte que hay una amplia laguna en cuanto a traducción de obras perdurables escritas por mujeres, y subraya la práctica ignorancia que de figuras como Mary Wollstonecraft, Aphra Behn o Christine de Pisan, pervive en nuestro acervo cultural, a lo que Carmen añade que no hay constancia en los manuales, pero Jorge afirma que este desconocimiento se produce en los clásicos, pues en literatura contemporánea se publica por igual y él mismo ha leído más autoras que autores, y pone como ejemplo a Lucía Etxebarría, despertando varias observaciones; por su parte Eugenio recuerda que se sigue usando a bombo y platillo el término “literatura de mujeres” e incluso hasta el de “literatura para mujeres”, Sandra denuncia que se habla de una “literatura femenina” pero no de “literatura masculina” y Concha observa que es necesario aún más tiempo para consolidar la relevancia de la obra artística de muchas mujeres. Jorge insiste en que una parte de la culpa del machismo imperante la tienen las mujeres que no lo combaten, y Olga subraya que la imagen que una mujer tiene de sí misma ha sido inculcada por el sistema, que desde que es una niña la educa para determinada labor; Mónica advierte que en el artículo sobre Leonora Carrington de la Wikipedia se señala que fue amante de Max Ernst, pero en el artículo sobre éste no se ha suscrito el mismo dato, hecho que corrobora Ruth y nos lleva a debate sobre la sociedad patriarcal y el ejercicio de libertades que permite, durante el cual Carmen comenta que a la luz de los hechos narrados en el libro, los surrealistas no disfrutaban de tanta libertad como se nos ha dado a entender.
Carmen tenía mucho interés en conocer a la protagonista, pero lo iba perdiendo a medida que avanzaba la lectura (Jorge señala que a él le ha ocurrido lo contrario); Leonora le ha parecido una mujer frágil y muy obsesiva, y de entre todos los aspectos subraya que lo mejor de la novela es la parte de Santander, donde recuerda que la pintora maltrata cruelmente a su querida Nanny. Insiste en que el personaje no resulta atractivo a través de la lectura, y eso que Poniatowska escribió este libro desde su admiración por la protagonista; Lis comenta entonces que durante su lectura ha experimentado momentos de cariño, pero también otros de rechazo, y se cuestiona Carmen ese cariño sentido hacia el personaje habiendo por medio una prosa con tal exceso de objetividad, a lo que Mónica indica que solemos obviar la obra cuando tratamos a un artista, ya que nos atrae más el detalle de su vida, y pone como ejemplo al poeta español Leopoldo María Panero, recientemente fallecido, cuya poesía debe ser valorada por encima de su peripecia existencial, y a propósito indica que quisiera poder ver la pintura de Ernst donde la virgen da un severo castigo al niño, que fue la que enamoró a Leonora Carrington, según el libro. Carmen señala que de los surrealistas, ella tiene preferencia por sus obras antes que por sus vidas, y Francisco inquiere que quizá el artista fue mala persona, pero eso no debe influir en la apreciación de su obra. Lis reclama la percepción de la protagonista como una niña grande, que no sabía manejarse sola y que, a pesar de su condición de artista, no era un espíritu libre, y Paul recuerda que el artista tiene sobre sus hombros una importante función social, que es la de la completa irresponsabilidad, ante lo que Jorge amenaza con convertirse él mismo en un artista “politraumático”. Por último recuerda Carmen los artículos de Poniatowska como parte fundamental de su producción, y recuerda que existe en México, dentro del mundo intelectual, una división clara entre detractores y admiradores de la autora, por lo que comenta Marta que Poniatowska no deja a nadie indiferente.

A Asun le ha gustado, porque no le resultó difícil de leer y porque no se había creado ninguna expectativa previa que pudiera decepcionarla, pero tampoco le ha parecido un libro maravilloso. Acerca de la protagonista, considera que fue una mujer muy dependiente y que a su juicio no es un modelo a seguir.

Jorge está de acuerdo con Asun y destaca que es un libro fácil de leer y que se leería otro de Poniatowska, a lo que Concha responde pasándole uno que ha traído.

Paul confiesa que lo ha leído a saltos, y que habla de temas interesantes para su gusto, especialmente la experiencia de la protagonista en el manicomio de Santander. También destaca que sea una novela escrita desde la perspectiva de una artista.

Eugenio compara la conversión de la protagonista tras la experiencia en Santander con la que sufrió Oscar Wilde tras su estancia en la cárcel, y que describe en De profundis; indica que tras este trauma, la narración no varía sustancialmente, y casi olvidamos que ha padecido aquello, de no ser porque se comenta esporádicamente, pero a su juicio de un modo un tanto superficial. Insiste a continuación Carmen en que el libro no profundiza el lado existencial, aunque Lis considera que sí, al menos por fragmentos; Ruth también piensa que falta profundidad, y para corroborarlo compara el libro con El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura sobre la vida de Trotski, que permite al lector introducirse realmente en el personaje. Eugenio añade que la obra es demasiado ambiciosa y Poniatowska ha querido abarca mucho, a lo que Ruth replica que Padura también, y Marta recuerda que esta biografía novelada sobre el político ruso se extiende desde la Guerra Civil hasta los años ochenta. Carmen destaca que la autora te saca de momentos culminantes que deberían extenderse y contener mayor intensidad, para regresar al maremágnum de datos, a lo que Marta indica que en las Memorias de abajo, Leonora sí transmite esa intensidad de su experiencia; entonces pregunta Paul si hubo algún diagnóstico acerca de la enfermedad mental de la protagonista, y Jorge responde que sólo queda claro el tratamiento con Cardiazol, y Marta dice que transmite esa sensación de dejar de ser persona. Carmen recuerda que al final del libro hay una amplia bibliografía, y Eugenio concluye insistiendo en que no ve una unidad interna en la novela, a lo que Jorge subraya que a él le ha gustado por eso, porque prefiere la mezcla.

Concha ha leído un poco del libro y le está gustando; asegura que para sus exigencias profundiza lo suficiente, e indica que se hace muy amena la parte en que se narran los viajes de la protagonista con su madre. Destaca que la niña Leonora quería ser yegua, y también todas las referencias que se hacen al arte y a los cuadros que ella contempla en los museos que visita; se siente identificada y le parece ideal la extensión breve de los capítulos. Concha confirma que desea leer todo el libro hasta terminarlo, a lo que Carmen comenta que si desde el principio de la lectura le está gustando, seguro que la lectura completa será satisfactoria para ella. Finalmente, Concha destaca que el hecho de haber tenido dinero puede haber beneficiado a la protagonista para desenvolverse según su voluntad, en la medida de lo posible, pero que es algo que sucede en cualquier profesión, para cuya dedicación puede siempre ser determinante, de igual modo, conocer a personas influyentes.

Lis comenta que a ella también le ha gustado el libro, y que en efecto ha sido desde el comienzo de su lectura. Indica que antes no sabía nada acerca de Leonora Carrington, y le han llamado especialmente la atención los sueños, aunque reconoce que la protagonista es demasiado egocéntrica. Sin embargo indica que no le ha terminado de agradar la forma en que está escrito, aunque asegura que deberíamos leer algo más de Poniatowska para no encasillarla por esta composición. Por otro lado, Lis se apunta a ser una bohemia rica, y recuerda que la pintora vendió muchos cuadros durante su madurez, a lo que añade Carmen que fue gracias a Edward James. Concha subraya que el surrealismo nos afecta a todos, ya que se trata de una interpretación onírica de la realidad y todos soñamos; pero añade que eso mismo hace complicada, sobre todo en literatura, la identificación de la obra con quienes la valoran o disfrutan, ya que normalmente se trata de los traumas e historias muy particulares de lxs autorxs. Paul apostilla que las obras son las neurosis de quien las crea, y que cuanto más intensa es la vida interior, más compleja se hace la vida social.

Por último hemos elegido el próximo título a leer por los miembros de la Tertulia, y entre
-        Cerca del corazón salvaje / Clarice Lispector,
-        El amante lesbiano / José Luis Sampedro,
-        un título sin elegir de Alice Munro,
-        El volumen de la ausencia / Mercedes Salisachs,
-        La novela de mi vida / Leonardo Padura,
-        Nada / Carmen Laforet, y
-        La señora Dalloway / Virginia Woolf;
ha salido por sorteo Cerca del corazón salvaje, de la brasileña Clarice Lispector.
Quedamos convocadxs para el próximo 3 de agosto.